El silencio que se mantuvo sobre las Casas Reales a finales del siglo XVIII, se mantuvo por algunos años a principios del siglo XIX, uno esperaría que dicho silencio fuera el resultado de un mantenimiento permanente del edificio pero no era así, lo que se mantenía era su detrimento; pero la paciente espera o inquietante desesperación, hizo que en 1814 el Cabildo solicitara dinero para reparar y mantener el edificio de Ayuntamiento, acordándose en julio su compostura, “no dando más tiempo de espera por amenazar ruina, si no se reparan prontamente”. Pasarían algunos días para decidirse la forma de re-unir el dinero necesario, el Cabildo determinó que se citara a los vecinos pudientes de la ciudad para invitarlos a contribuir al reparo del edificio. Tal parece que lograron la generosidad de algunos vecinos, pues en enero de 1815 se comisionaba a Ignacio Martínez “para la compra de maderas que se necesitan para compostura o reedificación de las Casas Consistoriales”. Así lo hizo dos meses después, pues anunciaba que ya tenía “hecha la compra de la madera para la reedificación o compostura de las casas consistoriales”.
Algo debió repararse, más no lo suficiente, una queja que hace el Cabildo ocho meses después, permite conocer sus condiciones, que a todas luces mantenían un estado lastimoso a tal grado que hasta puntales había para evitar la caída de los techos. Les manifiesta a todas luces a dar principio a las casas Consistoriales que están bien indecentes para la representación que corresponde, y mas en una capital cabecera de las cuatro Provincias y del Obispado, pues están reducidas a una sala baja de acuerdos, y dos piezas que se ocupan con el archivo de gobierno y Alcalde Ordinario y en tan fatal estado que habiéndose arruinado los techos, a pesar de los Puntales que tenían mucho tiempo ha, en ahorro de gastos, ha sido in-dispensable poner a cubierto en la citada sala, todo el Archivo, mientras se componen, lo que se está verificando actualmente, y se remitirá a Vuestra Señoría, con oportunidad en la cuenta próxima, la de los precisos gastos que ha sido indispensable invertir por lo pronto = La escasez de los fondos, como de las mismas cuentas se demuestra hay existentes, no permite, es verdad, la construcción de unas Casas Consistoriales propias a esta capital; pero, dando principio, por lo menos se adelantará y tomará dentro de poco el estado de que sean susceptibles en las actuales circunstancias.
Las constantes composturas que había sufrido el edificio hacían necesario considerar una nueva construcción, pues los arreglos se hacían sobre ajustes anteriores. El edificio dejaba de ofrecer la seguridad necesaria para las juntas de Cabildo y daba una imagen de poco respeto a la población. El Cabildo resolvió cambiar esa imagen en mayo de 1818. A la total ruina en que se hallan las dos piezas que sirven de casas reales, y la grande necesidad que hay de construir nuevas para ahorrar los gastos que se están haciendo en reparar aquellas, con otras muchas consideraciones que se tuvieron presentes, en consecuencia expusieron haberlo hecho todo presente al Señor Comandante General quien está de acuerdo en que se formalice el expediente respectivo mandándose hacer el plan que debe acompañarle para la aprobación de la Superioridad a donde deberá ocurrirse por el conducto del Señor Intendente en virtud de todo acordaron nombrar para ello al ingeniero don Antonio Salas quien compareció en su persona e instruido de las ideas de esta Corporación quedó de verificarlo previo reconocimiento del terreno a que concurrirán con el Señor Regidor don Juan de Arispe (Arizpe) y Síndico Procurador General quedando dicho Señor Regidor entendido de acordar con el ingeniero cuanto conduzca al intento.
