FCE edita novela secreta de Alatorre

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FCE edita novela secreta de Alatorre

FCE edita novela secreta de Alatorre


Todos sabían que el filólogo dedicó su vida al estudio de las letras, pero pocos conocían sus inquietudes como escritor. Ahora aparece La migraña, una obra de ficción que publica el Fondo de Cultura Económica (FCE)

Durante muchos años, el filólogo tapatío Antonio Alatorre trabajó en una novela que nunca vio la luz en su larga vida -murió en 2010, dos años antes de cumplir nueve décadas de existencia-; se trataba, sabían algunos, de una historia en que la memoria desplegaba su trama y permitía a Guillermo, el protagonista, evocar el pasado y unirlo con el presente, pero sobre todo reflexionar sobre la vida.

Dos años después de la muerte del traductor, editor y autor de numerosas obras, entre ellas: El apogeo del castellano y 1001 años de la lengua española, apareció la única novela que escribió: La migraña, que consideraba valiosa pero sin llegar a ser extraordinaria, y que ha sido publicada por el Fondo de Cultura Económica, con la anuencia de sus hijos.

Justo ellos: Silvia, Gerardo y Claudio fueron los primeros lectores del texto y los que decidieron que esa pequeña novela tan autobiográfica debía salir del archivo de su padre y ser publicada para dar cuenta de un ejercicio inédito de Antonio Alatorre en el terreno de la ficción y al mismo tiempo rendir un homenaje a una trayectoria dedicada a la literatura.

Se sabía que Alatorre, nacido en Autlán, Jalisco en 1922, tenía una novela escrita a máquina en su mítica Olivetti Lettera; se intuía que en realidad nadie la había leído, ni siquiera sus hijos; se suponía que el propio autor se negaba a publicarla porque quería someterla a una evaluación de sus pares.

Incluso hoy en día no se sabe si lo hizo, si le mandó su manuscrito a Jorge Aguilar Mora, de quien quería tener su opinión. No lo sabe a ciencia cierta Silvia, su primogénita, quien habla sobre la novela de su padre, sobre los varios elementos autobiográficos que contiene, entre ellos que en su juventud Antonio Alatorre padeció migraña.

La novela, que ya está en librerías, como parte de la colección Letras Mexicanas del FCE, es un viaje al interior del personaje, tal como lo afirma el autor: “Mi escritura es como un retrato de mi conciencia. Escribir es aceptar mi irrealidad, mi muerte, pero también mi realidad, mi única verdadera realidad. Porque no se trata solamente del plumbago de Autlán, de los manzanos de la casa de Tlalpan, o del césped de aquí, recién cortado: también yo me desrealizo y afantasmo con cada palabra que escribo”.

Una novela sin final

La aparición de dos manuscritos de La migraña -uno tan añadido y corregido que era imposible leerlo y otro más avanzado y limpio- en el archivo personal de Alatorre, no fue sorpresa para sus hijos, siempre supieron que su padre estaba queriendo escribir una novela. “Sabíamos que se llamaba La migraña porque él de adolescente había sufrido de migraña”, relata Silvia.

Confirma que ni ella ni ninguno de sus hermanos la habían leído, ni tampoco sabe si alguien ajeno a la familia la leyó; lo que sí sabe es que mucha gente sabía que estaba en el horno, que la estaba escribiendo. “Hasta que murió mi papá accedimos a los archivos”.

La verdadera sorpresa al encontrarla y leerla fue el final tan abrupto; en realidad no había final, Antonio Alatorre había dejado su única novela inconclusa. Sus tres hijos decidieron “con la mejor de las intenciones hacerle un final lo más parecido al estilo que él llevaba. Cosa irrepetible”.

El proceso de conclusión a seis manos fue divertido y alegre. “Fue un trabajo de creación conjunta entre mis hermanos y yo, nos divertimos como enanos. Fue barajar varios finales, darle punto final y de pronto ver que no checaba con los tiempos.

“Ya le habíamos echado filología al trabajo de mi papá porque dejó dos versiones, una que prácticamente era un borrador y era ilegible por lo apretado y tachoneado y otra que ya era más trabajada; nos basamos en esa segunda versión pero de todas maneras hubo que hacerle trabajo de edición, alguna coma. Fue muy divertido hacerle filología a Antonio Alatorre. ¡Cómo nos atrevimos! De alguna manera ahí estaba mi papá, divirtiéndose con nosotros, con nuestras penurias”, afirma Silvia.

