Guadalajara
Dos horas antes de la hora programada, el mediodía, había lectores que comenzaban a poblar el Salón Juan Rulfo. Como sucede con las actividades que prevén gran convocatoria, abrió sus muros para alojar a un mayor número de espectadores y, sin embargo, apenas si resultó suficiente para albergar a quienes deseaban atestiguar un encuentro que se antojaba histórico. Y a nadie decepcionó.
Dos escritores, dos narradores —ella también poeta y dramaturga—, dos premios Nobel de Literatura enfrascados en su manera de aproximarse a los libros, a la lectura: una que buscaba en ellos las respuestas a la dictadura en la que vivía; el otro que se dio cuenta que ahí estaba un refugio.
“Se convirtió en un refugio que, además, me mantenía con cierta dignidad ante mi padre”, contó Mario Vargas Llosa, “por el gran miedo que me inspiraba; era volver a recobrar mi libertad: una manera de vivir una vida digna, porque cuando salía de la literatura me parecía vivir una vida indigna; la literatura se convirtió en algo más importante que un gran placer, sigue siendo un gran placer. A partir de entonces se convirtió en una manera de defenderme de todo aquello que me lastimaba en la vida.”
Herta Müller tuvo su contacto permanente a partir de los 15 años de edad, “porque creía que si leía libros podría entender mejor como vivir la vida. No leía yo por razones literarias, sino para entender mejor la vida, porque yo vivía bajo una dictadura. De los libros quería saber cómo vivir, cómo poder vivir para poder soportar la vida, porque a veces la vida era insoportable para mí”.
Dos maneras de acercarse a los libros, a la literatura, a la escritura: ideas, metáforas, conceptos, con lo que se dio la apertura del Salón Literario y que, sin duda, respondió con mucho a las expectativas de quienes abarrotaron el espacio.
En el diálogo, moderado por el periodista Juan Cruz, la escritora de origen rumano habló de la manera en que la literatura le ayudó y le ha ayudado a enfrentar la realidad, en especial sus años en la dictadura, sobre todo porque, sin engañarse de sus posibilidades, le ayuda a soportar mejor la realidad.
“Los libros que me mostraban lo insoportable de la vida eran lo que con más intensidad leía. Quiero que la literatura me duela y, a la vez, me fascine, mediante ese dolor estético. A veces he dicho que el miedo de vivir y el miedo de morir también es un crítico literario excelente”.
Al final de cada una de las intervenciones, aplausos se convertían en el agradecimiento de los lectores, quizá también convencidos de que la literatura es un arma que algunos han encontrado para defenderse de un mundo “que nunca será absolutamente capaz de cumplir todas nuestras expectativas y anhelos: cuando leemos vivimos una vida distinta a aquella que nos da la realidad”, a decir del peruano.
“Nos defiende contra el infortunio y nos instruye en una vida diferente a la que tenemos. La literatura ha sido uno de los grandes instrumentos del desarrollo humano. Hemos empezado a desear otras maneras de vivir, para lograr otra realidad, la literatura ha sido uno de los grandes instrumentos del progreso humano”, dijo Vargas Llosa.
Nadie se movió de sus lugares. Atentos seguían cada uno de las reflexiones, lo que de alguna manera agradeció el narrador peruano al reconocer que no es frecuente para un escritor hablar ante públicos tan numerosos.
“Si uno cree que la literatura es muy importante, no sólo porque es una fuente extraordinaria de placer, sino porque en la formación de una persona la literatura es imprescindible: la buena literatura enriquece la sensibilidad, la imaginación y desarrolla en nosotros un espíritu crítico, es fundamental en la formación de un ciudadano.”
Difícil contar todo lo que ahí pasó, pero sin duda fue la literatura la gran ganadora en ese encuentro entre Mario Vargas Llosa y Herta Müller.
