Las epidemias que azotaron a Monterrey

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El recuento de la memoria: contagios incesantes en la ciudad.

La enfermedad ha azotado las tierras del estado de Nuevo León en varias ocasiones, generando temor y muerte entre la población. Sin embargo, los esfuerzos de gobierno, iglesia y población civil, han logrado detener el crecimiento estratosférico de las epidemias.

De entre todas las enfermedades que han azotado a Monterrey, resaltan aquellas por su magnitud de contagio, por su impacto de bajas humanas y las atrocidades que dejaron, como por ejemplo, la viruela, la fiebre amarilla, el cólera y recientemente la Influenza A H1N1, todas ellas dejando escenarios fríos de terror , pero también aprendizaje sobre su contagio.

Viruela, 1798

En el marco del siglo XVIII, donde el Nuevo Reino de León se integraba a la producción de la Nueva España, se suscitó un acontecimiento que impactó el ritmo de vida: en 1798 los habitantes sufrieron los embates de una epidemia de viruela que había sacudido la provincia de Guatemala. ” Es considerada la primera epidemia y la más fuerte de la historia de Monterrey”, comentó Alberto Casillas Hernández, Historiador.

La viruela es ocasionada por el virus Variola, y se caracteriza por la gran cantidad de erupciones con pústulas que aparecen en el cuerpo y por la fiebre alta de una persona  infectada.

Una vez que el gobernador del Reino don Simón de Herrera recibiera la noticia de que la infección se estaba esparciendo, avisó al Cabildo de la ciudad para colocar medidas preventivas y controlar el mal, así, se elaboró un plan para su combate, nombrando a Fray Antonio de la Vera y Galbez, Religioso del Convento de Propaganda Fide del Colegio de San Fernando de México, responsable para aplicar la curación.

Se solicitaron medicinas y se extendieron cuerpos de auxilio y curación en veinte cuarteles alrededor de la ciudad, mismos que fueron capacitados por el fraile.

“Otro de los mecanismos de auxilio de éste plan de contingencia, fue la apertura de un hospital provincial, con el fin de atender a aquellos que vivían en Xacales”, comentó Casillas.

Para obtener fondos y hacer frente decoroso a la epidemia, se realizó una colecta donde participaron la iglesia, el cabildo y vecinos pudientes, con la cantidad reunida se compró ropa, alimentos, medicinas y maíz para atole.

Para el mes de julio de ese año, la epidemia había sido controlada, así, el cabildo extendió un agradecimiento al Fray Antonio de la Vera por el incesante trabajo que realizó, y ello puso a su disposición trescientos pesos en pago por la ayuda.

A pesar de los esfuerzos por salvar vidas, la imagen de la tragedia en el Nuevo Reino de León se refleja en el número de muertes (1,079 fallecimientos por esta epidemia). Más del 10% de las víctimas fueron en Monterrey.

“Sin lugar a dudas, este acontecimiento alteró de manera importante la vida social con vistas al siglo XIX”, agregó con tristeza el historiador.

Fiebre Amarilla, 1814

Indicios de la brutal fiebre amarilla, nombrada así por los signos de ictericia que afectan a los pacientes, fueron encontrados en la villa de Saltillo en 1814.

La fiebre, también conocida como vómito negro, es un síndrome de fiebre hemorrágica ocasionada por un flavivirus, el virus de la fiebre amarilla, y que es transmitido por los mosquitos Aëdes  aegypti y Haemagogus.

Los miembros del ayuntamiento regiomontano ordenaron que Miguel Pagés, cirujano del  Ejército Realista, pasase a inspeccionar a los enfermos.

La rápida intervención del cabildo en la toma de decisiones, como separar a los infectados internándolos en hospitales, (uno de ellos el actual Museo de Culturas Populares), provocó que este brote epidémico no registrara víctimas estratosféricas.

