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“Yo talking to me?” O la soledad urbana en Taxi Driver

¿Quién te habla en la calle?, ¿a quién le hablas?, ¿ignoras a los caminantes? No es novedad, sucede a diario. Las personas estamos sometidas a un continuo soliloquio que genera una constante en la cotidianeidad. ¿No te ha pasado que caminas por una calle concurrida y miras alrededor para ver que todas las personas van hacia un destino, pero no lo sabes? Eso es la vida actual. Estamos buscando nuestro destino, pero ¿hacia dónde nos dirigimos?

Ahora mismo tengo un soliloquio como Travis Brickle, el protagonista de la historia en Taxi Driver, la película de la cual te hablaré hoy. Él es un hombre que vive en la ciudad de Nueva York y tiene la particularidad de tener insomnio. Es por este aparente motivo que se consigue un trabajo como taxista durante las noches y en el día acude a cines porno para “matar el tiempo”. La cotidianeidad encierra a este personaje y nos lo muestra como un ser humano real, con defectos y algunos aciertos espirituales, los cuales, no obstante, son amainados por siniestros pensamientos que lo envuelven; sin embargo, es la vida y su contexto el factor desequilibrante el que trastorna al protagonista.

En uno de los diálogos más inquietantes, dice:

“All my life needed was a sense of direction, a sense of someplace to go. I do not believe one should devote his life to morbid self- attention, but should become a person like other people.”

Visualmente perfecta, del cineasta Martin Scorsese nos muestra este clásico directo de la panadería cinematográfica del director y en el que Robert De Niro hace una actuación sobresaliente en su trabajo como el taxista desquiciado, existencialista y psicótico.

En Taxi Driver (1976) se inaugura el famoso soliloquio en el que Travis interactúa consigo a través del espejo en una de las más famosas escenas del Séptimo Arte y en donde se desarrolla, mediante un actor tan versátil como De Niro, la involución de un personaje a medida en que su vida tan triste y desolada transcurre, convirtiéndose así en un ser humano inquilino de sus pensamientos, carcomido por el odio que observa en las calles, presa de alucinaciones existenciales, instantes de locura y maquinaciones asesinas; sin embargo, el protagonista aún conserva su parte humana más noble y se manifiesta cuando desea ayudar a una adolescente (Jodie Foster) que es prostituida por “Amoroso”, un proxeneta y drogadicto neoyorquino. Además, al parecer la fortuna le favorecía en el amor al conocer a Betsy (Cybill Shepherd), una guapa y joven rubia que trabaja para la campaña de Charles Palantine (Leonard Harris), el candidato a la presidencia de los EU; no obstante, el mal manejo que hace de esta incipiente relación hace reflexionar a ella y termina con la posible relación. Es así como Travis se hunde en las más perversas cavilaciones y maquina un plan para asesinar al candidato como una forma de venganza sentimental a través de lo social.

El guionista hizo un experimento sociocultural para escribir la historia, la cual se cuenta en un artículo publicado en el sitio Blog de Cine¹. Cito:

“En un estado maníaco depresivo, provocado por sus problemas sentimentales con su ex-mujer y con otra relación reciente, Schrader se había lanzado a un vagabundeo casi suicida por las calles de Los Ángeles. Durante semanas no hizo otra cosa que beber, conducir y caminar, transitando por los barrios más sórdidos de la capital californiana y comiendo nada o casi nada. Finalmente hubo de ser hospitalizado, pues una úlcera le dejó fuera de combate. Fue la abrupta conclusión de una carrera hacia la muerte, que expiaría de su interior escribiendo la historia de Travis Bickle un año después.”

En el protagonista tenemos manifestaciones antípodas de estados anímicos, alteraciones severas de la realidad, austeridad emocional pero empatía con algunas personas e intensos soliloquios que manifiestan su constante preocupación por los hechos que le rodean. Así, pues, la vida en la ciudad de Nueva York es difícil, en ocasiones horrenda, violenta, y vacía. Travis se aísla en un taxi mientras en el asiento trasero viajan personas desconocidas; es un peaje con carne humana, una institución con su propio lenguaje interno y desarrolla una conciencia fértil, que a la postre es una bomba de tiempo, valga la trivialidad de la frase.

En suma, la historia de Taxi Driver es una manifestación realista de un hombre que la cotidianeidad, poco a poco -y su contexto-, fue quemando con la acidez de lo existente en su vida: el trabajo, la vacuidad, la gente, la banalidad, la superficialidad y la injusticia.

 

¹ Publicado en Blog de Cine: https://www.blogdecine.com/criticas/martin-scorsese-taxi-driver-sindrome-de-la-soledad-urbana