Nadie me verá llorar, Cristina Rivera Garza. Tusquets: México. 2014.
por Frida Orpinela
Nadie me verá llorar es una novela que te atrapa desde la primera línea y te hace no querer soltarla. Incluso comienzas a hacerte preguntas desde el inicio del relato. Dentro de los temas que aborda, el que más me ha llamado la atención es el amor. Se dice que este tema a veces suele ser incómodo, pues no siempre se presentan historias como comúnmente leemos en los libros para jóvenes (las típicas que siempre terminan con un final feliz), que no exigen tanto al lector. Y en cambio, lo que busca Cristina Rivera Garza, es lo contrario: crear discusiones en torno a su libro.
Cristina Rivera Garza obtuvo en 2001 el premio Sor Juana Inés de la Cruz por Nadie me verá llorar. En este libro la costumbre misma pierde su rumbo. La propia escritora nos lo dice en una entrevista que fue publicada en el periódico La Jornada en 2012: «A lo mejor la falta de lectura no está relacionada con los hábitos ancestrales de los mexicanos, sino con la ausencia de libros que causen reacciones. Por eso, siempre voy a estar del lado de los libros incómodos, que no necesitan carta de buena conducta para existir». Ella nos da una pequeña muestra con el relato de Joaquín y Matilda, los protagonistas de su novela: ejemplo de una historia de amor. Vista desde un punto incómodo, pero bueno.
¿Qué opinión tienes sobre las historias de amor? La novela abre sus puertas con un hombre llamado Joaquín Buitrago quien, a través de la historia, nos presenta a una joven que lleva por nombre Matilda Burgos, de quien Joaquín se enamora como un loco.
La historia comienza en el año de 1920. El arte que Joaquín experimenta y más le gusta es la fotografía. Él comienza a interesarse en Matilda: una mujer que habita en el Manicomio General La Castañeda. Tanto es el interés por ella que Joaquín comienza a investigar su pasado, y esto es una de las cosas que más me llamaron la atención: la autora supo hacer más atractiva la historia al tomar a la mujer como modelo en el trabajo de Joaquín. La pregunta que da inicio a la novela es: «¿Cómo se convierte uno en un fotógrafo de locos?».
¿Cómo saber que se enlazan los amores del pasado con los amores venideros?, ¿por qué interesarse en una mujer que aparentemente está fuera de sus facultades mentales? Como en toda lectura donde se presenta el tema del amor, tenemos interrogantes: no todas son posibles de contestar, no siempre se llega a una conclusión clara y precisa.
También el estilo del lenguaje es el que te incita a no dejar de leerla, ya que logra atraparte desde el comienzo. Tal vez al principio te sea complicado por lo extenso que son los párrafos, pero verás cómo la autora logra engancharte, como lo hizo conmigo, conforme la lectura avanza: adentrarte en la estructura de la obra será de lo más fácil. Sentir que estás dentro de la historia será sólo cuestión de renglones. La prosa nos vuelve cómplices de cada palabra y eso provocará que no te tomes muchas pausas en la lectura. No querrás que esta historia tan emotiva termine.
En una entrevista, Cristina Rivera Garza nos dice: «Escribir es una sospecha de realidad que, en el mejor de los casos, desembocará en varias lecturas y múltiples sospechas en los lectores». Y te dirás que sí, tiene razón. Trata de decirnos que el hecho de escribir nos adentra en la realidad, y es la escritura la que hace que te cuestiones sobre lo que estás leyendo. Hará que eches a andar la imaginación. Y la autora busca que te vayas adentrando a este tipo de lecturas “incómodas”.
Es así como, aparte de su historia un tanto seductora, produce en nosotros un sentir no sólo amoroso, sino que también se ayuda de la nostalgia, que es lo que la hace ser tan significativa.
A lo largo de los años hemos leído quizá algunos cuentos, novelas, ensayos sobre el amor y nos parece en ocasiones un tema ya muy cliché, sin embargo, hay mucho de qué hablar y en Nadie me verá llorar este tema da un giro tan elocuente que quedarás impactado. Y no puede faltar lo que hace que la trama sea más llamativa: su referencia histórica: El Manicomio General La Castañeda tuvo lugar en México, y Porfirio Díaz, en 1910, lo inauguró como el mejor centro de atención para enfermos mentales. Después de la Revolución Mexicana, el manicomio se volvió un lugar para castigar y corregir a las personas que se encontraban “fuera de la normalidad”.
Una de mis frases favoritas del libro, y que nos habla de cómo es que este tipo de historias no tienen fin, dice: «Los relatos nunca terminan, hay cabos sueltos por todos lados, divagaciones que se hacen infinitas». Si estás listo para vivir una historia de amor “incómoda”, pero buena, como es la de Joaquín y Matilda, entonces te espera una gran aventura en esta novela cargada de instantes y emociones que marcarán tu vida por un momento.
—-
El presente texto forma parte de 101 Libros, un programa de promoción de la lectura auspiciado por el Consejo Ciudadano para el Desarrollo Cultural Municipal de Culiacán. La intención de dicho proyecto es acercar 101 títulos de la literatura contemporánea a un grupo de lectores jóvenes con el fin de ampliar los horizontes de cultura, los referentes literarios y el pensamiento crítico.
