En muchas zonas la población india prácticamente desapareció. Fue exterminada, como muchos grupos nómadas de la llamada Gran Chichimeca.
Guillermo Bonfil Batalla
Se ha comprobado, a partir de los descubrimientos arqueológicos de diferentes investigadores, que sí hubo indígenas en Nuevo León antes de la llegada de los españoles, y fueron ellos los primeros habitantes colonizadores del territorio que hoy ocupa la entidad. Así también, se ha estudiado su vida cotidiana: sus hábitos alimenticios, cómo manufacturaban los instrumentos y la vestimenta que utilizaban, sus creencias religiosas y rituales, aunque estamos conscientes que resulta complicado recrear 10 mil años en unas cuantas cuartillas.
Por supuesto, es difícil analizar detenidamente las razones por las cuales en Nuevo León no existen grupos indígenas nativos, tal y como ocurre, por ejemplo, en el noroeste de la república, con grupos como los yaquis, los seris, los mayos, los pames, o con los mayas en la península de Yucatán y parte de Centroamérica, o los miles de indígenas nahuas que están distribuidos en los diferentes estados de México; así podríamos enumerar muchas regiones y entidades más donde existen grupos indígenas, pues hay decenas de etnias en nuestro país que suman millones de personas.
Entonces, cabría preguntar ¿por qué aquí no hay descendientes directos de aquellos grupos indígenasnativos?, ¿por qué en Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas no existen hablantes de las lenguas originarias de la región? Responder a lo anterior no es tarea fácil, ya que la razón de la ausencia de estos grupos en la actualidad se debe buscar en el tipo de conquista llevada a cabo en el noreste de México. Aunque los gobernadores y encomenderos que llegaron al Nuevo Reino de León tenían entre sus obligaciones el compromiso de dar un buen trato, protección y evangelización a los naturales, en realidad esto nunca se dio, y la relación con los indígenas fue hostil y agresiva.
Al repartírselos como mano de obra los esclavizaron, rompiero las estructuras que les daban cohesión como grupo; esto generó un dramático proceso en el que casi se extinguen, por lo que a finales del siglo XVIII quedaban ya muy pocos. Sin embargo, no sólo la guerra fue la causa de este exterminio, sino también las enfermedades, es decir, las epidemias que atacaron a la población en aquellos días, pues durante la Colonia, sabemos que muchos indígenas, y con mayor facilidad los niños y los ancianos, murieron a causa de las distintas enfermedades traídas a nuestro continente por los europeos y esclavos africanos. El contagio y la mortandad no ocurría sólo por el contacto directo con los indígenas que vivían entre los españoles, medio por el cual se transmitían los gérmenes de la enfermedad, también contribuyeron de forma importante el hacinamiento, el vivir cerca de la basura y encontrarse expuestos a los desechos humanos, algo desconocido por los grupos nómadas y que seguramente en las haciendas aumentaba el índice de mortalidad, pues se puede verificar mediante una investigación documental que los grupos nómadas, en distintas partes del mundo, perecían al contacto con occidentales debido a la viruela, el cólera, la tifoidea y otras enfermedades endémicas en la población que conquistaba los territorios; aunado a esto, muchos indígenas que eran explotados en las haciendas regresaban o huían a los montes, llevando consigo la enfermedad, propagándola.
Desafortunadamente, para el siglo XVIII, la población indígena estaba francamente disminuida. Esto puede ser leído en distintos documentos del siglo XVIII, donde cada vez se menciona menos a los indígenas locales. Por ejemplo, Pedro de Rivera, confirma que para la primera mitad del siglo XVIII la población indígena nativa era mínima. Como ya lo hemos señalado, por alguna razón el año de 1775 fue una especie de fecha simbólica, en la que en el noreste se verificó el fin de los indígenas en el Nuevo Reino de León; en esto coinciden distintos autores. Sin embargo, existe evidencia de que algunos grupos indígenas nativos aún vivían en lo que ahora es Nuevo León, y todavía a inicios del siglo XIX es posible encontrar referencias de los últimos grupos locales.
Thomas Hester señala que, para el siglo XVIII, el vidrio, el latón y el hierro tomaron el lugar de la piedra en las puntas de flecha, concluyendo así con una tradición milenaria. Lo anterior, a final de cuentas, es como una triste metáfora para ilustrar lo que sucedería, poco tiempo después, a inicios del siglo XIX, a los grupos nativos de lo que ahora es el estado de Nuevo León, que dejaron de existir como grupos étnicos diferenciados, y así, el metal en la espada tomaría el lugar de la madera y la piedra de los instrumentos indígenas.
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
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