El ingeniero Antonio Salas y su plano para las nuevas Casas Consistoriales

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El  silencio  que  se  mantuvo  sobre  las  Casas  Reales a  finales  del  siglo  XVIII,  se  mantuvo  por  algunos años  a  principios  del  siglo  XIX,  uno  esperaría  que dicho silencio fuera el resultado de un mantenimiento permanente del edificio pero no era así, lo que se mantenía era su detrimento; pero la paciente espera o inquietante desesperación, hizo que en 1814 el Cabildo solicitara dinero para reparar y mantener el edificio  de  Ayuntamiento,  acordándose  en  julio  su compostura,  “no  dando  más  tiempo  de  espera  por amenazar  ruina,  si  no  se  reparan prontamente”. Pasarían algunos días para decidirse la forma de re-unir el dinero necesario, el Cabildo determinó que se  citara  a  los  vecinos  pudientes  de  la  ciudad  para invitarlos  a  contribuir  al  reparo  del  edificio.  Tal parece que lograron la generosidad de algunos vecinos, pues en enero de 1815 se comisionaba a Ignacio Martínez “para la compra de maderas que se necesitan  para  compostura  o  reedificación  de  las  Casas Consistoriales”.  Así  lo  hizo  dos  meses  después, pues anunciaba que ya tenía “hecha la compra de la madera para la reedificación o compostura de las casas  consistoriales”.

Algo  debió  repararse,  más  no lo  suficiente,  una  queja  que  hace  el  Cabildo  ocho meses  después,  permite  conocer  sus  condiciones, que  a  todas  luces  mantenían  un  estado  lastimoso a  tal  grado  que  hasta  puntales  había  para  evitar  la caída de los techos. Les manifiesta a todas luces a dar principio a las casas Consistoriales que están bien indecentes  para  la  representación  que  corresponde, y mas en una capital cabecera de las  cuatro  Provincias  y  del  Obispado,  pues están reducidas a una sala baja de acuerdos, y dos piezas que se ocupan con el archivo de gobierno y Alcalde Ordinario y en tan fatal estado que habiéndose arruinado los techos, a  pesar  de  los  Puntales  que  tenían  mucho tiempo ha, en ahorro de gastos, ha sido in-dispensable  poner  a  cubierto  en  la  citada sala,  todo  el  Archivo,  mientras  se  componen, lo que se está verificando actualmente, y se remitirá a Vuestra Señoría, con oportunidad en la cuenta próxima, la de los precisos gastos que ha sido indispensable invertir por  lo  pronto  =  La  escasez  de  los  fondos, como  de  las  mismas  cuentas  se  demuestra hay  existentes,  no  permite,  es  verdad,  la construcción  de  unas  Casas  Consistoriales propias a esta capital; pero, dando principio, por lo menos se adelantará y tomará dentro de  poco  el  estado  de  que  sean  susceptibles en las actuales circunstancias.

Las  constantes  composturas  que  había  sufrido  el edificio   hacían   necesario   considerar   una   nueva construcción, pues los arreglos se hacían sobre ajustes anteriores. El edificio dejaba de ofrecer la seguridad necesaria para las juntas de Cabildo y daba una imagen de poco respeto a la población. El Cabildo resolvió cambiar esa imagen en mayo de 1818. A la  total  ruina  en  que  se  hallan  las  dos piezas que sirven de casas reales, y la grande  necesidad  que  hay  de  construir  nuevas para ahorrar los gastos que se están haciendo  en  reparar  aquellas,  con  otras  muchas consideraciones  que  se  tuvieron  presentes, en  consecuencia  expusieron  haberlo  hecho todo presente al Señor Comandante General quien está de acuerdo en que se formalice el expediente respectivo mandándose hacer el plan que debe acompañarle para la aprobación de la Superioridad a donde deberá ocurrirse por el conducto del Señor Intendente en  virtud  de  todo  acordaron  nombrar  para ello  al  ingeniero  don  Antonio  Salas  quien compareció en su persona e instruido de las ideas  de  esta  Corporación  quedó  de  verificarlo  previo  reconocimiento  del terreno  a que  concurrirán  con  el  Señor  Regidor  don Juan de Arispe (Arizpe) y Síndico Procurador General quedando dicho Señor Regidor entendido de acordar con el ingeniero cuanto conduzca al intento.

