Diario Cultura.mx

Propiedades heredadas, legados desintegrados

Propiedades heredadas, legados desintegrados

Durante el periodo colonial, era frecuente que el legado familiar recayera en uno de los hijos con el fin de que dichas herencias quedaran instituidas en un miembro de la familia, sin embargo, en el caso que nos  ocupa  no  fue  así.  Tanto  las  rentas  de  las  tiendas  como  los  bienes  mismos  sufrieron  un  proceso de  transformación  y  desintegración  donde  nuevos dueños decidirían el destino de las propiedades. Al  heredar  María  Báez  Treviño  a  sus  hijos Domingo y Joaquín Martínez Guajardo una de las tiendas que fueron de Martín de Zavala, se esperaría  que  el  patrimonio  adquirido  siguiera  la  misma línea de legado a sus inmediatos descendientes. No ocurrió  así,  en  primer  lugar  se  registraron  algunos cambios en el destino de sus rentas, la donación de la renta que se hacía al convento de San Andrés dejó de  destinarse  a  la  cera  del  Santísimo  Sacramento para aplicarse a la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio.

Como ya se había mencionado, las cofradías dedicadas a las Ánimas del Purgatorio tenían el segundo lugar en importancia dentro de las devociones religiosas, “el español del Viejo y Nuevo Mundo creyó  con  piedad  en  las  ánimas,  e  incluso  algunos de sus reyes fueron grandes devotos”. Su aceptación  en  Monterrey  la  hizo  permanecer  hasta  bien entrado el siglo XIX, fenómeno que no se reducía al ámbito de la ciudad de Monterrey, “su popularidad y  la  importancia  de  los  servicios  que  prestaban  en el Más Allá  las habían salvado de la extinción” en territorio  novohispano,  sobreviviendo  hasta  bien entrado  el  siglo  XX.

La  salvación  del  alma  debió ser una preocupación para ambos hermanos, sobre todo,  cuando  Joaquín  se  encontraba  en  las  postrimerías de su vida. Por  otra  parte,  Domingo  Martínez,  a  pesar de haberse contraído matrimonio en dos ocasiones, no tuvo descendencia; fue distinto con su hermano Joaquín Martínez, quien tuvo con su esposa María Gertrudis Antonia Hurtado de Mendoza y Ruiz de Guadiana, diez hijos. En 1759, poco antes de morir, Joaquín poseía unos cuartos de la tienda, bienes que recayeron  en  su  hijo  Juan  José  Martínez  Guajardo y que posteriormente vendería a su cuñado Marcos de Arredondo, casado con María de la Concepción Martínez Guajardo hacia 1786.

En el último tercio del siglo XVIII, la situación de las Casas Reales y la cárcel no es nada halagüeño,  constantemente  se  estaban  reparando;  un año antes, se tuvo la intensión de construirlas desde sus cimientos gravando al ganado pero no fue autorizada.  En  el  plano  de  1791,  se  observa  la  tienda del Santísimo, los cuartos de las Ánimas Benditas y los cuartos de Marcos de Arredondo. Nótese que al Oeste de los cuartos de Arredondo, aparece una nueva construcción que sólo en el  siglo  XIX  consigna  a  sus  propietarios.  En  tanto que  las  Casas  Reales  y  la  cárcel  se  muestran  con unidad  arquitectónica.  Sin  embargo,  esa  unidad mostrada por el plano es engañosa, las Casas Reales estaban en deplorables condiciones y la cárcel requería reparos constantes, hasta que en 1794 se intentó construir  un  modelo  de  cárcel  ejemplar,  los  planos fueron  levantados  por  el  arquitecto  Juan  Bautista Crouset, pero les fue negado el permiso debido a lo costo de la obra, realizarla hubiera obligado a la necesaria compra de los terrenos aledaños a la cárcel, es decir, de las tiendas del Santísimo Sacramento y los cuartos de Marcos de Arredondo.

*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.

El link hacia el texto completo se encuentra en: https://issuu.com/monterrey/docs/tomo_1portadas