El autor de La virgen de los sicarios realizó una evocación de la infancia, en especial de las formas de tener contacto con México, durante la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Fernando Vallejo siguió fiel a sus opiniones, a su manera de entender la vida: provocador como pocos, al mismo tiempo provocó muchas risas entre quienes se acercaron a la inauguración del encuentro editorial, aunque también cejas levantadas entre quienes son cercanos de los objetivos de sus comentarios.
Antes de la entrega del galardón, a cargo de Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Fernando Vallejo realizó una evocación de la infancia, en especial de las formas de tener contacto con México a través de la música: de las Cartas Eufemia, de Chava Flores, de sonidos que lo marcaron en su vida.
Pero también de la política, en especial de la política mexicana: algunas muy directas, como su aseveración de que en las “siniestras policías del PRI está el semillero de todos los cárteles de México”; otras un poco matizadas, como cuando de un sexenio administrado por un “gato con botas, que se instaló en Los Pinos, se inflamó de vanidad, se convirtió en pavorreal y burro que empezó a rebuznar”.
Hizo lo que ya había anunciado: Fernando Vallejo donó, en partes iguales, el monto económico del Premio FIL Literatura en Lenguas Romances —150 mil dólares— a dos asociaciones protectoras de animales, aunque se quejó por no haber podido entregar directamente los recursos a dichas instituciones, “porque cuando tomo dinero, me tengo que lavar las manos”.
Un hombre que crea cantando en tiempos oscuros, como lo definiera el periodista español Juan Cruz,
“Han pasado 40 años desde esa noche en el Tenampa y ese amanecer en ese hotelito de la calle de Isabel la Católica, y me fui quedando: aquí he escrito todos mis libros y a mí me piden que hable, pero como México calla, yo tampoco pienso hablar.”