Sin embargo, se tienen otros registros de esta fiebre: entre 1839 y 1848 donde se atribuyeron intensos brotes a movilizaciones de tropas americanas y mexicanas, los más importantes ocurrieron en Tampico en los años de 1843, 1847 y 1848 en los que hubo grandes pérdidas entre los soldados de los ejércitos de ambos bandos.

Cólera Morbus, 1833

Otro de los contagio más mortales que resistieron los regiomontanos fue provocado por el cólera morbus en agosto 1833, que se caracteriza por diarrea acuosa profusa, vómitos y entumecimiento de las piernas.

Los meses más fuertes de la infección se registraron entre agosto, septiembre y octubre de ese año. Algunas crónicas refieren que los cadáveres eran transportados a los camposantos en carretas  y sepultados inmediatamente para evitar el contagio de este mal. Incluso, el gobernador del estado ordenó que los festejos del 16 de septiembre se pospusieran hasta el 4 de octubre, debido a que la epidemia no había cedido en sus embates a la población.

Al final, el recuento de los daños ocasionados por la infección es frío, y se habla que ocasionó 667 decesos de los 886 que se suscitaron en todo el año, el equivalente a una sexta parte de la población de Monterrey. “Fue uno los hechos más dramáticos para la población regiomontana del siglo XIX”, finalizó el historiador Casillas.

Influenza A N1H1, 2009

Otra de las epidemias que recientemente generaron pánico entre la población regiomontana, es la variante de la gripe conocida como Influenza  tipo A N1H1 que afectó a México y Nuevo León entre abril y octubre del 2009.

Esta enfermedad se transmite por medio del estornudo o contacto con personas con el virus, que entra al cuerpo por la vía de la nariz, boca y ojos, y sus síntomas son fiebre mayor a 38º C, tos, dolor de cabeza y articulaciones.

Durante el periodo comprendido, se vivió en todo el país un estado de alerta, que involucró campañas de difusión sobre sus cuidados para evitar el contagio, suspensión de actividades educativas, entre otras.

En nuestro país se produjeron 1,329 muertes por esta enfermedad de más de 72,548 casos confirmados.

Este tipo de hechos nos muestra aún podemos ser invadidos por enfermedades de alto grado de contagio, y que sin duda, al no tomar las medidas epidemiológicas necesarios, puede destruir incluso una sociedad completa.

(Bloque Anexo)

Héroe entre los enfermos: Fray Antonio de la Vera y Gálvez:

El padre fray Antonio de la Vera y GáIvez adquirió fama durante la grave epidemia de viruela en 1798 por su caridad en la atención y curación de los enfermos, tarea que se le encomendó por ser “muy entendido en medicina”.

Llama la atención que contara con un método para la curación de la viruela cuando el descubrimiento de la vacuna se diera en 1796 por el médico rural inglés Edward Jenner, sólo dos años antes de la gran epidemia de Monterrey, tomando en cuenta que las comunicaciones y transporte llevaba mucho más tiempo que el día de hoy, resulta interesante cómo De la Vera conocía dichos cuidados.  Además, se tienen datos que el fluido vacuno llegó a la Nueva España en 1803, traído por la expedición filantrópica dirigida por Francia de Javier de Balmis y decretada por el rey Carlos IV de España.

Una explicación al adelanto conseguido por el padre De la Vera y Gálvez podría ser que hubo lugares donde religiosos y médicos habían leído y recibido la vacunación contra la viruela en preparaciones en cristales sellados, llevada por los ingleses. Al padre se le ha considerado el primer médico práctico llegado a la provincia.

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About Author

Eduardo Cázares Puente (1976- ). Es Licenciado en Historia por la UANL. Maestría en Educación por la Universidad Tec Milenio, además de ser catedrático de este centro de estudios desde el 2009. Es paleógrafo e investigador de temas de historia del Noreste de México y autor de los libros Nuevo León durante la Guerra México-Estados Unidos (1846-1848); Monterrey: revoluciones, guerras y comerciantes (1808-1855), tomo III de la enciclopediaMonterrey: origen y destino (2009). Ha colaborado con artículos en revistas como Atisbo, Actas y Relatos e Historias.

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