Situada en Paris, Francia a comienzos del siglo XX. Aunque su enfoque es esencialmente para niños, los adultos podemos disfrutarla de igual manera, si no es que más, pues contiene importante información sobre los inicios del cine.
En parte folclor, en parte fantasía, desafía la categorización, pues no sólo es narrada a través de palabras si no de unas magnificas ilustraciones que ayudan al autor a guiarnos por esta bella historia que adentra al lector al mágico mundo del cine, en los tiempos donde la realización de una película requería de mucha mas
creatividad y visión.
Añade a la receta, un niño, una niña, un autómata, una llave, relojes, una estación de tren y un hombre de un solo ojo y lo que obtienes es una fantástica fábula que es simple y a la vez compleja y un tanto extraña, pero completamente maravillosa.
Hugo de 12 años carga sobre sus hombros una gran responsabilidad para su corta edad. Sus padres han muerto y su tutor es un tío alcohólico, quien se encarga de cuidar los relojes de la estación de trenes quien un día simplemente desaparece.
Hijo de un relojero, Hugo, amante de curiosear con juguetes mecánicos, toma para sí mismo la responsabilidad de mantener los relojes en funcionamiento, mientras se escabulle por el escondido mundo
de la estación.
Después de una visita al lugar donde murió su padre, descubre un autómata (hombre mecánico) que significaba mucho para él. Restaura el juguete utilizando como referencia el cuaderno de su padre, y obtiene las piezas robándoselas a un anciano que tiene una tienda de juguetes en la estación. Resulta que este es de hecho uno de los gigantes que cinematografía Georges Méliès.
Y esto es sólo el comienzo.