En muchas ocasiones, la muerte de un ser querido nos toma por sorpresa. No solo buscamos el consuelo en nuestra familia y amigos, sino en nuestras creencias y tradiciones. Sin embargo, puede ser que éstas no siempre sean las más adecuadas.
La semana pasada tuve la oportunidad de platicar con Gaby Pérez Islas, la autora de Viajar por la Vida, un libro en dónde se examina a la vida desde la visión de la tanatología. Tocamos temas muy interesantes, entre ellos, por obviedad, el duelo. Le pregunté cuales eran los pasos a seguir, y que pasaba con la gente que parecía nunca salir de él. El duelo, me dijo Gaby, es para transitarse, no para estacionarse en él.
El factor que más contribuye al problema, es la sociedad. Pareciera broma, ya que el duelo es algo muy personal, pero, es cierto. La gente aplaude la queja y la lamentación, estancándonos en la victimización. La sociedad nos dice: –Mira, ella nunca se quitó el negro, ésa sí es esposa. Ése sí es amor–. Pero eso no es amor, es codependencia, es depresión, y este escenario, es algo muy nacional.
La concepción que tenemos en México sobre la vida y la muerte es algo que nos distingue de otros países. Tenemos muchas tradiciones y creencias en torno a ellas pero, en cuestiones del duelo, sí somos algo dramáticos. A pesar de tener diversos rituales que nos ayudan a despedirnos del difunto, cerrar ése capitulo y seguir adelante, buscamos la manera de quedarnos ahí más tiempo.
Lo más importante en el duelo, dice Gaby, es lo que tú te dices a ti mismo, no lo que sucede afuera. Nuestra única preocupación debe ser regresarle el significado a la vida, y vivirla plenamente. Debemos aprender a honrar la memoria de quien ya no está con nosotros, ya que, la verdadera muerte no es el acto de morir, sino el olvido. Y en Viajar por la Vida, podemos encontrar ésta, y muchas más lecciones.