Acepta que escribir el final fue un reto y un acto temerario; era evidente que se trataba de un buen trabajo aunque no era El Quijote de la Mancha, dice divertida, pero sí una novelita “que se deja leer muy rico y como además es muy autobiográfica”, había muchos detalles.

 

En pos de sus obras completas

Esta novela es la primera de las obras póstumas de Antonio Alatorre, y aunque Silvia se niega a adelantar algo, pues ese es el trabajo de Martha Lilia Tenorio, dice que en el archivo de su padre hay trabajos que se podrían publicar en un tiempo.

“Sé que hay cosas bastante adelantadas y en cuanto se pueda iremos sacando a la luz nuevos materiales. No es que vaya a ver grandes sorpresas, no serán como La migraña, pero el resto de la producción es bastante previsible para los eruditos”, señala.

Silvia Alatorre, matemática de profesión y catedrática de la Universidad Pedagógica Nacional, se ha impuesto junto con sus hermanos otro reto: publicar las obras completas de su padre y hacerlo en una coedición en la que va a participar el Colegio Nacional, del que Antonio Alatorre era miembro, y con alguna editorial que permita mayor difusión.

Sabe que se trata de un trabajo más tenaz y que implica un proceso más largo, pero está en buenas manos, en las de Martha Lilia Tenorio, quien era la discípula preferida y más cercana de Alatorre y con quien trabajó varias obras.

Es ella la que conoce la obra de Antonio Alatorre y la que está trabajando en el archivo del filólogo; todos confían en hallar nuevas cosas, pero saben que nada superará a La migraña, esa novela que da cuenta de la escritura, la literatura, el acto de escribir, los autores y por supuesto la migraña, ese mal que dice Alatorre: “Sigue a los ojos como la sombra al cuerpo”.

Lo que dio por hecho fueron las obras completas en una coedición. “Tenemos la idea de que será una cosa simultánea; está la publicación de las obras completas por parte de El Colegio Nacional, que eso de todas maneras avanza, pero lo vamos a combinar con una edición que tenga algo más de difusión“.

Muchas de sus obras sobre lengua y literatura y sobre la poesía española de los Siglos de Oro, nacieron del acervo de su biblioteca personal que, tras su muerte, el 21 de octubre de 2010, fue donada a la biblioteca de El Colegio de México; sin embargo, Silvia afirma que no era tan amplia ni ambiciosa como la de otros escritores.

“Su biblioteca no era grandísima, porque mi papá usaba mucho las bibliotecas de los centros de investigación y estudio, no era un guardador compulsivo de libros, de hecho su biblioteca, que sí había sido muy extensa, dejó de serlo en algún momento y ya no le interesó recuperar el gran acervo; él iba a las bibliotecas, siempre tenía sus apuntaditos de qué necesitaba buscar. Sí, era una biblioteca de erudito, pero no como oigo que era la de Alí Chumacero; era una biblioteca con cosas muy notables y otras que ya no encontramos”, afirma.

Los tres hijos del profesor de la UNAM, El Colegio de México y la Universidad de Princeton están comprometidos con la obra de su padre a pesar de que lucharon por alejarse de la literatura; los tres, en menor o mayor medida, están ligados a la academia y a la lectura.

“Salimos huyendo de la literatura cuan lejos pudimos y de la academia, pero luego sí regresamos a la academia; mis dos hermanos son ingenieros, el mayor de los dos es ingeniero agrónomo y se dedica a cosas de sociología rural, y el menor es ingeniero civil y se dedica a cosas de energía y política energética; yo soy matemática y me dedico a la educación”, cuenta Silvia.

La realidad es que a pesar de sus pretensiones de estar lo más lejos de la literatura “no pudimos mucho porque terminamos muy cerca de la academia”; son ellos los que escribieron el final de La migraña, ese final que Antonio Alatorre no quiso escribir pero que tal vez le hubiera gustado tal como lo concluyeron sus hijos a seis manos y que en una frase dice: “La migraña del Guillermo de 15 años, tan lejana, al mismo tiempo está aquí, al alcance de mi mano”.

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About Author

Luis Valdez, autor de la novela corta Estíbaliz y la Tormenta (2000), el libro de relatos Territorio de leones (2006), la plaquette de crónicas Por qué los cleaners no van a salvarnos (2011) y la novela corta Mascotas muertas (2012) Es parte del consejo editorial de la revista El Culo del Mundo. Escribe la columna diaria Malditos Hipsters en 15diario.com y mantiene el videoblog La Miserable Mañana del Domingo en youtube.com Becario del Centro de Escritores de Nuevo León y del FONCA en la categoría de novela.

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