Diego Ikal Peralta es un periodista que perdió a su esposa embarazada en una prueba de mercado para lanzamiento de una droga. El alcoholismo y una aguda necesidad de venganza son el aliciente para llegar a una salida: encontrar y eliminar a los culpables, los investigadores y líderes del proyecto Art Viu, la nueva droga de diseño de Dreamhost.
De esto trata La ciudad del olvido, de Hermann Gil Robles, historia con la que ganó el Premio Binacional de Novela Joven Frontera de Palabras / Border of Words 2016.
El autor nacido en Culiacán en 1983, pero avecindado en Monterrey, fue anunciado este fin de semana como ganador de este certamen que organizan la Secretaría de Cultura federal y el Centro Cultural Tijuana, cuyo jurado estuvo integrado por Gabriel Bernal Granados, Jaime Mesa y Eduardo Hurtado.
El autor de No hay buen puerto (Harakiri Plaquettes, 2004; 2da Edición Vozed, 2013); Fuera de la memoria (IMCC, 2011); y de Los sueños de los últimos días (Andraval Ediciones, 2012) explica que su novela habla de la venganza.
“(Habla también) de la búsqueda por abandonar la esclavitud de nuestros propios recuerdos, la búsqueda del olvido”, afirma, “pero al mismo tiempo habla de la añoranza, tan latente como la penuria humana, como la memoria, es un vaivén que nos toma de la nuca para jamás dejarnos ir”.
El autor explica que desde Los sueños de los últimos días sabía que tenía que abordar la condición humana y su relación con distintas corrientes artísticas o filosóficas.
“En el caso de la novela anterior intento llevar a un plano hiperrealista la corriente del surrealismo generada por Bretón. En ésta, pretendo abordar lo sublime terrorífico, aquello que nos asombra y nos horroriza.
“En estas historias se lanza una apuesta, un ‘¿Qué pasaría sí?’, y a partir de aquí se desarrollan los ejes y se compone la trama a través de lugares, espacios, modismos, personalidades, descripciones y demás elementos de la novela”.
Además, agrega, es la historia de una ausencia, de María José, que aunque nunca se presenta físicamente frente a Diego -el personaje principal-, siempre aparece en los rincones como una pérdida, un recuerdo.
“Se desliza entre los párrafos para saltar de capítulo en capítulo hasta tomarnos por los tobillos”.
Con este galardón, Gil Robles obtuvo 70 mil y la próxima publicación de la obra.
– ¿Cuáles fueron los principales retos en su realización?
“Fueron muchos borradores y en cada uno había que sacrificar páginas enteras. Algunos no impulsaban la trama y otros en verdad se salían totalmente de contexto. Quemar esas líneas fue lo más difícil.
“Además está la cuestión de la verosimilitud. La trama propone una ucronía, entonces hay que dejar todos bien embonado, de lo contrario, la historia se puede caer”.
– ¿Qué autor encuentras en esta novela en relación con el de la anterior novela, Los sueños de los últimos días?
“Aquí hay alguien que se adentra más en la mente y las reacciones de los personajes. Incluso puedo decir que en esta novela conozco y convivo más con los personajes, digamos que hablan y gritan hasta que tiene mi atención hasta que se involucran con fuerza en el camino de Diego Ikal Peralta.
“El narrador es más cauto, pero al mismo tiempo, lleva un taladro con el que abre los cráneos de los personajes casi precisión quirúrgica. También encuentro a alguien mucho más honesto, tanto con la historia como consigo mismo.
“Sin embargo, en la cuestión temática existen similitudes. Se trata de la mezcla de teorías artísticas o filosóficas para llevarlas a un mundo hiperrealista. En el caso de Los sueños de los últimos días, se trata del Surrealismo como droga; en La Ciudad del Olvido, se aborda lo Sublime Terrorífico -según Kant- como alucinógeno de diseño.
– ¿Qué representa para tu trayectoria este premio?
“Es como consumir la misma droga de diseño de la que hablo, solo que más real.
