“A veces, sólo se necesitan unas cuantas palabras para cambiar tu vida.”
Scott Snyder, escritor de Batman
Muchas veces se ha dicho que quién lee tiende a tener dos vidas: la suya y la del viaje que inicia con cada nuevo libro. En mi caso es un poco diferente, aunque no deja de ser igualmente sorprendente.
Desde que tengo uso de razón los cómics han estado ahí, conmigo, para mi. Cuando necesitaba aprender a leer, llegó mi primer cómic. La primera vez que me gustó una niña, tuve un cómic que lo atestiguó. Cuando obtuve mi primer trabajo, cuando me gradué de la carrera, cuando sufrí mi primer decepción amorosa, cuando comencé a vivir solo, cuando volví a sufrir otra decepción amorosa… En fin, los comics han estado ahí para mi en los momentos necesarios justamente para compartirme algo que, con el paso del tiempo he llegado a comprender mejor: “siempre hay otra opción”.
Siempre me ha fascinado la posibilidad de tener fuerza más allá de cualquier comprensión o representar la cima de la capacidad física e intelectual del hombre. Pero más que eso, siempre he pensado que gracias a que existe una gran cantidad de universos, podemos ser una versión diferente de nosotros mismos en cada uno, siempre con un mismo objetivo en común: ayudar a los demás y ser felices.
Algunos escritores mencionan que lidiar con personajes tan famosos y complejos como Batman, Superman o el Hombre Araña conlleva además de una enorme responsabilidad, una aún más grande posibilidad de narrar historias.
“Tienes que recordar que en la historia completa del universo, tú eres el único “tú” que ha existido y existirá. No hay nadie en toda la existencia que haya sido tú, y nadie podrá ver el mundo de la manera en que lo ves y pueda contarnos cómo luce. Y puede ser tan diferente y tan hermoso que podría ser capaz de cambiar todo”
Grant Morrison, escritor de cómics.
Todos tenemos miedos, ilusiones, aspiraciones y fascinaciones. Nuestros héroes y personajes son simplemente el reflejo de la mejor versión de lo que soñamos ser algún día. Tal vez por eso es que mientras más pasa el tiempo, encuentro a mis propios fantasmas y demonios mucho más pequeños, por que mi “héroe” personal ha evolucionado desde una época previa a la Segunda Guerra Mundial hasta hoy día.
Eso es lo que me brinda esperanza. No es el grandioso arte que cada vez más es reconocido como una forma de expresión digna de las mejores galerías del mundo. No es la inclusión de escritores dignos de dar clase en Oxford University o Columbia University y preparar la siguiente camada de escritores de best- sellers.
Es mucho más que eso. Es la vida misma llevada al papel (o pantalla según sea el caso), sólo que extrapolada a niveles cósmicos, bíblicos, en escenarios futuristas, a nivel de la calle, en múltiples realidades. Y yo me quedo con la misma enseñanza de siempre: por más veces que puedan golpear a nuestros héroes, siempre, siempre, encuentran la forma.
Por más mal que me vaya en la escuela o el trabajo. Por más veces que me rompan el corazón. Por más veces que no sepa el rumbo a seguir. Es en estos mensajes no tan simples que logro encontrar un cobijo que muchas veces en la prosa de algún otro es escritor no encuentro.
El ver cómo seres con poderes espectaculares pueden lograr sucumbir ante los males más simples o cómo incluso el afrontar la muerte o el abandono de un ser querido se vuelve una tarea titánica que ni los seres más poderosos de la Tierra son capaces de librarse, de algún modo me da esperanza a que, como por lo general resulta suceder en el mundo de las historietas: siempre habrá una manera de salir adelante.
