La conservación del patrimonio arqueológico

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Los antiguos grupos nativos que vivieron en lo que ahora es Nuevo León nos legaron su evidencia material, es decir, los vestigios arqueológicos que ahora  pueden  ser  encontrados.  Para  estudiarlos  es  indispensable  su  conservación,  sin  embargo,  existen causas naturales y humanas que actúan en perjuicio de éstos, por lo que es preciso conocer la forma de preservar este patrimonio. La conservación de los sitios arqueológicos ha  disminuido,  y  uno  de  los  factores  que  más  han contribuido a ello es la erosión.

Cabe señalar que la erosión es un proceso natural, pero también puede ser propiciado o acelerado por el ser humano cuando  desvía  el  cauce  de  los  ríos,  urbaniza,  crea  presas, explota los mantos acuíferos, introduce ganado y  sobreexplota  algunas  especies  vegetales  como  el mezquite, ya que esto genera cambios en la flora y fauna de la región. Entonces,  al  momento  que  la  vegetación disminuye,  la  ausencia  o  poca  cantidad  de  raíces que  compacten  el  suelo  ocasiona  que  con  las  lluvias haya un arrastre anormal de sedimentos, lo que altera muchos de los contextos arqueológicos, pues los sitios muestran acarreo del material lítico y, entre otras cosas, provocan que afloren las rocas de los fogones.

Incluso, hay lugares en los que se pueden apreciar  al  menos  dos  niveles  de  suelo,  el  que  está fuertemente erosionado y aquél que aún se mantiene como montículos naturales debido a las raíces y vegetación. Por  otra  parte,  en  el  caso  de  las  excavaciones, el arqueólogo se enfrenta a otro tipo de agentes. Por  ejemplo,  las  raíces  profundas  y  grandes  de  los árboles  cruzan  en  ocasiones  el  sitio  arqueológico, removiendo los materiales que están bajo la superficie. De igual modo, a veces no es la flora, sino la fauna  la  que  origina  alteración  del  contexto.  Por ejemplo,  una  de  ellas  se  debe  a  las  aves  de  rapiña, como búhos y otras especies que anidan en las peñas de los cerros y los macizos rocosos, pues hay ocasiones que en las cuevas se van acumulando los restos óseos  de  los  animales  con  los  que  se  alimentan,  lo que lo altera en un momento dado, ya que estos restos  puede  llegar  a  confundirse  con  restos  similares dejados por el ser humano hace mucho tiempo.

Lo mismo ocurre con carnívoros de distinta talla, como pumas,  coyotes,  gato  montés  u  otras  especies  que habitan  Nuevo  León  y  que  llevan  sus  presas  a  sus madrigueras,  dejando  huesos  desperdigados  en  el área;  sus  madrigueras,  en  muchas  ocasiones,  son cuevas o abrigos rocosos que fueron ocupadas hace cientos o miles de años por el hombre. Igualmente,  las  madrigueras  de  roedores revuelven  el  material  arqueológico  a  través  de  los túneles  que  hacen.  También  esos  mismos  roedores suelen mordisquear y roer los restos óseos, pues muchas veces son encontrados en las excavaciones con claras huellas de dientes.

Ahora  bien,  en  lo  que  respecta,  a  los  sitios con    manifestaciones    gráficorupestres,    podemos mencionar que el deterioro y alteración incide tanto en el sitio en su conjunto, como en las rocas, es decir, en el caso del daño causado al contexto en general, podemos mencionar el caso de Cueva Ahumada, sitio ubicado en García, el cual ha sufrido graves daños por agentes naturales como el huracán Gilberto en 1988. De igual modo, en Boca de Potrerillos, la zona  arqueológica  localizada  en  Mina,  la  erosión ha provocado que grandes rocas con petrograbados se  hayan  desprendido  y  rodado  hacia  el  lecho  del arroyo, pues con las crecidas causadas por las lluvias torrenciales que ocasionalmente azotan la región el arroyo cada vez se ensancha más, de ahí que la cerca que lo delimita haya sido dañada. El otro tipo de afectación, el que se da a partir del medio ambiente y que incide de manera concreta en la roca, puede deberse a varios factores. Por ejemplo, hay ocasiones que la roca que sirve como soporte  para  la  pintura  muestra  escurrimientos  de carbonatos  que  cubren  parcialmente  la  superficie, por lo que en ocasiones las pinturas están cubiertas parcial o totalmente.

Por  otra  parte,  hay  que  mencionar  que  las rocas con petrograbados de los sitios tienen en mayor o menor medida fracturas y exfoliaciones causa-das por los cambios bruscos de temperatura, donde en  pocas  horas  la  temperatura asciende   o   desciende   súbitamente, provocan que las rocas se fracturen. Además,    en    algunas ocasiones,   las   rocas   muestran las figuras grabadas parcialmente  cubiertas  por  excremento  de aves,  lo  que  propicia  el  crecimiento de hongos o líquenes.

*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.

El link hacia el texto completo se encuentra en: https://issuu.com/monterrey/docs/tomo_1portadas

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