“Obtener estos premios siempre es bueno para la trayectoria, es como un escaparate, una vitrina que ilumina por un par de meses y ayuda a que tu obra se conozca y divulgue más. Además, esto genera compromiso con mis próximos textos, uno tiene que ir mejorando en cada cosa que intenta publicar, en cada frase que redacta, es un compromiso con las palabras, y los personajes que nacerán en las siguientes historias”.
Gil Robles actualmente colabora en una agencia de Marketing Digital y Desarrollo Web y coordina diariocultura.mx, donde un grupo de colaboradores lo alimenta con notas culturales, crítica literaria, entrevistas e historia.
“Ahora trabajo en un proyecto cuyo título tentativo es Laboratorio Cirene, donde abordaré la relación de la condición humana con el hedonismo cirenaico, el hedonismo puro, el bien a través del placer. Claro, esto en una historia ágil, de impacto y con personajes tan reales que están sentados junto a nuestro escritorio en el trabajo”.
– ¿Cómo ves actualmente el ambiente literario en la Ciudad?
“Hay mucho movimiento. Junto con otros escritores -Andrea Saga, Mariana García Luna, Luis García, Rodolfo Sánchez y Angélica McHarrell-, llevamos desde hace cuatro años el Proyecto de Escritores Independientes Capítulo Monterrey (EICAM), en él promovemos a los narradores y poetas que desarrollan ediciones de autor o auto publicaciones. Vemos con agrado que cada año el interés crece, al inicio, en el 2012, teníamos inscritos alrededor de treinta autores, ahora ya somos más de sesenta.
“Por otro lado, en los talleres que imparto en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, existen buenas generaciones de narradores, chicos y chicas que tienen un bagaje como lectores y deseas seguir escribiendo, leyendo, contando historias.
“También considero que los espacios alternativos a los oficiales han ido creciendo, por ejemplo tenemos la Fábrica Literaria de Felipe Montes, un espacios para crear. Tenemos Terraza 27 de Orfa Alarcón y Toño Ramos, donde se realizan presentaciones y lecturas”.
– ¿Qué hay de Culiacán en tu obra? ¿Vuelves con frecuencia?
“Es algo inherente. Siempre hay un personaje -o varios- que de una u otra forma lleva algo culichi.
“En la estancia que realicé en Barcelona, compartí casa con un asturiano que era una perlita, fumador empedernido de hachís y buscador profesional de trabajo -vive en el paro laboral eterno-, bien, ahí encontré similitudes con muchos de mis amigos de Culiacán, tal vez en la forma desenfada de actuar, los ademanes, la continua burla hacia el mundo y hacia él mismo. Una joyita. No podía dejar pasar ese personaje”.
Finalmente, el autor considera que esta generación de Premios Nacionales de Tierra Adentro es significativa, porque encuentra muchos amigos en la lista y conoce su obra desde hace algunos años.
“He visto lo arduo que trabajan en los textos, todos son premios bien merecidos”, comenta.
“Lo curioso es que conocí a Aniela Rodríguez y Ronnie Medellín en el encuentro nacional Carruaje de Pájaros en Chiapas, desde ahí se fraguó una amistad que se ha ido incrementando con los años. Y ahora nos encontramos aquí, es fantástico. Ese Carruaje de Pájaros tuvo algo mágico que nos incrustó la literatura hasta la masa encefálica”.
Además, dice, ve con alegría que muchos narradores y poetas de su generación se encuentran haciendo cosas fantásticas y produciendo cada día más.
“Un ejemplo de esto es Eduardo Ruiz, compa desde hace muchos años y que no ha dejado de escribir, tiene Anatomía de la Memoria en la editorial Candaya; Joel Flores, que hace poco ganó el Rulfo; Darío Zalapa, quien sigue con ahínco la narrativa de violencia; Isadora Montelongo, regiomontana que aborda temas de la urbanización y el paralelismo de la cotidianidad; Orfa Alarcón y sus maravillosas historias de violencia; Atenea Cruz, Hanna Figueroa, Mariel Iribe, Nazul Aramayo, Lola Ancira, Jorge Ortega, Óscar David López, Ériq Sáñez, entre muchos otros.
“Así, la idea es seguir narrando historias hasta que los personajes salgan de las páginas y recorran el mundo junto a nosotros”.
