El 23 de enero de 1989 falleció el gran pintor español Salvador Dalí, genio de las artes plásticas hispanas.
Salvador Dalí falleció, según el parte médico, a las 10.15 de ayer en Figueres, a los 84 años, a consecuencia de un paro cardiaco. Dalí tuvo una muerte “tranquila y digna”, subrayó poco después el abogado Miguel Doménech que, junto al alcalde de Figueres, Mariá Lorca, y Arturo Caminada, el fiel mayordomo y hombre de confianza del pintor durante los últimos 37 años, le acompañaron en sus últimos momentos. Ninguno de los familiares de Dalí acompañó al artista. Su hermana, Ana María, que sufre una fractura de fémur, permaneció en su domicilio de Cadaqués, sin poder acudir a Figueres. Su prima Montserrat declaró que no ha podido ver al artista en los últimos cinco años. “No sabré nunca si era él quien no quería verme o no le dejaban”, subrayó.
Salvador Felipe Jacinto Dalí Doménech nació en Figueras, España el 11 de mayo de 1904. Su padre, un notario de buena posición económica, sustentó los estudios de Salvador en Barcelona y Madrid y en esta última ciudad, en el período comprendido entre 1921 y 1926, asistió a la Escuela Nacional de Bellas Artes de San Fernando. Dalí se dedicó al dibujo y la pintura desde muy joven. Durante su estancia en la Residencia de Estudiantes mantuvo una gran amistad con el poeta Federico García Lorca y el cineasta Luis Buñuel, con los que llevó a cabo numerosos proyectos artísticos vanguardistas.
Para 1929, Dalí se unió a los pintores surrealistas de París, se convirtió en uno de los líderes del movimiento y en el expositor más espectacular de esa corriente en todo el mundo. Se puso a la cabeza de la reacción internacional contra el arte abstracto.
Entonces pintó obras que se distinguieron por un alto contenido freudiano y un simbolismo difícil de descifrar. La intención de sus cuadros, era principalmente, recrear imágenes sugeridas por sueños y alucinaciones, muestras de ello son “La sangre es más dulce que la miel”, “Los placeres iluminados”, “El juego lúgubre”, “La profanación de la hostia”, “El sueño” y “El hombre invisible”. Pintó sus imágenes, según sus propias palabras, inmerso en un delirio erótico. Su cuadro “Persistencia de la memoria” o “Los relojes blandos” constituye una de las obras más reconocidas dentro del arte surrealista y por lo tanto su pintura más conocida; está en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.