Las donaciones de Martín de Zavala

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No podemos abandonar el siglo XVIII y seguir hablando  de  las  Casas  Consistoriales  sin  antes  haber abordado  otro  espacio  anexo  a  ellas  que  existieron desde  mediados  del  siglo  XVII  y  que  cerraron  su ciclo poco después de la Independencia, nos referimos a las tiendas del Santísimo Sacramento.  Apenas  terminadas  las  Casas  Reales  en  febrero  de  1655  por  orden  del  gobernador  Martín  de Zavala, éste donó al mes siguiente un par de construcciones adecuadas como tiendas que había mandado  construir  en  fecha  incierta,  los  beneficiados eran  la  cofradía  del  Santísimo  Sacramento  instituida en la Iglesia Parroquial y el aceite de la lámpara del  Santísimo  Sacramento  colocado  en  el  convento  franciscano  de  San  Andrés,  en  éste  último  sitio ya  existía  desde  1634  una  cofradía  del  Santísimo Sacramento,107  sin  embargo,  la  donación  no  recayó en la cofradía sino en los frailes franciscanos.

Las dos tiendas lindaban con las Casas Reales  del  gobernador  “por  la  parte  de  abajo”,  y  las puertas  de  ambas  miraban  al  norte.  “Y  la  una  de ellas  hace  esquina  y  puerta  a  la  plaza”;  esa  tienda  estuvo  en  la  esquina  noreste  del  actual  Museo Metropolitano  de  Monterrey.  Ambas  casas  las  dio con  puertas  de  madera  labrada,  ventanas  y  dormitorios  arriba  de  ellas.  La  casa  de  la  esquina  tenía una  división  que  permitía  separar  la  tienda  de  un aposento.  A  cada  casa  les  dejaba  una  mesa  grande para mostrador y un cajón debajo de ellas, “asimismo un banco de madera labrada en cada una; y en cada  tienda  su  candado  y  llave  de  cruz  y  armellas; cuyas  tiendas  están  cubiertas  de  zacate  arriba  para asegurarlas de las aguas”. Las  propiedades  serían  arrendadas  a  partir del uno de mayo de 1655 y el producto de sus rentas empleado en la distribución y gasto del aceite de las lámparas  de  la  cofradía  y  del  convento,  “dando  la mitad  de  la  renta  de  la  una  y  otra  tienda”.

Ese  fin y  no  otro,  era  el  objeto  de  la  donación  de  las  dos tiendas, “que nunca falte el aceite a las dichas lámparas y estén ardiendo todos los días”. El deseo de Martín  de  Zavala  fue  respetado  y  años  después,  al redactar su testamento, declaró en cláusula del 7 de febrero de 1664 por bienes: Las  casas  en  que  vivo,  menos  las  dos  tiendas pertenecientes al Santísimo Sacramento: otros dos aposentos que caen a la huerta que así mismo pertenecen a los padres de mi padre San Francisco, dedicados para misas de difuntos naturales, cuya cobranza ha de estar a cargo del síndico que fuere del convento de esta dicha ciudad para que lo procedido de ellos se digan dichas misas a cargo del reverendo padre prelado del dicho convento y  de  todo  lo  restante  de  dichas  casas  de  mi vivienda hago donación al Rey Nuestro Señor  para  que  los  que  me  (sucedan)  en  este gobierno vivan con comodidad suficiente.

La  huerta  formaba  parte  de  las  Casas  Reales  y  era el espacio donde años más tarde se ubicaría la plaza  de  la  Carne  y  plazuela.  Es  de  notar  que  dicha huerta Martín de Zavala la destinó para las Ánimas Benditas,  la  segunda  devoción  en  importancia  en la Nueva España, siendo la primera, la devoción al Santísimo  Sacramento.113  Cabe  señalar  que  en  esos años, en el convento de San Andrés estaba instituida la Cofradía de las Ánimas Benditas de los Naturales, recuérdese que por naturales se referían a los indígenas, mismos que estaban bajo la jurisdicción franciscana  y  que  la  propiedad  de  la  huerta  residía también en éstos últimos. También  resulta  interesante  y  sobre  todo importante, reconocer que las Casas Reales no eran una entidad aislada del resto de las propiedades urbanas de la incipiente ciudad de Monterrey, ya que al  menos  en  su  extremo  Norte  existían  desde  1655 el  par  de  tiendas  que  mandó  construir  el  gobernador  Martín  de  Zavala.

¿Pero  cuál  era  el  sentido  de la  donación  al  Santísimo  Sacramento  por  parte  del gobernador  Martín  de  Zavala?  ¿Qué  significaba para  la  comunidad  destinar  la  renta  dos  inmuebles para la cera del Santísimo? Si por un lado Martín de Zavala se preocupó en darle a la ciudad de Monterrey un inmueble digno donde se resolvieran convenientemente los asuntos políticos, administrativos y de  justicia;  con  la  donación  de  las  tiendas  para  la cera  del  Santísimo,  cumplía  sobremanera  con  una necesidad espiritual común a todas las poblaciones novohispanas:  Mantener  la  flama  prendida  frente al  Santísimo  día  y  noche.  Regularmente  solían ser  dos  lámparas,  “una  delante  del  altar  mayor,  y otra delante del sagrario en donde se depositaba el sacramento”.

Sanctissimum.  Comprendiendo  la  donación

El Sanctissimum es lo más santo y hace referencia al  Santísimo Sacramento, título dado al Sacramento de la Eucaristía, indicando “su posición suprema entre todos los sacramentos”. La  religión  cristiana  enseña  que  el  sacramento de la Eucaristía (en griego acción de gracias)  fue  instituido  por  Jesucristo  en  la última  cena  y  se  define  con  esta  palabra  el sacramento del cuerpo y sangre de Jesucristo bajo las adobes de pan y vino.  Siendo  la  Eucaristía  el  cuerpo  y  sangre  de  Cristo  representados  en  el  pan  y  vino,  es  dogma  “que en cualquiera de las dos especies se contiene tanto como en las dos”. Considerada como la devoción más importante de la Iglesia católica, ésta obedeció al punto lo escrito por el Concilio de Trento (1545) que establecía: “5º. Es de fe que el admirable sacramento de la Eucaristía debe ser adorado como culto de latría, público y externo, honrado con una fiesta particular, y llevado en las procesiones públicas para recibir las adoraciones de los fieles, según lo dispone la Santa Iglesia”.

Motivo por el cual, se promovió  la  fundación  de  cofradías  en  todos  los  templos del territorio novohispano tendientes a procurar que “nada  faltara  a  los  sagrarios  donde  necesariamente se guardan las hostias consagradas”. La  manifestación  piadosa  del  gobernador Martín  de  Zavala  no  sólo  fue  un  acto  de  fe  personal,  también  deja  patente  la  postura  política  de  la Corona para con la Iglesia, donde el Monarca debe obediencia a Dios. “En España, y sobre todo ya en el siglo XVII, los tratados políticos defienden abrumadoramente al príncipe cristiano frente al príncipe político, por lo que la mayoría dedica numerosas páginas a establecer la adecuada relación entre la Corona y la Iglesia”. No es de extrañar entonces las cesiones otorgadas tanto a la cofradía del Santísimo Sacramento  como  al  convento  franciscano  de  San Andrés, mismas que recibirían por muchos años el peculio necesario para que el Santísimo Sacramento  de  ambos  sitios  se  mantuviera  iluminado  las  24 horas del día.

*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.

El link hacia el texto completo se encuentra en: https://issuu.com/monterrey/docs/tomo_1portadas

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