El festival de la ciudad ficticia

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La presente edición fue visitada por 270.000 personas. El cómic exclusivo de la CómicCon, que contó con portadas de Golden, Isherwood y Espín, agotó la tirada de mil ejemplares

Una y media del mediodía del domingo 3 de julio. Comienza el desfile de Star Wars en las calles del festival Metrópoli de Gijón. Más de 200 personas, pertenecientes a 12 asociaciones españolas de aficionados de la saga galáctica exhiben sus mejores galas, destacando el debut en suelo patrio de Dead Tropper, personaje de la futura Rogue One, o la presencia de la famosa cosplayer inglesa Tabitha Lyons, que aprovecha el espléndido día para lucir el escueto bikini de la Princesa Leia en El retorno del Jedi.

 Hasta ahí todo normal en un salón dedicado al cómic. Lo que ya no es tan habitual es que varios de los seguidores de la solemne comitiva luzcan vistosas ojeras. Es el lado oscuro (o luminoso, depende de la hora del día a la que se mire) que ofrece el certamen: cuando la CómicCon arranca (este año el jueves 30 de junio), el festival Metrópoli ya ha abierto las puertas del recinto ferial Luis Adaro seis días antes y por su interior ya han pasado decenas de miles de personas, que a 2,5 euros la entrada han disfrutado de las actuaciones de Izal, Kiko Veneno o los Hombres-G. A la música se le suman diversos espectáculos (la magia Antonhy Blake o los abrazos de Peppa Pig) que aceleran el ritmo hasta que aterrizan los autores de renombre el mundo del tebeo, como Steve McNiven, Salva Espín, Rodney Ramos o Claudio Castellini. Artistas que uno puede conocer cuando dedican dibujos en el Artist Alley, mientras piden un café Lucky Luke en el foodtruckMadalena de colores o aprovechando su visita al Autobús Vip (sí, un autobús) para comerse un mollete de solomillo de La Manuela.

La idea de los directores del festival, Íker González, Suca García, Marino González y del director del Área Cómic, Pepe Caldelas, es exportar a España el modelo de los macrofestivales estadounidenses, aliñándolo con una inmensa variedad de actividades que cuentan con un presupuesto de 750.000 euros y el trabajo de promoción de un esforzado equipo encargado de la prensa y las redes sociales. Así, un contratiempo de última hora como la ausencia por problemas de salud de David Prowse, el hombre tras la máscara de Darth Vader en la primera trilogía galáctica e invitado estrella, puede capearse con habilidad gracias a un vídeo del actor pidiendo disculpas por el plantón.

Pero por mucho que el visitante atienda al Facebook o el Twitter, para disfrutar del festival hay que optar por dos opciones: dar forma a una agenda cartografiando las 100 páginas del programa; o dejarse llevar. Porque se elija lo que se elija, es imposible estar en todo. Acudir al encuentro de Javier Olivares, alma del Ministerio del Tiempo, impide presenciar a la deliciosa charla sobre el Doctor Extraño, en la que el experto en cómic norteamericano Miguel G. Saavedra y el dibujante Geof Isherwood lidiaron con la veterana estrella del cómic Michael Golden. El autor de The Nam, crecido en su papel de gruñón, ejerció sin rubor de hater, que es la denominación que le atribuirían sin duda los seguidores de la youtuber Miare, también presente en la CómicCon. Pero a Golden se le perdonan sus salidas de tono, y no sólo por su legado artítistico: suya y de Isherwood es la ilustración plagada de guiños a Gijón que luce la portada de uno de los dos cómics exclusivos del evento (la otra es obra del español Salva Espín). En el interior de ambos ejemplares, una edición exclusiva de un cómic Marvel protagonizado por Spiderman y Hulk, los mismos que en las solapas comparten espacio con el citado Doctor Extraño y Masacre-Deadpool. Con una tirada a de 1.000 ejemplares a cargo de la editorial Panini, el tebeo se agotó al inicio del segundo día de convención, para desesperación de los coleccionistas de todo el país.

Saliendo en la Zona Market o entrando en el área Comandogol del Espacio Svida Videojuegos; viendo como el artista Okuda convirtió una iglesia en un templo skate con sus brillantes colores o disfrutando nuevamente del capítulo musical de Buffy Cazavampiros… En Metrópoli cualquier lugar es propicio para que el asistente se sienta en medio de un gigantesco mandala: las representaciones simbólicas espirituales y rituales del macrocosmos y el microcosmos del ocio se expanden y contraen en decenas de representaciones simbólicas durante el festival. El ocio late en cada uno de los rituales que dicte el gusto del consumidor. Quizá no aparezca el cómic que falta para completar una estimada colección, pero doblando una esquina el visitante más tranquilo puede acabar inmerso en una batalla de Jugger, juego alemán de inspiración medieval perfecto par retar a cualquiera que se cruce a una intensa batalla, siempre que la adrenalina no ocupe el espacio de los niños que pululan en las inmediaciones. Porque no es bonito ver a un niño de 12 años llamando la atención a sudorosos treintañeros.

Y si el ejercicio físico no emociona, durante los cuatro días de CómicCon se celebran varias gymkhanas a lo largo del recinto, capitaneadas varias de ellas por el grupo V de Vombilla, el mismo que lo mismo monta una competición de tiro al blanco que prepara una oda a los Power Rangers. Todo sea porque los más astutos o hábiles puedan volver a casa con todo tipo de regalos.

Porque bien sea para sentirse extraño, para transmitir el legado a los más pequeños o para descubrir como son ahora ellos los que enseñan, el festival Metrópoli parece destinado a transformar en profecía su objetivo de convertirse en una ciudad tan real y tan ficticia como la que inspiró su nombre. Por lo pronto, la frontera que marca el Molinón fue atravesada en esta ocasión por 270.000 personas. La próxima edición, que parte con el objetivo de superarla cifra de asistentes , ya tiene fecha: se celebrará del 30 de junio al 9 de julio de 2017, tal y como se anunció una fiesta de despedida del festival con un horario y una ubicación no muy propia de una CómicCon. Arrancó en medianoche de este domingo en el Casino de Gijón. Y no en una dependencia cualquiera, sino en una cuyo nombre también invita a la evasión y el ensueño, la Sala Acapulco. No podría ser de otra forma.

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