¿Recuerdas aquel ventarrón del 18 de marzo? Fue un martes gris en que las calles lucían vacías, empolvadas y sin luz eléctrica. Un fenómeno extraño sucedió, en donde la calle tuvo un extraño tono en su voz.
Una consecuencia de esto fue que la ciudad de Monterrey y su área metropolitana no estuvo preparada para una catástrofe de tal magnitud; sin embargo, algo más allá salió a flote, un problema que concierne a la ecología visual y la contaminación: la fragilidad de los anuncios panorámicos.
Nos percatamos que la ciudad estaba (y está) inundada de espectaculares y toda clase de anuncios que, a ciencia cierta, son innecesarios para la mayoría, pero en sentido comercial y para organizaciones gubernamentales, son indispensables. En su momento, pasada la tempestad, las autoridades municipales y estatales dieron importancia a este suceso considerándolo como fundamental en las siguientes acciones para la mejora de la urbanidad (quitar espectaculares, disminuir su incidencia en las avenidas dada la vulnerabilidad que mostraron al ser derrumbados por la tolvanera); no obstante, el tiempo siempre es un factor para comprobar hechos.
En este sentido, del suceso ya han pasado diez años y aquella promesa de restaurar la urbanidad de panorámicos se la llevó, en efecto, el mismo viento. Sigue existiendo el peligro de una nueva amenaza, los anuncios están al borde de las avenidas y los ciudadanos, peatones como automovilistas, andan inseguros porque no hay ninguna ley que los proteja del riesgo. Además, visualmente no es estético. La publicidad inmersa en estos espectaculares se remite a la moda, al comercio y a la venta de algún producto, no teniendo en cuenta que también, al menos, se podría ejercer una publicidad didáctica o creativa, de modo que ayude a decorar a la tan vilipendiada ciudad. En ocasiones, vemos en las calles mamparas en las paradas de autobuses que obstruyen la visibilidad de los viandantes, así como de los conductores. Esta situación ocasiona trastornos viales y hasta accidentes, pues distraen la atención, así como impiden ver de manera correcta el camino.
Si seguimos ocasionando con estos anuncios desde accidentes hasta una contaminación visual, desde luego que existirán los mismos problemas que antaño no se resolvieron. Aquí el detalle no es echar culpas, sino analizar a quién compete exactamente revisar estas anomalías. Para el ciudadano toca revisar si a través de ONG´s sea posible meter propuestas para la mejoría de esta situación. A las autoridades, por supuesto, concierne comprometerse en estandarizar políticas y medidas que reglamenten la licitación de publicidad en zonas verdaderamente adecuadas para su instalación.
Recientemente surgió la iniciativa de reutilizar el espacio del Río Santa Catarina como un gran parque, hacerlo un “pulmón verde” y área de actividades en beneficio de la población; sin embargo, esto no es viable. Recordemos que las inundaciones causadas por el Huracán Alex en 2010 causaron estragos en el Río, provocando que cualquier objeto, carpa o construcción sobre el lecho se lo llevara la fuerte corriente. Es un acto natural de causa y efecto: ante un desastre de tales magnitudes e implementando nuevas construcciones en el cauce, necesitamos hacer conciencia y ver todos los puntos clave del tema. En este sentido, no bastan las buenas intenciones de hacer Consulta Popular para que se construya un proyecto de movilidad a las orillas del lecho del río. Las personas que promueven tal situación, es necesario que se pregunten la viabilidad y la sustentabilidad, pero mucho más el impacto y el peligro que pueda ocasionar ante un desastre natural.
Mas, ¿existe una noble intención para mejorar la urbanización y dar una vista más agradable a la ciudad haciendo que el Río Santa Catarina sea “más bonito”?, ¿o es un contubernio político que contiene amaño en su voz? Con el tiempo lo sabremos.