El nombramiento que se le dio al ingeniero Antonio Salas para hacer un plan de las nuevas Casas Reales fue aceptado por éste último, quien acordó reconocer el terreno y dar un dictamen. En junio de ese año, el ingeniero Antonio Salas entregaba el plano para una nueva construcción de casas consistoriales, “el que visto acordaron se custodie en un cañón de hoja de lata que se hará al intento, y por lo que respecta a la gratificación u honorario que deba darse al ingeniero el mismo Señor Regidor averiguará cual sea la que corresponde”. A los pocos días, se resolvió pagarle por sus servicios 200 pesos. Y en tanto recibía su pago también se alistaba para salir de Monterrey por orden de la superioridad, por lo que el regidor Juan de Arispe trataba de hacer lo posible por hacerlo regresar, pues ya había emprendido la marcha. Y continuar en ella por lo menos el tiempo necesario para dar principios a la construcción de las Casas Reales, tanto por los conocimientos que tiene, como por haber él mismo formado el prospecto de ellas, siendo al cargo de esta Ciudad cuidar de su persona y conducta con otras varias razones que al intento expuso. ¿Cuál fue la razón por la que Antonio Salas tuvo que salir del Reino? Y ¿Por qué habría de cuidar Juan de Arispe a Antonio Salas y su conducta? Difícil saberlo, pero al año siguiente (1819) “se permite la construcción de las Casas Consistoriales del Ayuntamiento de Monterrey”, pero la edificación no se realizó.
El triunfo de la Independencia en 1821, hizo que fuerzas armadas (la milicia nacional) se acuartelaran el 5 de noviembre de ese año en la pieza exterior de las Casas Consistoriales. Escenario donde días después se juraría la proclamación de Independencia del imperio mexicano. El cambio político se reflejaría en el edificio mismo, en marzo de 1822, José Ángel Zambrano estaría pintando un lienzo con las Armas Imperiales para las casas consistoriales, recibiendo 31 pesos por la hechura. No sin antes borrar las armas de España que estaban en la portada de la cárcel. En 1824 las autoridades municipales realizaron la compra de las antiguas tiendas del Santísimo, con esa adquisición, el edificio crecería. Inicialmente adquiridas para agrandar la cárcel, un año después les encontraron un nuevo destino, el de emprender en ese sitio una obra necesaria: la Alhóndiga, ubica-da a “espaldas de la casa de alto que está contigua a esta cárcel (Tiendas del Santísimo) y se fabrique con la brevedad posible, así lo exige el ornato y utilidad de la ciudad”.
También se aprobó en octubre 15, el “mapa o diseño formado por el extranjero Juan de Salas, que presenta el mismo Ayuntamiento para la construcción de cárcel y casas consistoriales”. Del plano se apuntó que estaba “persuadido según el presupuesto que manifiesta el Mapa, necesitar algunos años y de bastantes miles para ponerlo en práctica en toda su extensión”. Es interesante que en ese año se hiciera una brevísima relación de los espacios que estaban contemplados en el plano, a saber, “salas capitulares, cárcel pública, habitación para los Supremos Poderes del Estado y otros establecimientos útiles a sus fondos, como los portales del Mercado, posito y demás que contiene de mucha utilidad y ornato”. A pesar de estos buenos deseos, las casas consistoriales no se construyeron. Dos años después, en octubre de 1827, se empedraron y blanquearon las casas consistoriales y la cárcel, ocupando para ello un maestro, con un presupuesto de 24 pesos. El arreglo o modificación de un cuarto no implicaba únicamente la comodidad de quien lo iba a usar o la conservación simple y llana del edificio, implicaba considerar la seguridad tanto del exterior como del interior, abrir una ventana o cambiar una puerta era tema que había que reflexionar en muchas ocasiones, el as-pecto utilitario estaba por encima del estético.
Así lo manifestó José Onofre Tobar en carta enviada al procurador José Alejandro de Uro el 1 de marzo de 1828, que a la letra dice: Sr. Procurador C. José Alexandro de Uro: Muy señor mío me han informado que el cuarto que esta contiguo a la cocina se está componiendo para la habitación del Alcalde y hallándome en posesión de esta plaza, se me hace de necesidad patentizarle lo inseguro que se halla dicho cuarto, que así por la comunicación indispensable con las presas de la cocina, como la que le queda con la puerta que se le abrió al calabozo para el referido cuarto; de lo que resulta que de una pronta defensa, o bien por algún asalto de los presos o auxilio que pida la justicia o cuan-do me es preciso comparecer en el oficio al llamado de un alcalde, no puede uno dejar su […] con la seguridad correspondiente, así de armas como los demás muebles que tengo a mi responsabilidad, por lo que suplico a V. interponga su respeto para que manifestándoselo al ilustre ayuntamiento, se sirva mandar condenar la puerta que cae para la cocina y que se ponga para la calle y cambiar la de rejas que queda para la plaza en dicho cuarto. José Onofre Tobar. La solicitud de José Onofre fue aceptada.
