Mi otro

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Por Diosito, lo que voy contar es cierto; lo “experiencié” hace medio año en la Alameda donde me quedé tirado de borracho sobre una banca echando las tripas por la boca, juramentando a la Virgencita de Guadalupe que iba a dejar el vicio si no me petateaba. Tantas veces le he dicho eso, creo ya me toma a chascarrillo. Pero esta vez me pasó algo retefeo. Ahora si pienso cumplir mi palabra. Figúrese usted.

Esa noche, medio me enderecé para sentarme y seguí tomando de la botella pistito a pistito; cuando miré un señor, igualito a mí.

     —¡A cabrón, ahora tomé de más! dije en voz alta: él se acercaba.

     —De veras, Porfirio, de veras no tienes vergüenza. Yo también soy Porfirio, soy tú pues ­dijo ese julano, la verdá ni me espanté, sólo me pareció rarón.

Pos mejor le dije- así voy a tener dos panzas para atiborrar de alcohol. Tengo un rabillo en la botella para ti, no me gusta compartir, pero al cabo si tomas tú como eres yo, tomo yo. Pos mejor tomo yo, al cabo igual tomamos… ¿juntos?… al cabo soy…yo y ¿tú?… ¿yo?… al mismo… ¿tú?… ¡A chinga! Ya me hice bolas. Sabes, mejor tomamos de a trago para no embrollarnos.

     —Te crees muy macho bebiendo, Porfirio, mírate, estás solo y no aprendes; gual a tu apá vas a morir de borracho.

     —¿Quién dijo eso? Puro argüende “ombre”, yo dejo el pisto cuando quiera dije disgustado.

     —Mírate pues cómo andas, bien dijo tu mamacita que el vicio te iba a dejar solo, hecho un güeno para nada.

Con mi jefecita no te metas, o te agarro a sombrerazos –amenacé.

     —Me meto porque también es la mía dijo el rejijo y siguió hablando Pobre de tú mamacita, recuerdas que te llevó hasta con una hechicera, pa´ver si el alcoholismo era de embrujo. Hay ibas con cara de calabaza alunada diciendo: “Son mis enamoradas jefecita” Esa vez me reí de buena gana, quién iba a querer a un borracho cagado como tú. Peor todavía, cuando la bruja te encuero pa´hacer la limpia, le dijiste que pasara las hierbas por tu pito arrugado. “¡Ay, papacito! Eso ni con hechizos se endereza”, dijo y tú sintiéndote muy macho. Sigues igual de caliente.  De veras, Porfirio, de veras que no tienes vergüenza.

     —¡Cállate! Caramba, si vienes a molestarme, lárgate a la chingada, Porfirio.

     —Pa´peor, el amuleto que te colgaron en el pescuezo lo cambiaste por un cuarto de licor en la tienda de doña Trina, diciendo: “es remilagroso”.

Después de eso, tu pobre madre, no se dio por vencida, vendió toda las chivas a precio de gallina, para llevarte a eso del ovnilaif, quesque pa´que no te pudrieras por dentro; hay vas de nuevo con es panzota de chirimoyo negro. ¡Ya ni chingas!, si no ibas a dejar el mezcal, pa´qué les hacías gastar así nomás. De veras, Porfirio, de veras, no tienes vergüenza ni poquito amor por tu jefecita.

     —A mi jefecita la quiero, verdad de Dios, la quiero le dije con el sentimiento cayéndome por los ojos.

     —Pues no creo, mientras ella pataleaba ahogándose de la pulmonía tú andabas en la cantina con el dinero de la última chiva. En el entierro ni apareciste. La dejaste tan pobre que no hubo quién le llorara, sólo tu esposa, Lucecita, le prestó unas lágrima pa´que se juera llorada, pues su único hijo estaba miado y tirado en la entrada de la cantina. ¿Ahora vas a chillar, Porfirio? Pues chilla, es todo lo que puedes hacer ahora.

Sí al principio, Lucesita cuidaba a tu hijo, mientras tu mamacita andaba buscándote, cuando ella murió, la pobre de tu mujer cargó contigo, completito. También hizo su luchita para sacarte del vicio. Pero nada.

Con Lucecita no te metas; te agarro a moquetazos aunque seas yo.

¡También era mi Lucecita! Piche Porfirio, le robaste todo por ese vicio maldito. Y ella tan güena contigo. Vendió la burra, la única pa´cargar leña, para llevarte a una casa de rehabilitar, ¿y tú? Te escapaste al tercer día, De veras Porfirio, de veras, no tienes vergüenza.

Después vendió lo último; unos aretes de oro, herencia de su abuela, pa´llevarte a la ciudá para ponerte agujas en el lomo y parches en las orejas, pa´ver si dejabas lo borracho, pero nada, te quedaste en la ciudá tomando un mes enterito. De veras, Porfirio, de veras, no tienes vergüenza. Pobre Lucecita, se ilusionó con tu compostura, mejor te hubiera cosido el hocico con las agujas, en lugar de gastar así na más.

Cuando volviste de la ciudá muriéndote fue por ti a la plaza, te trajo arrastrando hasta la casa. Tu hijo chiquito, Jaimito, te jalaba una pata con sus manitas, tratando de ayudar a su madre embarazada. Lucecita, preocupada, se puso a hervir hojas de ruda; antes, te llevó huevos frescos y Coca para apaciguarte la resaca, te lo dio en la boca igual a un chilpayate; y tú parecías becerra vieja que no quiere deja de mamar leche.

Tiempo después, también te curó de la rascadera que traías en las nalgas; no podías ni caga por el ardor. Hay estaba la pobre aplicando ungüentos, poniéndote maicena por las noches. Pero apenas te salió un pedo sin dolor, te largaste a beber. De veras, Porfirio, de veras, no tienes vergüenza.

     —Cállate le dije, pos era un puro llanto, alzaba el pescuezo pa´agarrar aire, sentía ahogarme.

Mataste a tu jefesita de puro sufrir y a Lucesita, también. Has de estar a gusto, Porifirio, verdá.

La pobre murió del parto del segundo hijo, porque estaba pariendo sola, el niño se enredó adentro, al menos eso dijo la partera cuando la revisó, pero explicaciones tarde pa´qué. Y tú luego, luego te fuiste a emborrachar, según tú pa´apaciguar el ramalazo que sentías en el alma, como si algún día te hubiera interesado la familia. Lucesita se ganó muchos cielos contigo. Lo malo es la criaturita de dos años que dejó y cuida tu suegra.  De veras, Porfirio, de veras, no tienes vergüenza.

Mientras me secaba los ojos lloviznados y resollaba de la tristeza, se jue el otro yo, ni supe por dónde. Pero desde ese día dejé el pisto. Pero hay días y noches enteritas que la soledad me corretea por toda la casa con una botella de alcohol en la mano, pero de plano ya no quiero beber. Por mis muertitas ¡No vuelvo a beber!

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About Author

Esteban Sevastian

Mi nombre es Esteban Sevastian Valencia, nací el 25 de enero de 1986 en Santiago Tangamandapio, Michoacán. Vivo en Cd. Benito Juárez, N.L. Estudié filosofía en el seminario de Monterey donde actualmente estudio teología.

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