Sueños de escarabajo de Guillermo Samperio

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Sueños samperianos. Sueños de escarabajo

Por: Carlos Santibañez

Sueños de escarabajo de Guillermo Samperio

Sueños de escarabajo de Guillermo Samperio

Se trata de Sueños de escarabajo, uno de esos libros que estuvieron punteando entre los de mejor venta del año de 2012 y los mejor leídos del Fondo de Cultura Económica; es una antología realizada con cuentos de Guillermo Samperio: “Lenin en el Futbol”, “Aquí Georgina”, que se continúa en “Otra casa”, personajes que defienden su ideal y a quienes acremente les es revelado su destino. Son el “reír llorando” que se lleva uno al sueño, no sin que antes motiven, enseñen, descubran, y así vemos pasar al hijo de Pito Pérez, convertido en filósofo, a Chucho el dueño de un puesto de periódicos en la Doctores a quien un cliente trata en vano de mejorar la vida mientras Gertrudis, esposa de Chucho, se va con otro. La vocación de autorizar las cosas, es parte de una trama de vocablos, como en “Ella habitaba un cuento”.

En el libro hay recados que apuran lo inconsciente que pugna por salir, aunque sea por el humor, como aquella tarjeta pegada con un mensaje que dice simplemente: “Dany, sé que te van a llevar a través/ de muchos caminos. Felicidades; te quiere: tu Mamá”. Hay un enfebrecido ambiente de circo, de suerte por realizar, de acto de circo que acaba con el cuadro. El mago llama a Vicky: “ella misma es la magia. Sin ella no sería lo que soy. Vicky, por favor, acércate…”. El mago Samperio guarda siempre un último as bajo la manga: la ayudante oriental será partida en pedazos, se informa al público que ese acto es “muy practicado por la mayoría de los magos pero en esta ocasión desea ofrecer una variante…”. Imagino el rostro chispeante del autor tras el cuento que casi se escribe solo. Al final, todo vuelve a ser como antes, cada uno se retira con su catarsis hacia otro sueño, a rondar “su almohada antes de dormir”. Samperio es juego de luces entre lo verdadero y lo verosímil, juego que hace del cuentista un mago que autoriza la realidad. Iluminarla de modo extraordinario es cualidad que comparten cuentistas, ficcionistas y poetas. Dejarla más limpia de lo que se encontró, aun a riesgo de que parezca más sucia. Como “La Señorita Green”, la joven que se volvió verde. “Muchos dermatólogos lucharon contra lo verde y todos fracasaron. Lo verde venía de otro lado. Verde se quedaría y verde se quedó”. Pero he aquí que una tarde “mientras la mujer verde descansaba en su casa, tocaron a la puerta. Ella se arregló su verde cabello y abrió”. ¿Y quién era? ¡Un hombre absolutamente violeta, el cual por fin, la hará feliz! Y como ya no hay nada más que decir, y se ha llegado al dulce: “colorín colorado”, el maestro repone: “Luego, cerraron la puerta”. Bien, esta es la maestría. Ese cuento de Samperio es poético, esté o no en verso. Es importante verlo así. No digo que sea un poema, entiéndase. Sino que hay cuentos poéticos, estén o no en verso. Ojalá todos pudiéramos hacer algo así, aunque fuera los domingos, para no musitar, como Balzac: “Ninguna mirada me ha servido para iluminar este mundo”.

El arte de ficcionar consiste en sorprender el detalle que ilumine un entorno, una época. Por ejemplo un vino tinto, con una araña añeja, pasando por la estrechez de los significados humanos, la duda, la vergüenza, la risa. Yo a Samperio lo tomo por el lado social. Le tomo la lección de iluminar la realidad. Se vale retorcerla, con la condición de iluminarla más todavía. Se vale leer juntos a Samperio, y a ficcionistas, como Rafael Pérez Estrada. Son poéticos. Relacionemos cuento y poesía en vez de divorciarlos. Otra relación del cuento con la poesía en nuestro México está dada por poetas autores de cuentos, como Manuel José Othón (Cuentos de espantos), Amado Nervo (El donador de almas,Cuentos misteriosos), Luis G. Urbina (Cuentos vividos). Qué decir de los Cuentos Color de Humo, de Gutiérrez Nájera o los Cuentos Románticos, de Justo Sierra, con el sabor poético de los mares del sureste.

La tradición cuentística es, en Samperio, algo que puede asirse, explorarse, que se deja abrazar. Como en su momento pertenecieron a Arreola, hoy son de Samperio el retrato inimitable, el don de entresacar lo único que nadie había visto así de ese modo, que ni el cine, ni los más refinados movimientos de cámara podrían igualar, porque saca cosas del fondo de lo humano que no pueden decirse más que con palabras. Es un mentís a aquello de que “una imagen dice más que mil palabras”, y ardid para arrancarle a la imagen, lo que jamás se alcanzará a expresar ni con millones de imágenes. El narrador nos vuelve a enseñar de qué sirven las palabras si uno se deja ayudar. Por ejemplo: “Miró por la ventana, sus ojos se fueron hasta el fondo del panorama… la canción se le quedó rodando por dentro; le entró la tristeza”.

Más que el entramado de estampas y recuerdos de una infancia como lo hiciera Abreu Gómez en los Cuentos de Juan Pirulero, Samperio hurga en personajes como el de Otto, a cuya madre le ofrecen dinero para exponerlo en la Sala Chopo, donde dan funciones de animales muy arriesgadas. La razón del título del libro, el cuento Sueños de escarabajo, alude a los Beatles: los escarabajos. Freddy desconocía el significado de sus canciones, un amigo se las traduce: suficiente para entender que las cosas no andan tan bien como se dice. Si las pandillas de cadeneros de antes, a “fregadazo limpio tocaron la puerta del ‘aquí estamos’, Los Escarabajos llegaron a tiempo”. Sus personajes parecen hurtados al deterioro, como “El hombre de la Penumbra”, que vive en laberinto de canceles su emoción social reducida al fracaso, dependiendo de que se apague la lucecita del jefe, esa rendija por donde le entra la luz que le perdona la vida. Nos duelen la contaminación, el hambre, las guerras fratricidas en donde nadie sabe para quién pelea, y todavía la venta de las ideologías y el fracaso abrumador de la mayoría de los gobiernos. Entonces, la maestría se alcanza cuando nos penetramos de “las distintas lástimas”, que el autor nota en “En el departamento del tiempo”. Son cuentos, pero se trata de la realidad.

En ocasiones iluminarla es ensuciarla. La mirada de Samperio —hay algo que se llama mirada, en literatura, unos le dicen oreja, perspectiva, voz— se cierne sobre el objeto que cuenta, es un cuentista de la mirada, para decirlo con José Balza. “Delirio puro, frenesí absoluto”, ha dicho Álvaro Mutis, y a veces entre más breve, más impregna y vuelve a impregnar la de suyo estridente mancha urbana. Los cuentos de Guillermo Samperio están hermosamente manchados de lo humano, como buen escarabajo se encuentra en la mancha, donde duele lo que duele y atrapa lo que atrapa y mueve a pensar, descubrir, gimotear, a dar muchos gritos antes de darse por vencido. Son cuentos manchados de años, décadas y siglos que vendrán, a leerlos donde él los dejó, en ese lugar de la mancha.

Guillermo Samperio, Sueños de escarabajo, Fondo de Cultura Económica (Colección Letras Mexicanas), 2011.

Fuente: Siempre.com.mx / México

Más información en: Sueños de escarabajo de Guillermo Samperio FCE

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