El origen de estos espacios se remonta al gobierno de don Simón de Herrera y Leyva, cuando permitió el establecimiento de productos comestibles en lo que antiguamente fue la huerta de las Casas Consistoriales, espacio que todavía se observa en el plano de 1791, pero que en el plano levantado por Crouset en 1798 ha desaparecido, mostrándose en cambio, un nuevo espacio definido como Plaza del Mercado. No deja de ser interesante que el espacio para mercado esté plenamente delimitado. ¿Hasta qué punto habrá ocupado parte del espacio del actual edificio aquél viejo mercado? ¿Realmente habrá ocupado parte del patio y ala poniente de lo que fue el Palacio Municipal? El plano pareciera decirnos que no, y el hecho de que se mencione la presencia de la plaza del Mercado atrás de las Casas consistoriales no implica necesariamente que estuviera tan cercana.
La plaza del Mercado fue conocida años después como plaza del Comercio. A esta plaza hay que agregar una más pequeña que se encontraba al Norte del edificio municipal, era conocida como “plazuela de los Caxones”,por haber en ella, este tipo de estructuras de madera donde se vendían productos diversos, aunque tuvo como principal vocación, la venta de alimentos. Las dimensiones de los cajones tanto en la plaza del Mercado como en la plazuela de los Cajones no eran homogéneas para todos; sin embargo, a manera de ejemplo, proporcionamos las medidas que tenía el cajón de Justo Cárdenas, quien pedía permiso en mayo de 1836 para colocar su cajón en la esquina de la plazuela. Señalaba que su cajón de madera medía 6 ½ varas de largo por 5 ½ de ancho (5.42 m de largo x 4.58 m de ancho). El permiso, por cierto, le fue concedido.
Debía colocarlo “con el frente principal a la calle del Comercio del Norte”, es decir, en la “plazuela de los Caxones”, sitio que desde 1816 se encontraba empedrado. Esta plazuela ya contaba hacia 1825, con unos portales de madera que daban abrigo a los vendedores, su estructura no era del todo adecuada, tenía goteras y el encargado del piso temía que “con el tiempo pueden deteriorarse los Portales de los Cajones por las muchas goteras que en tiempo de aguas tienen”. Avisado el Municipio, se procuró su arreglo. La plazuela tenía en 1826, seis cajones, cuatro de ellos eran de madera y vendían productos diversos, uno mas era el de una cocina, perteneciente a Paula de los Santos, mejor conocida como tía Paula, el último era el cuarto del Santísimo. Su distribución a lo largo de aquél antiguo callejón (de oriente a poniente) era la siguiente: al frente de la Plaza de Armas y lindando al sur con el Ayuntamiento y cárcel, estaba la “casa que se conocía por del Santísimo” o “Divinismo”, una cocina “que queda a sus espaldas” y en seguida el piso de la Plazuela con sus cuatro cajones. En 1832, el Ayuntamiento aprobó destruir algunos de los cajones de la plaza del Mercado, “puesto que los que los ocupaban los (han) dejado, a excepción de uno que se haya en una de sus esquinas teniendo necesidad de echarse mano de los materiales de que se forman dichos cajones para la continuación de la obra que se está levantando”.
Un día después se confirma la orden ya que “conduce al mejor comercio de las tiendas concluidas y hermosura de la referida plaza”. El cajón portátil de madera que se mencionó como el único ocupado pertenecía a Juan Treviño, quien lo había comprado a Gabino Arámbula, éste último lo había colocado en uno de los cabezales de los portales que entonces había en la plazuela. Sin embargo, Juan Treviño refiere en febrero de 1833, que estos portales del Mercado ya se habían destruido, quedando su cajón aislado en la plazuela “sin punto fijo de apoyo, porque en la parte que se ha puesto hay varios reclamos por los comerciantes e inquilinos de la ciudad y aun antes se haya interesado ponerse su punto donde no es de comercio y el propietario se haya resistido”. La suerte que corrieron los portales que había en la plazuela a cuyo cabezal se hallaba el cajón portátil (eran) contrarios al ornato y decencia de la plazuela, se mandaron quitar de ella por acuerdo de esa Corporación […] claro es que debe suceder lo mismo con el cajón citado que era accesorio a los portales dichos.
