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La ciudad que el diablo se llevó

La ciudad que el diablo se llevó de David Toscana

Una ciudad en ruinas, donde sólo los fantasmas de los cementerios se quedan a bailar por las noches. La ciudad que el diablo se llevó es un lugar donde cada esquina esconde amistades basadas en la sobre vivencia a bombas, amputaciones, entierros, encierros en criptas, secuestros, cárceles donde se cuentan cuentos de princesas rubias, patas de palo que funcionan como cuencos para beber, pero sobre todo, amistades que se basan en el vodka de cada día.

Toscana nos narra la vida de cuatro compinches: Feliks, un personaje inolvidable con rostro de niño; Ludwik, sepultero de Varsovia; Kazimierz, un viejo enamorado tras un empleo de conserje o astrónomo y; Eugeniuz, un sacerdote que busca su beatificación a través de la resurrección de los muertos. Juntos han toreado a la muerte. Y es momento de celebrarlo.

Cada uno de los personajes está creado artesanalmente, con tanta carga emotiva que al mismo tiempo que parece imposible, se sienten tan reales, tan unidos entre ellos. Y como lectores no podemos quedar fuera de la trama. No sólo nos identificamos con los dolores ajenos, sino que deseamos que nos vuelvan a contar cuentos de hada, buscando los finales felices; acariciar a la pareja bajo los cobertores en una noche fría; dar nombres y crear historias a infantes desaparecidos; terminar una novela con FIN y que a mitad del texto tenga un asesinato pasional; ungir a los muertos mientras caminamos sobre cenizas que son tumbas; afeitar las barbas de nuestros enemigos para terminarlos de un solo tajo; pero sobre todo, deseamos celebrar la vida misma, día tras día, hasta que el vodka nos separe.