En mayo comenzaron “a arrimar materiales para la construcción de las piezas que se han de hacer a espaldas de las casas consistoriales”. Las Casas Consistoriales fueron adquiriendo los símbolos de la nueva nación, ya se habían borrado las Armas de España y puestas las del Imperio Mexicano, luego cambiarían por el cambio igualmente político. En septiembre de 1829 se encargó una bandera o Pabellón Nacional para las Casas consistoriales. En ese año, durante el mes de noviembre se vuelve a referir el reducido tamaño de las casas consistoriales. Al año siguiente, en agosto, se ampliaron “las casas consistoriales y demás piezas de que se compone”. En enero de 1831 se presentó un presupuesto del “costo de un torreón en las azoteas de la cárcel para resguardo del centinela”. Al no llevarse a cabo, en julio se quejan “por los muchos males que se experimenta sufren los soldados haciendo custodia sobre las casas consistoriales por no haber un torreón”, por lo que se pide construirlo ¿Qué sucedió con el torreón que desde el siglo XVII existía? Cayó en la inundación de 1752.
La queja tuvo efecto, ya que en agosto se aprobó el gasto para la construcción del torreón “sobre las azoteas de la cárcel para guardarle al centinela del sol y las lluvias”. En septiembre de ese año, el espacio de las casas consistoriales comienza a transformarse, se da noticia de la construcción de una nueva pieza al Norte de ellas, al poco tiempo se alquiló, y en octubre se generaban las primeras rentas. Aunque lenta, la obra prosiguió y en diciembre de 1835 se recibían un millar de tabletas para la continuación de la obra de las casas consistoriales, además de otros materiales que se recibieron a lo largo de ese mismo año. Al mismo tiempo, se estaban construyendo unos portales, al poniente del edificio, lamentándose en abril de 1836 la suspensión de los trabajos: “Se ha hecho notable a este gobierno la paralización de la obra comenzada a espaldas de las casas consistoriales que mira a la plazuela del Mercado, la que a mas de ceder en ornato de la ciudad debe prestar considerable utilidad del fondo municipal”.
La obra de los portales se realizó al poniente, y se buscó arreglar los espacios del Norte; en junio se esperaba la contratación de un sobrestante para la continuación de la dicha obra de los portales así como para demoler las cocinas que existían en el Norte. Se hizo la observación de que “los pilares de los portales de la plazuela trazados para altos y de que de ello son capaces, se construyan éstos sobre aquellos por parecer así conveniente”. Ya desde marzo de ese año se había intentado la contrata de maestro de obras, se propuso a Cristóbal Sánchez, “en razón de que por falta de un Arquitecto es quien tiene bastantes conocimientos para ello pues en otros años que ha sido empleado municipal ha corrido con dicha dirección”. No hubo acuerdos en los sueldos, por lo que la Comisión solicitó se buscase “otro individuo inteligente cuyo honorario sea menos gravoso a la Ciudad”.
La obra debió llevar buena marcha pues hacia 1841, ya se habían encargado al carretero Ignacio González, carretas de laja para las banquetas de las casas consistoriales, Estos arreglos se lograban en parte, por los cobros generados por la renta de los locales de los portales del Palacio. Ya para 1843, los portales del Poniente estaban terminados, pues en ese año, José María Bocanegra rentaba por ocho años “la pieza zaguán que se halla bajo de los portales de las Casas Consistoriales por el rumbo de poniente, sita en la Plazuela de la ciudad”. Estas piezas coexistieron a la par con un comercio semifijo que se ubicó en la parte Poniente y Norte de las Casas Consistoriales, estos espacios que en sí constituían un solo núcleo, con el tiempo se distinguieron en dos espacios: La plaza del Mercado y la plazuela de los “Caxones”.
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
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