No obstante la decisión del Ayuntamiento, Juan de Treviño hizo un último intento por conservar su cajón el 18 de febrero de 1833.[…] hace mas de un año que con el fin de promover un corto fijo de tendajo para subvenir a los gastos de mi crecida familia compré al ciudadano Gabino Arámbula con grave sacrificio de mis cortos haberes un cajón de madera movible colocado en la plazuela principal de esta ciudad, en la cantidad de ciento veinte pesos que con su respectiva compostura asciende a doscientos bajo el firme concepto y seguridad de tener permiso de subsistir en dicho sitio, único en que puede ser valioso dicho cajón […] pero hará cerca de un mes que repentinamente se me previno por uno de los señores alcaldes que lo quitase y desocupase el lugar en que es-taba, semejante despojo que va a privarme de las comodidades bajo las cuales compré dicho mueble, lo he reclamado por repetidas veces sin efecto ninguno, habiéndoseme designado últimamente horas para su traslación: una medida tan gravosa que de un golpe me priva del capital invertido en dicho mueble sin concedérseme la indemnización que justamente corresponde a un ciudadano honrado que acaba de contribuir al préstamo forzoso y que siempre ha hecho todas las cargas concejiles onerosas.
Añade que si no es posible contar con su cajón, se le proporcione una pieza del Ayuntamiento para arrendarla. En marzo de ese año, Juan Treviño se queja nuevamente del despojo de su cajón que fue removido a otro sitio que no se menciona. Finalmente el cajón fue avaluado para indemnizar a Treviño. Con la demolición de los cajones comercia-les, la destrucción de las cocinas del lado Norte era inminente, todavía prestaban servicio en 1835 cuando las “mesas de vendimia” situadas en la plaza fue-ron mandadas al lugar donde las dichas cocinas se encontraban. Al año siguiente, con la intención de terminar los portales que se estaban levantando en la plaza del comercio, se determinó la destrucción de las cocinas de la plazuela de los Cajones. La tía Paula, con el resto de las vendedoras de alimentos, debieron mudarse en ese año. Aunque sin duda regresaron, pues hay constancia de que por muchos años más, el lugar continuaba con la venta de alimentos. Además de los locales establecidos, la plaza del Mercado y “parajes que ocupan en el callejón de la plaza a la plazuela (de los Cajones) por el lado del norte de las casas consistoriales”, contaban con puestos semifijos o móviles donde ofrecían sus vendimias, éstos solían poner sombras de brin; y tanto vendimias como sombras, debían ser retiradas en la noche, al toque de queda, para dejar limpio el sitio para los paseantes, agregando que dichas sombras “no han de ponerse de ninguna manera junto a las paredes de las plazas de la ciudad; y mucho menos a las de propiedad de particulares”.
Esta última proposición se reafirmó un año después. En la realidad, muchas de estas sombras se pegaron a los muros incluso del Palacio Municipal. En ocasiones, los que contaban con un local (de los que rentaban al Ayuntamiento), sentían menguados sus intereses por la cercanía de puestos móviles, como ocurrió en 1835 con el señor Quiroz quien “hizo presente (al Ayuntamiento) no convenir a sus intereses que el cajón de don Juan Reyes continúe donde está, que aumenta dos pesos mas de renta porque se le deje desembarazado el punto”. Aceptaron su petición y acordaron que “Reyes levante su cajón a donde tiene su tendajo o lo ponga en otro punto avisando previamente donde sea, dándosele término para verificarlo el último del presente mes previa la manifestación de sus títulos”. Al enterarse Juan Napoleón Reyes de lo anterior, ofreció “nueve pesos mas de renta de la pieza”. Se le consideró y no fue retirado.
Este no era un caso único, En 15 de noviembre de 1841, los comerciantes arrendatarios de los portales solicitaban la desocupación de éstos por los revendedores; además pedían se les rebajara la renta de sus tiendas, en virtud de la decadencia en que se encontraba el comercio. Como sitio público, no dejaba de tener de vez en cuando algún conato de violencia, generada por los límites del espacio ocupado de los comerciantes, por obstaculizarse y otras razones. Estas riñas, solían convertirse en entretenimiento público, y en lugar de ser detenidas, se les incitaba, como ocurrió en 1845 cuando una pelea de mujeres era vista por la gente incluyendo a un cabo y dos soldados que sólo se dedicaron a ver, motivo por el cual se les encarceló. La fondas que estaban “en las piezas que están sin concluir al Norte de las casas consistoriales” provocaban tiempo atrás, algunos malestares por la escasa limpieza del sitio y arreglo del edificio; por lo que se propuso “quitar esos arrendamientos y techar dichas piezas pues que según está informado hay para ello madera mas que suficiente”. Se aceptó la propuesta y se ordenó avisar a los inquilinos desalojaran el lugar para el quince de enero de 1850. Las piezas comenzadas del Norte fueron rentadas en agosto a Paconio Rojas y Fermín Rosillo “por el tiempo de la feria”.
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
El link hacia el texto completo se encuentra en: https://issuu.com/monterrey/docs/tomo_1portadas