Por Luis Valdez
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Me causa gracia, más que lástima, cuando alguien que abandera su estandarte de escritor dice que uno de los mayores errores de los talleres literarios es hacerle creer a todos que cualquiera puede ser escritor. Es decir, que en la creación literaria sólo son especiales los verdaderamente iluminados y que son los únicos capaces de llorar sangre cuando escriben. Que al mundo en realidad no le hacen falta escritores sino lectores.
Por supuesto, lectores para ellos. Porque ellos ya escriben pero quieren que los lean, porque no olerán un mundo donde haya más escritores que lectores. Porque no pueden aceptar la idea de que hay poetas que no están dispuestos a ser grupis.
En este caso, ya en la novela Los 70´s después de Cristo, Luis Estrella nos arroja a un pueblo lleno de poetas. Maravillosamente nos da la oportunidad de respirar poesía porque hay poetas que ni siquiera tienen la necesidad de escribir para ser poetas.
Mientras que hay otros que se adueñan de los espacios y cada tal día de la semana hacen sus lecturas poéticas para leer en voz alta sus cosas, esperando aplausos. Lo que los convierte en payasos de su absurdo, porque se quieren considerar poetas almas iluminadas, especiales, en un pueblo donde todos, hasta el panadero, el fontanero, el que barre la plaza y limpia la iglesia, son poetas.
Es decir, la poeta no es exclusiva de las señoras emperifolladas. En este caso, Madame Dadá (qué buen nombre se le ocurrió al autor) y sus secuaces, que esperan un público atento y serio, respetuosos pero inagotable en sus aplausos.
Hasta que entre el público, Valdemar y Cristo se alzan y exponen a la mala poesía, y se arma la polémica para dar paso a una posibilidad: La poesía se ha estancado pero siempre tiene esperanza de recuperar su dignidad, de volver a ofrecernos algo digno de ser escuchado, dejar de ser palabrería críptica que nadie entiende más que el autor original (que además ni siquiera es original) y por ello mismo ya no tiene sentido que la acerque al alma de alguien más.
¿De quién es la poesía? La poesía no debe ser de los egoístas. La poesía no debe ser sólo para la gente peinada o los que no andan a pie.
Ahora, Cristo y Valdemar son los revolucionarios que han exhibido a los vendedores de palabrería hueca que gritan afuera del templo mayor.
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Esta novela de Luis Estrella tiene 4 fases. Desde el primer encuentro de Valdemar y Cristo para conformar un séquito de seguidores dispuestos a recuperar la fe en la palabra poética, hasta el viaje de un par de enamorados que en el borde del lado oscuro de la Luna se encuentran con un Cristo dormido, suspendido en el espacio luego de haberse convertido en leyenda que recorrió el mundo hasta causar polémica en un pueblo donde la guerra por la poesía involucra lo mismo a literatos farsantes, a periodistas siniestros y a enamorados enloquecidos.
Y es que en la tercera de estas fases, luego de haber invocado a la locura, los personajes se encuentran suspendidos en un limbo del cual no encuentran salida. Sólo queda provocar al autor, que reaccione y suceda algo, que no duerma hasta que se abra otra puerta y no sólo esa donde hay una espesa neblina en la que podrían desaparecer si tuvieran el arrojo de poner un pie afuera.
Por supuesto que Cristo, quien es el personaje principal de la trama, parece estar seguro de que la neblina no significa el fin. Pero sólo podría ser de quien sabe que ha jalado la historia desde la primera página. Se considera el primer y último personaje por mencionar. Los demás desconfían de que eso le asegure la supervivencia si todavía restan más de 40 páginas. ¿Quién estará en ellas si Cristo desaparece?
Pero la voz del autor está ahí. La voz de un autor que es poeta y arrojó a personajes a un tablero. Su azar no ha movido las circunstancias del juego con el arrojar de dados sino con las cuestiones mismas de la pérdida del sentido poético, la necesidad de escribir, la necesidad de que una poesía honorable y digna merezca ser defendida o se siga volviendo cada vez más hueca y así sea aplaudida y publicada, y convierta a sus creadores en rockstars de pueblo.
Los verdaderos dilemas no se ponen sobre la mesa con un par de dedos. Su destino con ganancias o pérdidas no los decide el azar sino la opción de la comodidad o la revuelta.
Y la voz del autor es una lluvia de palabras que buscan esta revuelta, que saben que Cristo llega a un pueblo donde todos son o se consideran poetas y sólo los salvará un alzamiento renovado, que tanto Valdemar, el joven poeta rebelde, como Madame Dadá, la matrona de la poesía como estatus social, no harán más que criticarse y discutir, y dar vueltas el cuerpo de uno en torno al otro, odiándose pero amándose, porque son el blanco y el negro, porque son la elegancia y el desparpajo, el perfume caro y el olor a axilas, la mujer que tiene el poder para diseñar complots y el joven callejero de a pie.
El autor que narra, diseña su propio ensayo, sus dilemas y cuestionamientos desde el territorio de la creación literaria. Si la trama llega a buen cauce, hay una conclusión, pero también cabos sueltos que servirán de amarres para cuentos o la secuencia en otra novela. De ahí que se maneje la idea de que un escritor sólo escribe una novela total que amarra desde la primera hasta la última. Y yo estoy seguro de que Los 70´s después de Cristo es un punto central en el camino literario que Luis Estrella va aplanando para que caminemos.
Luis Valdez. Monterrey, México. Marzo del 2017.
Luis Valdez
Ha sido becario del Centro de Escritores de Nuevo León 2006 y del FONCA/Conaculta 2007 en la categoría de jóvenes creadores de novela.
Autor de tres novelas cortas, dos libros de relato y un libro de crónicas.
Actualmente escribe la columna de crítica social “Malditos Hipsters”, para 15diario.com, y la columna de promoción a la lectura “Letras de Caín” para el periódico VIDA UNIVERSITARIA, de la Universidad Autónoma de Nuevo León.