Los Puentes de Madison plantea que el amor “prohibido” es posible cuando las premisas morales y cívicas se rompen por el deseo de las dos personas.
Surge entonces la posibilidad de sentir, por vez primera y de manera real, el amor como tal, desnudo, sin fronteras ni compromisos sociales. Clint Eastwood logra atrapar en una red este aspecto y lo catapulta al cine con esta romántica y, a la vez, melancólica manera de contar una historia. Quizá este aspecto es lo que en realidad hace cobrar fuerza a la imagen de los dos protagonistas, pues, sin duda, sostienen el argumento.
Filmada entre septiembre y octubre de 1994, Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County) se estrenó un año después. Este filme -ubicado en el condado de Madison, Iowa, EU- relata la historia de Francesca (Meryl Streep), una ama de casa de origen italiano que vive con su esposo e hijos en una granja, y de Robert Kincaid (Clint Eastwood), un fotógrafo que trabaja para la revista National Geographic, el cual ha ido a la región para fotografiar los famosos puentes.
Un día Michael, el esposo, y los dos hijos que tiene el matrimonio, emprenden un viaje de cuatro días para una competencia hípica en la que participará la hija menor. Es entonces cuando Francesca queda solitaria en su casa. Horas más tarde de la partida, Robert llega a la granja para preguntar la ubicación de uno de los puentes. La primera escena es de reconocimiento y se percibe un leve coqueteo por parte de los dos, más marcado en ella que en él. Luego de una breve plática, ella le propone al fotógrafo encaminarlo hasta el puente. Ahí comienza la verdadera historia.
Durante el primer día quedan lazados por un sentimiento mutuo, el cual a medida que avanzan las horas, comienza a incrementarse. Es ayudado, sin duda, por la constante charla, los cafés, el cigarrillo y las anécdotas que Robert le cuenta en sus andanzas como fotógrafo a través del mundo. Llega la noche y Robert decide irse. En el fondo los dos desean estar juntos, pero la prudencia los detiene.
Una escena me cautiva en lo particular. Cuando Robert se va la primera noche en búsqueda de un lugar para dormir, Francesca lo despide desde la portada de su casa. Puesta tiene una bata, la cual con el viento hace que se conmueva y pegue a su cuerpo. El ángulo nos muestra a una mujer sedienta de hombre, con una sexualidad que sugiere, no muestra: eso es lo más emocionante. Técnicamente logra un cenit sensacional y da a entender lo que vendrá después.
Al siguiente día, Robert telefonea a Francesca y le sugiere que se vean. Acepta. El romance oficialmente inicia -pues el idilio surge, a mi juicio, desde el primer encuentro-. En los restantes dos días la evolución del enamoramiento pasa factura en las responsabilidades adultas de los protagonistas. En esta ocasión la historia no nos muestra a dos jóvenes que se enamoran, sino a dos adultos -de muy distinto origen, aficiones y obligaciones- que encuentran su par, su semejante, diré, en la persona menos adecuada pero sí la más ideal para cabalizar todo aquello que durante la vida han creído que es el amor.
Mas, tras esta historia bellísima tenemos la de los hijos ya mayores que tuvo Francesca con su esposo. La película comienza con el hijo, la esposa de él, la hija y el notario, el cual va a atestiguar el testamento de la señora Francesca, en el cual ha dejado tácitas indicaciones sobre lo que se debe hacer con sus pertenencias. Es ahí cuando empieza a provocarse el interés del filme. Una serie de elucubraciones hacen proceder al hijo con cautela ante el notariado y decide, junto a su hermana, que pensará el asunto en privado. Cuando “descubren” la verdadera historia de su madre, entran en pánico emocional pero a medida que avanzan en el relato, escrito en tres diarios por ella, van cambiando de postura acerca de su progenitora, lo cual es un acierto, a mi ver, en la transformación moral de un personaje al conocer un acontecimiento del pasado. En lapsos vemos en planos simultáneos (presente y pasado) lo que acontece en la historia de los hijos y la historia de Francesca y Robert. Este recurso estilístico de metadiégeis cinematográfica embellece la película, es decir, tenemos una línea argumental en el presente -con Francesca muerta, que ha dejado su testamento- a partir de la cual se cuentan los pormenores.
Esta historia realza por su belleza, la profundidad de sus diálogos, la búsqueda del otro, del ser que se necesita pero que en esta ocasión es prohibido por circunstancias morales y sociales; por la técnica narrativa visual, los ángulos, que casi siempre están enfocando a los dos sujetos protagonistas, a sus expresiones y, en planos abiertos, al enfoque de los puentes. Este punto es fundamental por lo siguiente: un puente siempre es el símbolo de la unión entre dos extremos territoriales. En el caso del filme, es él quien une porque es el principio motivador, sui géneris, mas por extraño que parezca es la razón, a mi ver, de enlazar la historia. Este simbolismo junta la vida de dos personas, la fotografía con la belleza, la poesía con el amor, la atracción sexual con el coqueteo y la circunstancia de ser dos extraños en un mundo sólo reconocible cuando la comunicación es posible. A los protagonistas los une la poesía, el misterio del otro y algo inentendible: el amor. Los observamos cuando Robert le dice a Francesca:
“Sólo lo diré una vez. No lo había dicho nunca antes, pero esta clase de certeza sólo se presenta una vez en la vida”.
Luego de despedirse con esa frase, al siguiente día hay una secuencia de escenas en las que el dramatismo es impecable. Llueve. Francesca sale de una tienda y se refugia en su camioneta. Intensamente cae el agua. Ella, de pronto, advierte a una figura que se distingue entre la luz grisácea del día: Robert Kinkaid yace en medio de la calle, bajo la lluvia, y la mira entrañable, como deséandola, casi, al parecer, quiere robársela con la mirada, pero sabe que es poco posible. Entre la intensidad de las miradas aparece Michael, el esposo, y Francesca se refugia en su lamento, aguantando el llanto, pues sabe que no puede irse aunque lo desea con gran fervor.
Así termina esta historia, aunque comienza otra, que es la que en la mente de los hijos se forma con el conocimiento de la verdadera vida que tuvo su madre.
Referencias geográficas de los puentes
Holliwell Bridge, Winterset, Iowa, Estados Unidos
Roseman Bridge, Winterset, Iowa, Estados Unidos
Ficha técnica
Título: Los puentes de Madison
Título original: The Bridges of Madison County
Año: 1995
Director: Clint Eastwood
Producción: Clint Eastwood
Escritor: Robert James Waller
Guion: Richard LaGravenese
Fotografía: Jack N. Green
País: Estados Unidos
Genéro: Drama romántico
Idioma(s): Inglés
Duración: 135 min.
Distribuidor: Warner Bros Pictures
Actores: Clint Eastwood (Robert Kincaid), Meryl Sreep (Francesca Johnson), Annie Corley (Carolyn Johnson), Victor Slezak (Michael Johnson), Jim Haynie (Richard Johnson)