El Rococó nació en Francia a principios del siglo XVIII y se desarrolló durante los reinados de Luis XV y Luis XVI, difundiéndose por Europa. El término proviene de las palabras francesas rocaille (piedra) y coquille (concha), elementos de gran importancia en la decoración de interiores. Es un estilo aristocrático que revela el gusto por lo refinado y delicado que armoniza con la vida despreocupada y agradable que la sociedad deseaba, desentendiéndose de cuestiones religiosas.
Los artistas
El consumo de la pintura en Francia era de la nobleza ilustrada y ociosa, teniendo un carácter decorativo con una temática galante y sensual.
En ese tiempo, París dio origen a la “cultura de los salones”, reuniones sociales sofisticadas y hedonistas que acontecían entre discusiones literarias y artísticas donde imperaba la presencia femenina. Las mujeres cobraron un papel importante en la sociedad y la política convirtiéndolas en generosas patronas de arte y formadoras de gusto, tal fue el caso de Madame de Pompadour, Madame du Barry, las emperatrices Catalina la Grande y María Teresa de Austria, entre otras.
Por otra parte, en Inglaterra el Rococó fue un producto importado de Francia, y aunque la relación entre los países estaba marcada por conflictos, las élites separaron las cuestiones políticas de las estéticas. Los géneros más populares fueron el retrato y las “pinturas de conversación”, escenas que mostraban
La próxima vez que veas una obra Rococó piensa en esto: ¿Te gusta lo que ves en ella? ¿En qué elementos notas la elegancia? ¿Observas el predominio del primer plano y la suavidad de los colores?
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