Cuento: Mi hija murió

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Cuento elaborado por: Daniela Miranda Castillo

Mi hija murió. Un día de julio hace cinco años mi hija menor Estela murió. Tenía once años cuando.

Ahora me siento el papá más culpable de la tierra, aunque ella me dice que no fue mi culpa. ¿Lo dice?, ¿por qué, en ocasiones distantes, siento que la escucho?

Un verano del 2011, me habían dado malas noticias de Estela en la escuela, me sentía muy enojado al saber que mi hija de 11 años, a quien habíamos tratado mi esposa y yo de criar de la mejor manera, le estuviera haciendo bullying a una compañera que no tenía papá. Sentí tanta angustia que no tomara en cuenta los valores que intentábamos enseñarle. Las vacaciones de fin de ciclo escolar llegaron, le dije a mi esposa que me llevaría a Estela unos días de campo para platicar con ella, hablé con Estela y ella escogió el lugar, un parque hermoso donde familias iban y se quedaban en casitas de campaña, nosotros nos quedaríamos todo el fin de semana.

El día llegó y subimos todas las maletas. Estela se despidió de su mamá y de sus hermanos y echamos en marcha la carcacha repleta de cosas. Teníamos todo planeado, sándwiches de mantequilla de maní, golosinas, gaseosas, chocolates.

Llegamos al lugar, no había tanta gente y subimos a una colina para tener un poco observar el horizonte y hablar con tranquilidad, desde ahí se veían las demás familias en sus casas de campaña, un hermoso lago y un parque con juegos. Estela, desesperada, quería ir a conocer todo. Le dije que mañana iríamos, que primero tendríamos que instalarnos y hablar.

Ella me ayudó en todo, pusimos nuestra casa, el toldo con nuestra mesa, sillas y hielera, para cuando terminamos ya nos había llegado el atardecer.  Preparamos pollo asado y de postre golosinas. Llegó la hora de hablar, Estela estaba nerviosa, le pedí que se tranquilizara que iba a ser una charla normal, nos sentamos, serví dos tazas de chocolate caliente y estábamos con vista al lago y comencé a platicar con ella.

—Hija, dime qué es lo que pasa, ¿qué te ha hecho esa niña como para que tú te burles de algo tan horrible?, ¿te has imaginado una vida sin mí?, ¿te  gustaría que tus compañeros se burlaran de ti si yo me llego a ir de este mundo?

—¡Claro que no papá! No me gustaría para nada, yo te amo y no sabría qué hacer si un día te vas de este mundo, los maestros te explicaron mal, yo no me burlé de ella, yo le presumo el papá que tengo y que ella no tiene.

—Pero, ¿cómo? No puedes andar por la vida presumiendo lo que tienes.

—Lo sé, lo que pasa es que ella sabe que tu no trabajas, sabe que mamá es quien trabaja para mantenernos y que tú eres el que nos hace el desayuno y va por nosotros a la escuela. La niña se burló, se burló de ti. No puedo permitir que se burlen de ti. Se burló de mi papá quien se esfuerza por ser algo que jamás lo fue solo por no tener trabajo, tú te haces cargo de nosotros, estás ahí para lo que necesitemos, no puede venir alguien que no tiene papá a burlarse del mío que hace lo mejor por mí y mis hermanos.

—Lo sé hija, nadie puede hacerlo pero debes tener los valores que te he enseñado para ignorarla, no le recalques que no tiene un padre como el tuyo, ella anhelaría tenerlo, las cosas pasan siempre por una razón, ya sea para aprender o para darnos cuenta de lo que tenemos y tienes que saber sobrellevar todo, ¿podrías dejar pasar esto e ignorar a la niña y tratar de hacer las paces para que ya no haya peleas?

—¡Claro que sí papá, lo haré por ti.

La noche llegó y al día siguiente teníamos que levantarnos temprano porque le había prometido a mi hija que iríamos a disfrutar todo lo que había en el parque. Desayunamos y mi hija me dijo que en la noche había escuchado ruidos y que no había podido dormir.