El nombramiento que se le dio al ingeniero Antonio Salas para hacer un plan de las nuevas Casas Reales fue aceptado por éste último, quien acordó reconocer  el  terreno  y  dar  un  dictamen.  En  junio  de  ese año,  el  ingeniero  Antonio  Salas  entregaba  el  plano para  una  nueva  construcción  de  casas  consistoriales, “el que visto acordaron se custodie en un cañón de hoja de lata que se hará al intento, y por lo que respecta a la gratificación u honorario que deba darse  al  ingeniero  el  mismo  Señor  Regidor  averiguará cual sea la que corresponde”. A los pocos días, se resolvió pagarle por sus servicios 200 pesos. Y en tanto  recibía  su  pago  también  se  alistaba  para  salir  de  Monterrey  por  orden  de  la  superioridad,  por lo que el regidor Juan de Arispe trataba de hacer lo posible por hacerlo regresar, pues ya había emprendido la marcha. Y  continuar  en  ella  por  lo  menos  el  tiempo necesario para dar principios a la construcción  de  las  Casas  Reales,  tanto  por  los  conocimientos  que  tiene,  como  por  haber  él mismo formado el prospecto de ellas, siendo al cargo de esta Ciudad cuidar de su persona y  conducta  con  otras  varias  razones  que  al intento expuso. ¿Cuál fue la razón por la que Antonio Salas tuvo que salir  del  Reino?  Y  ¿Por  qué  habría  de  cuidar  Juan de  Arispe  a  Antonio  Salas  y  su  conducta?  Difícil saberlo,  pero  al  año  siguiente  (1819)  “se  permite  la construcción de las Casas Consistoriales del Ayuntamiento de Monterrey”, pero la edificación no se realizó.

El triunfo de la Independencia en 1821, hizo que fuerzas armadas (la milicia nacional) se acuartelaran el 5 de noviembre de ese año en la pieza exterior de las Casas Consistoriales. Escenario donde días después se juraría la proclamación de Independencia del imperio mexicano. El cambio político se reflejaría en el edificio mismo, en marzo de 1822, José Ángel Zambrano estaría  pintando  un  lienzo  con  las  Armas  Imperiales para  las  casas  consistoriales,  recibiendo  31  pesos por  la  hechura.  No  sin  antes  borrar  las  armas  de España  que  estaban  en  la  portada  de  la  cárcel. En  1824  las  autoridades  municipales  realizaron  la compra  de  las  antiguas  tiendas  del  Santísimo,  con esa adquisición, el edificio crecería. Inicialmente adquiridas para agrandar la cárcel, un año después les encontraron un nuevo destino, el de emprender en ese sitio una obra necesaria: la Alhóndiga, ubica-da a “espaldas de la casa de alto que está contigua a esta cárcel (Tiendas del Santísimo) y se fabrique con la brevedad posible, así lo exige el ornato y utilidad de  la  ciudad”.

También  se  aprobó  en  octubre  15, el  “mapa  o  diseño  formado  por  el  extranjero  Juan de Salas, que presenta el mismo Ayuntamiento para la  construcción  de  cárcel  y  casas  consistoriales”. Del plano se apuntó que estaba “persuadido según el  presupuesto  que  manifiesta  el  Mapa,  necesitar algunos  años  y  de  bastantes  miles  para  ponerlo  en práctica  en  toda  su  extensión”.  Es  interesante  que en ese año se hiciera una brevísima relación de los espacios  que  estaban  contemplados  en  el  plano,  a saber, “salas capitulares, cárcel pública, habitación para los Supremos Poderes del Estado y otros establecimientos  útiles  a  sus  fondos,  como  los  portales del Mercado, posito y demás que contiene de mucha utilidad y ornato”. A  pesar  de  estos  buenos  deseos,  las  casas consistoriales no se construyeron. Dos  años  después,  en  octubre  de  1827,  se empedraron  y  blanquearon  las  casas  consistoriales y la cárcel, ocupando para ello un maestro, con un presupuesto  de  24  pesos.  El  arreglo  o  modificación  de  un  cuarto  no  implicaba  únicamente  la  comodidad  de  quien  lo  iba  a  usar  o  la  conservación simple  y  llana  del  edificio,  implicaba  considerar  la seguridad tanto del exterior como del interior, abrir una  ventana  o  cambiar  una  puerta  era  tema  que había  que  reflexionar  en  muchas  ocasiones,  el  as-pecto  utilitario  estaba  por  encima  del  estético.

Así lo manifestó José Onofre Tobar en carta enviada al procurador José Alejandro de Uro el 1 de marzo de 1828, que a la letra dice: Sr. Procurador C. José Alexandro de Uro: Muy  señor  mío  me  han  informado  que  el cuarto que esta contiguo a la cocina se está componiendo para la habitación del Alcalde y  hallándome  en  posesión  de  esta  plaza,  se me  hace  de  necesidad  patentizarle  lo  inseguro  que  se  halla  dicho  cuarto,  que  así  por la comunicación indispensable con las presas  de  la  cocina,  como  la  que  le  queda  con la puerta que se le abrió al calabozo para el referido cuarto; de lo que resulta que de una pronta defensa, o bien por algún asalto de los presos o auxilio que pida la justicia o cuan-do me es preciso comparecer en el oficio al llamado  de  un  alcalde,  no  puede  uno  dejar su […] con la seguridad correspondiente, así de armas como los demás muebles que tengo a mi responsabilidad, por lo que suplico a  V.  interponga  su  respeto  para  que  manifestándoselo al ilustre ayuntamiento, se sirva mandar  condenar  la  puerta  que  cae  para  la cocina y que se ponga para la calle y cambiar la de rejas que queda para la plaza en dicho cuarto. José Onofre Tobar. La solicitud de José Onofre fue aceptada.

