La fortuna de Marcos de Arredondo se incrementa en 1811 con la adquisición de la casa que era de su cuñado José Tomás Martínez y Guajardo, y que la tuvo por herencia de su madre Gertrudis Gregoria Hurtado de Mendoza, sus linderos eran: Frente a la Plaza mayor de esta dicha ciudad y Plazuela que llaman de los Cajones, lindando ésta por el Sur con las referidas Plaza y Plazuela y esquina de la casa del Santísimo Sacramento de esta referida ciudad, por el Oriente con la calle de la Rosa, la que sale de la dicha Plaza Mayor y termina en el Ojo de agua, por el Norte con casa de Julián de Arrese y doña Petronila Lozano, por el poniente con casa de Juan José Guajardo, la cual parte de casa vende el otorgante al señor comprador. Las tiendas vuelven a ser referenciales en una compra-venta y la plazuela de los cajones nuevamente es mencionada ubicándola al norte del actual Mu-seo Metropolitano de Monterrey.
Años después, la tienda del Santísimo sería comprada por el Ayunta-miento de la ciudad, ante la urgente necesidad de reconstruir las Casas Consistoriales y la cárcel, esto ocurrió el 22 de octubre de 1824. El ofrecimiento lo hizo el señor don José León Lobo Guerrero, gobernador de la Sagrada Mitra al Ayuntamiento, con el fin de que lograra llevar a cabo el plan de construcción de las Casas Consistoriales y cárcel, esperando que “el terreno donde está ubicado el cuarto que llaman del Santísimo”, fuese comprado en su justo valor y precio. Tres días después la respuesta del Ayuntamiento reflejó el innegable interés por adquirir dicha propiedad. Las justas ideas de que vuestra señoría se halla penetrado en procurar la construcción del edificio, que debe servir para casas consistoriales y cárcel que asegure a los delincuentes, exigen mi total deferencia a la solicitud que vuestra señoría me manifiesta en oficio de 23 del corriente, sobre venta del cuarto conocido por de Nuestro Amo contiguo a las casas consistoriales, puede pues vuestra señoría proceder a su avalúo, y su valor reconocerlo otorgando el documento de seguridad en los términos y modo que me indica en dicho oficio.
El avalúo se llevó a efecto y las partes aceptaron las condiciones de compra-venta, por lo que el 24 de diciembre de 1824, el doctor don José León Lobo Guerrero, gobernador de la Mitra del Obispado vendió de manera oficial al Ayuntamiento de Monterrey: una casa que se haya contigua a la cárcel de esta ciudad, en uno de los ángulos de la plaza principal rumbo al Norte, que se compone de dos piezas, una de bajos y otra de altos, siendo ambas fincas piadosas, la primera perteneciente a la cofradía de Ánimas y la otra a la del Santísimo y lindan por el Oriente con la misma plaza principal, por el Poniente con la plazuela del mercado, por el Sur con dicha cárcel y por el Norte con casa de don Rafael de la Garza, callejón de por medio que sale de la referida plaza, en cantidad de tres cientos pesos. No deja de ser interesante que marque como lindero al poniente la plazuela del Mercado y no propiedad de Marcos de Arredondo. Acaso sus cuartos los vendió a Trinidad Guajardo y José Francisco Marquiz, que ya el apellido Guajardo nos hace pensar en un vínculo familiar.
Dicha plazuela debió ocupar el terreno de Trinidad Guajardo y José Francisco Marquiz, quienes ofrecieron tres años después al Ayuntamiento su terreno. Impuesto este Gobierno de que los accionistas del terreno que esta rumbo al Norte de las casas consistoriales y a espaldas del curato que llaman del Santísimo propio de la ciudad, tratan de venderlo a esta por la preferencia y colindancia que desde el año de 1822 les manifestó la Corporación, haciéndolo por constar por acta capitular, según manifiesta V. S. en su oficio 22 del corriente y convencido este Gobierno de lo útil y beneficioso que le es a la ciudad la adquisición de dicho terreno para la ampliación su cárcel. El Ayuntamiento decidió la compra del terreno por la cantidad de 120 pesos el 25 de agosto de 1827. “A saber, once varas de tierra, que se hallan contiguas a la cárcel de esta ciudad y lindan por el oriente con el cuarto que llaman del Santísimo, propiedad de esta ciudad, por el poniente con la Plazuela del Merca-do, por el Norte con casa del ciudadano Rafael de la Garza, callejón de por medio y por el Sur con dicha cárcel”. Los terrenos que durante más de 172 años compartieron linderos con las Casas Consistoriales y cárcel, terminaron anexándose a ellos.