Tenía que ir al baño y le pedí a Estela que me esperara en el toldo a lo que ella se negó, me dijo que quería ir conmigo y yo le dije que no, que tenía que quedarse hasta que ya volviera.

En fin, se quedó llorando sentada. Fui a los arbustos, me abroché mis agujetas y para cuando volví Estela no estaba. Pensé que se había ido a los juegos. Bajé a buscarla y no la encontré por ningún lado, pedí ayuda a toda la gente y a seguridad. Comencé a sentirme frenético.

Todos me ayudaron a buscarla. En las carpas, detrás de los árboles, sobre ellos. Y nada, cada segundo era la eternidad vertida en el rocío de la mañana.

Entonces la encontramos.

Mi hija estaba ahí, a lado de la casa de acampar, tirada, llena de sangre con su ropita rota, sentí que los huesos del tórax se reventarían, la sangre desapareció de mis venas y el frío me acobijo hasta castañear los dientes. Algo espeluznante me recorría la espalda.

Un oso la había atacado. Ahí estaba mi pequeña, quien me defendió de su compañera y yo no pude estar ahí para defenderla. La abrace lo más fuerte que pude, lloré como nunca, ese viaje tan esperado se acababa de convertir en el peor viaje de mi vida.

Tomé un hacha y fui en busca del maldito oso que le arrebató la vida a mi hija. Al fin lo encontré y nos miramos, era grande, fuerte y con enormes garras, donde volteo le grité y corrí hacia él, después de ahí no recuerdo nada.

Desperté en un lugar lleno de luz, hermosas cascadas y una música muy bonita, me pregunte ¿dónde estoy? A lo que el Ángel Gabriel contestó:

—Hola Said, estas en el cielo, intentaste atacara un oso y el termino contigo, a lo que yo dije ¿pero cómo? O sea que…. ¿estoy muerto?

—Así es Said, fue un acto de valentía pero por eso dejaste sola a tu familia.

—No lo hice con esa intención, yo quería acabar con él porque el acabó con la vida de mi pequeña.

—Lo sé, y aquí esta, ella está muy enojada por preferir venir con ella y no ir con tu familia, ella no quiere que dejes a tu familia, ella aquí está bien, está feliz, le encanta estar aquí aunque sabe que solo podrá verlos a ustedes de lejos, ella lo que quiere es que vayas con tu familia y que ellos puedan presumir al gran padre que tienen.

—¿Irme?, ¿cómo que irme?

—Así es —contestó el Ángel Gabriel—, Dios al ver tu acto de está dispuesto a devolverte la vida si tu aceptas dejar a Estela aquí, no sentir culpa ya que fue la furia lo que te impulsó y no dejar sola nunca a tu familia.

—No lo sé, quiero ver a mi hija.

Estela llegó, hermosa, la piel le brillaba, sin ningún rasguño, con un hermoso vestido blanco.

—Hola papá, ¿qué haces aquí? Te dije que te fueras

—Lo sé hija pero quería verte, me siento muy culpable por todo lo que pasó.

—Papá tienes que irte, hablé con Dios y decidió darte otra oportunidad, no fue tu culpa, las cosas pasan siempre por una razón, ya sea para aprender o para darnos cuenta de lo que tenemos y tienes que saber sobrellevar todo, vuelve a casa papá.

Me dio un beso en la frente.

Desperté, en una cama de hospital con rasguños y sangre, mi esposa corrió y me abrazó y me dijo al oído llorando, ella ya no está, no puedes irte, no nos puedes dejar solos, a lo que le contesté.

—Aquí estoy, a como ella me lo pidió, nunca los dejaré solos, seré el mejor padre y ella siempre nos cuidara desde lejos.

DMC

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Daniela Miranda

Daniela Miranda. Licenciatura de Mercadotecnia y Publicidad en la Universidad TecMilenio. Especializada en Contenidos Web.

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