Envuelto en velos blancos, el pequeño parece estar a punto de alzar sus brazos hacia su madre. La fotografía es engañosa, pues se trata de un infante que ha fallecido, y sus ojitos fueron pintados para dar el brillo de vida.
Lo que narramos es la única fotografía que existe en el panteón El Carmen de un “angelito”, esos niños que morían antes de cumplir sus siete años y que, por tradición de la época, su cadáver era retratado para la posteridad.
Aunque es una tradición muy extendida por el centro y sur del país, se tenía poca información sobre este hábito casual a comienzos del 1900 en Monterrey.
Mediante una investigación realizada por los arqueólogos Julia Santa Cruz Vargas y Enrique Tovar Esquivel se han recuperado algunas fotografías de este tipo, situadas en municipios como Allende, Montemorelos, Santa Catarina o San Nicolás.
Y en ese descubrimiento, la fotografía de una muerte niña en el Panteón de El Carmen (abierto en 1901) destaca.
“Los primeros registros de fotografía hacia la muerte niña están en el centro del país pero no teníamos registros de Nuevo León hasta en los últimos años. Después de la investigación se obtuvieron imágenes de Santiago, Montemorelos, Santa Catarina o en San Nicolás”, comentó Enrique Tovar Esquivel, quien junto a Julia Santa Cruz Vargas ya prepara una publicación sobre el tema.
El retrato a los “angelitos” –niños de hasta siete años que morían– fue una práctica funeraria ampliamente desarrollada desde finales del 1800 y hasta 1940, que nació en Francia y se esparció por todo el mundo.
La tradición indicaba que como esos niños pasarían directamente al cielo por no cometer pecado, no había motivo por el cual se estuviera tristeza por sus muertes, sino todo lo contrario.
Aunque no dejara de ser un proceso doloroso para la madre, era común que los familiares se reunieran alrededor del cadáver para posar ante la foto. Incluso, había quienes llevaban el cuerpo del recién fallecido al estudio fotográfico.
“Como en esa época no había dinero para tomarse fotos en vida, y aunado a que la muerte siempre llega cuando menos lo esperas, se buscaba tener un retrato del niño para el recuerdo, aunque estuviera muerto”, opina el arqueólogo e historiador.
La fotografía de los “angelitos” fue toda una tradición hasta 1940, en donde eran expuestas en la sala, el comedor o en la recámara.
Ahora, este registro fotográfico se está perdiendo porque los herederos que hoy reciben estas imágenes prefieren romperlas y tirarlas, por el miedo que pueden llegar a provocar.
“Ya la tradición se perdió, ahora tenemos tantas fotografías de nosotros en vida que esas son las que conservamos. Ahora, la gente rompe esas fotografías porque les asusta, lo ven como algo malo pero no comprenden la época en que se tomaron en donde se tenía mucho aprecio por esas imágenes”, concluyó Tovar