La entrada a la vida de las Musas

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El autor y la escritura, Ernst Jünger. Gedisa: Barcelona. 2014.

por Sergio Ceyca

Pues aprender algo sobre el mecanismo de su creación particular,

¿no era acaso aprender el mecanismo del destino?

Malcolm Lowry

Ernst Jünger nació en Alemania a finales del siglo XIX y vivió más de cien años en los que soportó la violencia de las dos guerras mundiales y en los que fue testigo de la Guerra de Vietnam. Los tres hechos son importantes de resaltar porque, desde joven, Jünger se unió a la Legión Extranjera y se enlistó al estallar la Primera Guerra Mundial. De este último hecho dejó como testimonio Tempestades de acero. Posteriormente, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, es marcado en él un desencanto por todo lo que tuviera que ver con lo militar; a partir de este alejamiento, Jünger se acerca a la experimentación con las drogas, principalmente el LSD, y escribe Visita a Godenholm, cuya publicación coincide con Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley. Finalmente, al morir en 1998, acababa de convertirse a la fe católica. Por tanto, no fue un hombre intolerante que no se tragara sus palabras ni que no se cuestionara lo que tenía por concebido sobre su vida, la sociedad y la realidad: fue quizá esta libertad la que lo llevó a reflexionar sobre su experiencia a través de textos fragmentarios, igual que lo hicieron antes que él filósofos alemanes como Arthur Schopenhuaer y Friederich Nietzsche. El resultado fue su libro El autor y la escritura.

Antes de hablar del libro quizá sería conveniente explicar qué podría considerarse literatura fragmentaría. Roberto Juarroz comenta, en su texto La literatura fragmentaria, que ésta «pretende responder a la naturaleza misma de la vida y del mundo interior del hombre. Fragmentar alude, aun etimológicamente, a ruptura, partición, fractura, quiebra. El pensar y la realidad no constituyen fluencias homogéneas, sino crispados procesos donde priman las intermitencias, los saltos y los sobresaltos». Podría decirse que el término literatura fragmentaría alude a aquellos libros donde se reúnen aforismos, sentencias, máximas, proverbios, refranes, adagios, cuentos, poemas, y cualquier idea que pasara espontáneamente por la cabeza del autor y que, posteriormente, él o alguien en su lugar, decida reunirlos para publicarlos en conjunto pero sin unirlos en un solo discurso largo, quizá en el orden en que los escribió o en otro que descubre al releerlos. No se trata de los diarios o bitácoras de los autores. Algunos casos famosos podrían ser El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, atribuido a Bernardo Soares, y Aforismos de Lichtenberg.

Entre estos fragmentos podemos descubrir que Jünger es alguien preocupado por las consecuencias que el acto creativo puede desencadenar en la vida cotidiana tanto de sus creadores como de la sociedad. Él no cree que sea un acto inocente. Al individuo interesado en la creación, en lo no útil de la vida, le llama «el entendido de las Musas». Desde el inicio del libro habla sobre las disyuntivas que se le atravesarán a esta persona, empezando por las decisiones que habrá de tomar: «cada cual se encuentra una vez en la encrucijada, pero no cualquiera como Heracles. Hacia este lado, el sendero lleva al mundo económico, con cargos y tareas, con deberes y utilidades, y hacia el otro, hacia el mundo del juego, con su esplendor y su belleza, con terror y peligro. La elección cala profundamente en la naturaleza».

Pero incluso aunque el hombre elija la vida de las Musas, esto sólo representa el inicio de una serie de disyuntivas, problemas y situaciones incomodas a las que, como autor, deberá irse enfrentando con el tiempo: las presiones familiares, primero por el lado de los padres, para abandonar ese camino que socialmente se considera inútil y utilizar sus talentos para actividades que tengan fines (no importa que le guste tocar música, mientras lo haga en las fiestas del pueblo); y posteriormente en la familia que genera el individuo: la esposa, los hijos. Y eso, para empezar.

Poco a poco, estas anotaciones o fragmentos nos demuestran que Jünger no apuesta por la literatura de moda ni por la literatura comprometida políticamente; cree que el éxito es quizá peor que el fracaso («¿por qué se quejan tantos de ser menospreciados?, peor aún es lo contrario», dice el escritor), teme de la violencia de la crítica artística despiadada y está seguro de que el arte que se quiera involucrar con las altas esferas del poder o con la economía se volverá estéril: para él, el arte debe apelar a la soledad atemporal, a todo aquello que traspasa las épocas y las fronteras, y que para eso el artista, o entendido de las Musas, debe ser lo más sincero posible: «aquí tenemos la función y la tarea del autor: hacer surgir del mundo histórico y natural un tercer mundo, que, si bien está contenido en ambos, permanecería en él oculto hasta el juicio final».

Además, aunque al principio del libro asegura que su intención no es que sus reflexiones tengan un carácter pedagógico, se pueden encontrar en sus páginas disertaciones sobre el lenguaje o sobre los estilos literarios que pudieran ser de interés o utilidad para cualquier joven escritor. Por ejemplo, ofrece una diferencia entre aquello que consideramos grotesco y lo que consideramos bizarro; o enumera las características que considera que debe tener cualquier cosa que se quiera tomar por obscena.

Tampoco sobran las anécdotas sobre el mundo literario y editorial, como de los comentarios que hacen sobre su obra, o aquella parte donde comenta que hay personas que parece que sólo leen libros para enojarse.

Al contrario de otros libros que he leído de este género, como Un ciego en la ventana, de Juan Antonio Masoliver Ródenas, Jünger no incluye poemas o relatos cortos, tampoco describe anécdotas de su vida cotidiana, sino que se atiene sólo a la reflexión: el lector difícilmente alcanza a ver qué hay detrás de dichas reflexiones.

Un tipo de lectura así nos puede ofrecer otra manera de ver la obra de un filósofo y mostrarnos que todas las ideas que conforman un texto largo nacen de ideas sueltas, partes que pueden irse uniendo y relacionando para encontrar un nuevo discurso que las una. Su lectura puede ser lenta, reflexionando cada fragmento leído, en lugar de un avance constante sin pausas casi hasta el final, como suelen ser otro tipo de lecturas.

El presente texto forma parte de 101 Libros, un programa de promoción de la lectura auspiciado por el Consejo Ciudadano para el Desarrollo Cultural Municipal de Culiacán. La intención de dicho proyecto es acercar 101 títulos de la literatura contemporánea a un grupo de lectores jóvenes con el fin de ampliar los horizontes de cultura, los referentes literarios y el pensamiento crítico.

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