No se tienen pruebas de ello, pero parece ser que Sócrates era feo cual pez baboso. De lo que sí hay pruebas a través de los escritos de sus discípulos es de su increíble lucidez, perspicacia, mordacidad y, en definitiva, inteligencia. Sócrates cambió por completo las reglas del juego. Mientras los presocráticos discutían sobre si la tierra, el fuego, el agua o el aire eran la base de toda la naturaleza, Sócrates decidió centrarse en el ser humano y dejar los experimentos a los científicos que llegarían más tarde.
Vivió en la época de mayor esplendor de la antigua Grecia, y desde muy pequeño destacó por la agudeza de sus razonamientos y el manejo experto de la ironía en sus diálogos. Con ellos instauró el método socrático, que él mismo denominó “mayéutica”. Esta forma de diálogo consiste en hacer que sea el propio interlocutor quien llegue a la respuesta de sus propias preguntas. Para conseguirlo, se responde a cada pregunta o afirmación de la otra persona con una pregunta o comentario que le haga plantearse algo acerca de la cuestión tratada. Así es el interlocutor quien va llegando poco a poco a sus propias conclusiones. Su método es el dicho “no me des pescado, enséñame a pescar” aplicado al razonamiento: “no me des la respuesta, enséñame a llegar a ella”.
Todo lo que sabemos de Sócrates no es por lo que escribió, pues el tío no cogió una pluma en su vida. Sin embargo, sus discípulos, sobre todo Platón, pusieron por escrito todas las enseñanzas de su maestro.
Seguramente “Solo sé que no sé nada.” sea su frase más famosa. Es fácil comprender su significado: aceptación de la ignorancia de uno mismo. Pero es difícil llevar a cabo lo que quiere decir el filósofo con su típica y fina ironía. En lugar de eso podría haber dicho “No tengo ni idea.”, que también da a entender que se acepta la propia ignorancia, pero hay una diferencia importante entre ambas. La primera es una frase irónica y positiva en la que se afirma que se sabe algo; y saber algo es el punto de partida para actuar según ese conocimiento. Es como si pidiese a gritos completarla con algo así: “Solo sé que no sé nada. Así que voy a ponerme a intentar salir de mi ignorancia”. La segunda, sin embargo, no tiene carga irónica, es negativa y no incita a pensar que se va a actuar para remediar la falta de conocimiento. La frase completa sería algo como: “No tengo ni idea. Pero me la pela. Alguien se ocupara de averiguarlo”.
En mi opinión, aunque no tan célebre, la frase más importante que puede extraerse de todo el legado de Sócrates es: “Pensad correctamente.”. Significa algo tan sencillo como que hay que comprender lo que se dice y saber de lo que se habla. No hay nada más cargante que tratar con alguien que habla y habla de cualquier asunto como si fuese un experto en la materia, aunque no tenga ni idea de ella. Yo personalmente no aguanto ni un minuto con alguien así, y como fiel discípulo de la escuela cínica, los comentarios que hago a sus afirmaciones sin fundamento suelen ser bastante hirientes. Con eso consigo dos cosas: ofender a la persona cargante y que el resto me considere un gilipollas. Sinceramente, salgo ganando: “apártate a un lado que me quitas el sol”.
Como ya he dicho, a partir de Sócrates todo cambió. Fue el descubridor de la Razón. Los filósofos postsocráticos, tanto los mayores como los menores, ya no se centraron en el estudio de la naturaleza, sino que comenzaron a tratar lo que el maestro les había legado: la metafísica y la ética, con las herramientas y métodos que había creado: la dialéctica, el método inductivo, la búsqueda de definiciones universales, la mayéutica…
Podría decir muchas más cosas sobre Sócrates, pero en algún momento hay que parar. Lo mejor para asimilar bien sus enseñanzas sería que cada uno leyese por su cuenta los textos de sus principales discípulos: Platón y Aristóteles. pero no todo el mundo tiene tiempo y ganas para hacerlo. Así que, para facilitar un poco la tarea a quien esté interesado, en el próximo artículo hablaré de estos dos alumnos aventajados. Y como ya hablé del idealismo platónico hace unos cuantos artículos, me extenderé un poco más en el empirismo de Aristóteles.
Pero eso será después de un merecido descanso estival. Mientras tanto, ya sabéis: pensad correctamente.