El Ayuntamiento no tardó en rentar las propiedades compradas, en 1825, Mateo Quiroz ya estaba solicitando se le rentara el “cuarto que era del Santísimo siendo de su cuenta ponerle “dos puertas, piso y de-más recomposición y adorno del mismo cuarto”. En tanto que la propiedad que lindaba al Poniente de dicho cuarto lo tenía en renta hacia 1826 la “tía Paula”, quien lo usaba como cocina, sitio donde vendía comida. Estos cuartos se aprovecharon en tanto se determinaba la construcción definitiva de un nuevo edificio municipal; así se lo explicaron a Miguel Quiroz en noviembre de 1845 cuando solicitó la “casa que está en la esquina de la plazuela (para poner) un comercio con calidad de que tan luego como se le diga que lo desocupe, lo verificará sin excusa ni protesta alguna”. Se le dijo que: no había lugar al pedido en razón de que dicha casa no debe existir allí por haber sido comprada para tumbarla y despejar dicha Plazuela; pues que si no se ha verificado, y por esa razón hasta ha sido ocupada por tropas en bien del vecindario a quien se les ha evitado dar alojamiento por esa causa, es por que no ha habido tiempo de echarla abajo, lo que podrá suceder muy pronto.160Subsistieron hasta 1851, año en que se presentaba “el presupuesto total de la construcción de los portales del frente de las casas consistoriales con inclusión de las dos piezas de la Vuelta”.
Las antiguas tiendas ubicadas al nororiente de las Casas Consistoriales y cárcel aparecen en un plano y dos litografías de 1846, ofreciéndonos las últimas imágenes de su presencia en el contexto de la ciudad de Monterrey. En el plano de Mansfield, sobresalen las antiguas tiendas al Nororiente del edificio actual al punto de la invasión de la calle principal, y que para ese año, ya se encontraba plenamente integrado al edificio municipal. El segundo documento es una litografía cuyo autor fue el capitán John R. Vinton, del Ejército de los Estados Unidos. Probablemente realizada entre octubre y mediados de noviembre de 1846, ya que después de esa fecha, el capitán Vinton partió con las tropas que ocuparon Saltillo, y no regresó a Monterrey. El mencionado documento gráfico nos muestra la esquina Nororiental, un cuarto bajo y otro alto con balcón que sobresale por mucho a la fachada de las Casas de Cabildo y cárcel. Las es-caleras en la litografía de Vinton son el elemento arquitectónico que permiten dar ese toque de profundidad que los muros no reflejan a primera vista.
La segunda litografía Monterey, As Seen from a Housetop in the Main Plaza, fue elaborada por el capitán Daniel Powers Whiting en octubre, de 1846 en el detalle de su litografía, el sentido de profundidad y diferencia entre el edificio municipal y las tiendas de la Santísima lo proporciona la banqueta del edificio municipal. Cabe señalar que tanto Vinton como Whiting, realizaron sus respectivas litografías en el mismo mes y lugar; una no es copia de otra, son trabajos personales que buscaron retratar la realidad de la plaza principal de la ciudad de Monterrey. De sobra sabemos que el actual espacio cultural, además de haberse ocupado como el sitio políticoadministrativo por excelencia, también compartió lindes con actividades económicas cobijando bajo su techo, vendimias de carne y otros productos alimenticios. Súmese a ellos un espacio que por más de 172 años permaneció en el olvido, casas que permitieron con sus rentas mantener iluminados al Santísimo Sacramento tanto de la iglesia parroquial como del convento de San Andrés, cumpliendo Martín de Zavala con un compromiso moral y religioso.
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
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