Con una nueva investigación del antropólogo Enrique Tovar, pretende descifrar los enigmas de las prisiones de Monterrey del siglo XVII al XX.
El recientemente ganador del 8º Premio de Investigación Histórica “Israel Cavazos Garza 2011”, realizó una investigación a profundidad y con documentos de primera mano, logró abrir las puertas de las prisiones y mostrar no sólo su infraestructura, sino también, el modo de vida de los reos.
El también Dr. en Antropología por la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana), Enrique Tovar, le llevó más de un año terminar la investigación y sus fuentes las obtuvo en sitios como el Archivo Histórico de Monterrey (AHM), el Archivo General del Estado de Nuevo León (AGENL), el Archivo General de la Nación (AGN), además de pruebas de campo, simulaciones por computadora y entrevistas, que le permitieron armar y cerrar su trabajo de investigación que finalmente tituló “Entre sillares, maderos y barrotes. La prisión en Monterrey del siglo XVII al XX”, el primer documento enfocado en el tema y que esclarece huecos en la historiografía norestense antes indescifrables.
“En la investigación encontré muy poco material de los antiguos historiadores, sí acaso mencionaban una o dos líneas sobre el tema, por lo que me tuve que apoyar en las fuentes de primera mano”, agregó el antropólogo.
Y estas fuentes son los documentos originales, los trazos de las estructuras, el material de las mismas, hasta el estilo de vida de aquella época. En sí, la mencionada investigación nos pintará en una primera parte los espacios físicos de las cárceles de la ciudad, y en una segunda, se nos relatará sobre la vida que llevaban los presos.
La infraestructura.
Cárceles como las que se encontraban en las antiguas Casas Reales (actualmente es el lugar donde se ubica el Museo Metropolitano de Monterrey en el centro de la ciudad) contaban con un bodegón de sillar alrededor de 10 metros por 15, “Estamos hablando de alrededor de 1602 cuando se construyó esta primera prisión en Monterrey”, agrega el especialista.
“En este espacio podían estar prisioneros hasta cincuenta personas”, agrega Tovar, “las cuales eran condiciones muy poco humanas, debido a que sólo se contaba con una puerta de madera y una ventana en la parte alta de la habitación.”
Esta información se obtuvo al momento de realizar excavaciones arqueológicas en el actual Museo Metropolitano en el año de 2008 y 2009, y las pistas fueron embonando hasta concluir que se trataba de una prisión. “Seguramente con paredes de sillar, muy poco espacio libre, y con poca corriente de aire”, agregó el especialista.
Además, un dato curioso de dichas prisiones, era la práctica común de la fuga de reos, consecuencia de las malas instalaciones, debido a que muchas ocasiones sólo era necesario forzar la puerta o excavar un pozo en el piso de tierra.
Así, dichas infraestructuras impactaban directamente en la vida de los reos y provocaban que su estancia en dichos lugares fueran deprimentes y de poca utilidad para rehabilitar su vida. Esto orilló a Tovar para preparar la segunda parte de su trabajo.
La vida de los reos en 1600
La primera cárcel en Monterrey se construyó muy probablemente desde la fundación de la ciudad. Allí, reos de todas las edades e inclusive de ambos sexos convivían en el espacio limitado de la cárcel de Monterrey. “Creo que esta es una de las partes más interesantes de la investigación, debido a que encontramos datos, piezas y pistas, que nos llevaron a conclusiones sobre el estilo de vida dentro las prisiones de sillares”, mencionó Tovar.
Una de estas particularidades era que sólo se contaba con una cubeta para realizar sus necesidades fisiológicas, misma que era cambiada sólo una vez al día. Además, en el mismo espacio se reunían tanto presos sentenciados, como por sentenciar, “esto debido a que el denunciado podía escapar fácilmente de la ciudad”, agregó.
Como respuesta a este problema, el gobierno local decidió colocar cepos a la mayoría de los reos, es decir, una tabla con usualmente tres perforaciones donde cabían las manos y el cuello. Y de esta forma se minimizaban las fugas.
Aunado a esto, Tovar menciona la poca ventilación del lugar, por lo que las enfermedades eran propensas a atacar, incluso, se sabe que en el siglo XVIII, según documentos del ramo de Causas Criminales del Archivo Histórico de Monterrey, que dos indígenas pertenecientes al grupo de “Los del mal nombre”, fueron capturados y encerados en una de estas prisiones, ocasionando la muerte de ellos, debido a la falta de higiene y de libertad. “Debió ser un hedor espantoso, tanto a desechos humanos como a humores del mismo cuerpo”, agregó el investigador.
Otro dato interesante de la vida en la prisión del siglo XVII, es que para los reos les eran permitidas las visitas conyugales, sin embargo, no se contaban con instalaciones separadas al bodegón del sillar, por lo que la “visita” se tenía que realizar en el mismo espacio a la vista de los demás reos. Además, menciona Tovar, era una práctica común que en el mismo cuarto estuvieran detenidos tanto hombres como mujeres, “La separación de géneros en las prisiones se dio mucho tiempo más adelante”, agregó.
Así, el investigador comenta que la historia de las prisiones antiguas se puede analizar de dos puntos de vista, por un lado la infraestructura y por el otro la cuestión social.
Nuevas líneas de investigación.
Además, éste tipo de trabajos abre nuevos panoramas para los jóvenes historiadores, colocando en el mapa nuevas líneas de investigación.
“Con esto se plantea un inicio, es una investigación que no termina, de la cual se pueden obtener nuevos temas”, agregó Tovar.
Un ejemplo de esto pueden ser las causas criminales, que durante la época colonial se perseguía y se penaba el famoso Pecado de Nefando – relaciones entre personas de manera ilícita, homosexualismo y zoofilia- que era castigado con prisión o muerte, pero lo curioso de esto, es que también se castigaba al animal “tanto el agresor como el agredido eran culpables del delito, y eran defendidos por un mismo abogado, es decir, uno por hacerlo y el otro por dejarse”, mencionó el investigador e hizo referencia a muchos casos donde se le dio muerte a yeguas, becerros y otros animales por haber participado en este tipo de actos.
Otra de las líneas de investigación que abre el tema, menciona el antropólogo, es el trabajo social que ya se realizaba desde entonces, “era común que el castigo al delito era servir a la comunidad hasta pagar el daño ocasionado”, mencionó. Y muchas veces era trabajar en alguna oficina de gobierno, desde hacer la limpieza hasta cuestiones administrativas.
Así, el trabajo “Entre sillares, maderos y barrotes. La prisión en Monterrey del siglo XVII al XX”, que será publicado a finales de éste año, nos abre las puertas de las cárceles de la ciudad para realizar nuevas investigaciones y conocer más de nuestro pasado. El Premio de Investigación Histórica “Israel Cavazos Garza” se realiza una vez por año y está auspiciado por instituciones culturales de renombre a nivel nacional como CONARTE, UANL, El Colegio de la Frontera Norte, entre otros.
Ubicación de cárcel |
Años de utilidad |
Delitos más comunes |
Casas Reales de Monterrey (hoy Museo Metropolitano de Mty) |
1596-1860 aprox. |
Pecados de nefando, robo, hechicería, asesinato |
Convento de San Andrés de los padres franciscanos (hoy Círculo Mercantil Mutualista) |
1860-1898 aprox. |
Robos, asesinatos |
Penitenciaría del Estado (sobre la Calzada del Progreso, hoy Ave. Pino Suárez a un lado de la Alameda) |
1898-1950 |
Presos políticos, robos, asesinatos, estafas |