En mayo comenzaron “a arrimar materiales para la construcción de las piezas que se han de hacer a espaldas de las casas consistoriales”. Las Casas Consistoriales fueron adquiriendo los símbolos de la nueva nación, ya se habían borrado las Armas de España y puestas las del Imperio Mexicano, luego cambiarían por el cambio igualmente político. En septiembre de 1829 se  encargó  una  bandera  o  Pabellón  Nacional  para las Casas consistoriales. En  ese  año,  durante  el  mes  de  noviembre se  vuelve  a  referir  el  reducido  tamaño  de  las  casas consistoriales. Al año siguiente, en agosto, se ampliaron  “las  casas  consistoriales  y  demás  piezas  de que se compone”. En enero de 1831 se presentó un presupuesto del “costo de un torreón en las azoteas de la cárcel para  resguardo  del  centinela”.  Al  no  llevarse  a cabo, en julio se quejan “por los muchos males que se experimenta sufren los soldados haciendo custodia  sobre  las  casas  consistoriales  por  no  haber  un torreón”, por lo que se pide construirlo ¿Qué sucedió con el torreón que desde el siglo XVII existía? Cayó en la inundación de 1752.

La queja tuvo efecto, ya que en agosto se aprobó el gasto para la construcción  del  torreón  “sobre  las  azoteas  de  la  cárcel para guardarle al centinela del sol y las lluvias”. En septiembre de ese año, el espacio de las casas  consistoriales  comienza  a  transformarse,  se da noticia de la construcción de una nueva pieza al Norte  de  ellas,  al  poco  tiempo  se  alquiló,  y  en octubre se generaban las primeras rentas. Aunque lenta, la obra prosiguió y en diciembre de 1835 se recibían un millar de tabletas para la continuación de la obra de las casas consistoriales, además de otros materiales que se recibieron a lo largo de ese mismo año.  Al  mismo  tiempo,  se  estaban  construyendo unos portales, al poniente del edificio, lamentándose en abril de 1836 la suspensión de los trabajos: “Se ha hecho notable a este gobierno la paralización de la  obra  comenzada  a  espaldas  de  las  casas  consistoriales que mira a la plazuela del Mercado, la que a mas de ceder en ornato de la ciudad debe prestar considerable utilidad del fondo municipal”.

La obra de los portales se realizó al poniente,  y  se  buscó  arreglar  los  espacios  del  Norte;  en junio se esperaba la contratación de un sobrestante para la continuación de la dicha obra de los portales así como para demoler las cocinas que existían en el Norte. Se hizo la observación de que “los pilares de los portales de la plazuela trazados para altos y de que  de  ello  son  capaces,  se  construyan  éstos  sobre aquellos por parecer así conveniente”. Ya  desde  marzo  de  ese  año  se  había  intentado  la  contrata  de  maestro  de  obras,  se  propuso  a Cristóbal Sánchez, “en razón de que por falta de un Arquitecto  es  quien  tiene  bastantes  conocimientos para ello pues en otros años que ha sido empleado municipal  ha  corrido  con  dicha  dirección”. No hubo acuerdos en los sueldos, por lo que la Comisión  solicitó  se  buscase  “otro  individuo  inteligente cuyo honorario sea menos gravoso a la Ciudad”.

La obra debió llevar buena marcha pues hacia 1841, ya se habían encargado al carretero Ignacio González,  carretas de laja para las banquetas de las casas consistoriales, Estos arreglos se lograban en parte, por los cobros generados por la renta de los locales de los portales del Palacio. Ya para 1843, los portales del Poniente estaban terminados, pues en ese año, José María Bocanegra rentaba por ocho años “la pieza zaguán que se halla bajo de los portales de las Casas Consistoriales por  el  rumbo  de  poniente,  sita  en  la  Plazuela  de  la ciudad”. Estas piezas coexistieron a la par con un comercio semifijo que se ubicó en la parte Poniente y Norte de las Casas Consistoriales, estos espacios que en sí constituían un solo núcleo, con el tiempo se distinguieron en dos espacios: La plaza del Mercado y la plazuela de los “Caxones”.

*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.

El link hacia el texto completo se encuentra en: https://issuu.com/monterrey/docs/tomo_1portadas

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