Reseña de La Ciudad del Olvido
Diego Ikal, un periodista, al borde del dolor por perder a su esposa y su hijo nonato, se enlaza con Dreamhost, un poderoso corporativo trasnacional, el cual puso en las manos de su familia el diseño de la droga más potente jamás creada, Art Viu; la cual, engloba al célebre filósofo Immanuel Kant, para manipular a sus víctimas. La empresa, además de maniobrar con la genética, juega a ser una deidad controlando no sólo la mente sino la esencia del subconsciente, mimetiza y edita las historias de sus huéspedes.
Los artistas, fuentes inagotable de creación, son aplicados en testers con un dispositivo biológico que emula ficciones y fantasías.
Las historias que en porción construyen nuestras vidas, se ven sometidas a las narraciones de los productos de Dreamhost, la emoción y la vida, que se vive dentro de la droga, logra ser irrefutable, cuando el sentimiento se aferra a la vividez del sueño.
Ikal lucha contra los monopolios que desean privatizar la imaginación y la genética, como si se pudiese vender un sueño encriptado, quitándole el poder al hombre, la libertad de su mente de crearlos y alimentarlos, ya que el mercado de ideas es de quien las genera, no de quien las procesa.
“La ciudad del olvido”, es un puente entre la realidad y lo real; lo sublime y lo tangible que se esconde en dicho enlace. La pequeña línea que desafía el poder de la razón y la hacen resquebrajarse en espacio, tiempo, sentidos y mente.
La sinapsis de emoción de este thriller kantiano invita a nuestro subconsciente a encarnarse mientras repasamos las letras, a caminar en un mundo donde las extensiones de los pensamientos tienen vida propia y la memoria es una alarma que activa nuestras más personales fantasías en una utopía.
La cordura se ve opresa por la onírica redacción del autor y nos despierta la inquietud de saber hasta dónde se puede llegar en busca del poder sobre la mente humana, su dominio y adulteración.
