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Natanael bebe un café solitario

Foto: Rui Pahla

Baja del segundo piso, luego de asearse, y prepara un café. Se siente satisfecho, anhela salir a la calle y escuchar los sonidos de la urbe.

Pero antes de eso, dice para sus adentros: “No puedes quejarte del mundo si no has bebido café en la mañana, después de eso, aunque la vida sea una tortura y apeste, los caminos están en el aire”. Para él, la existencia se rige en el humor matutino y el guion del día consiste en un presente infinito… pero no sin su café.

De pronto, mira la taza que le había regalado Mariel hace ya algunos años. Por un instante la odia, pero se conforma con despreciar sólo el momento en que lo dejó por “pequeñeces”, según él, y todo lo demás es una cosa perdonable.

No encuentra la tetera y la busca en los anaqueles de un mueble exclusivo para los sartenes y las ollas. La ve en el rincón. “¿Cómo pudo llegar ahí?”, dice. Ignora que fue él, una noche anterior, quien la arrojó ahí en un acto de ira. La soledad hace cometer locuras, sobre todo si recuerdas el desastre que eres.

Del garrafón vierte el agua en el recipiente y la deja a fuego alto. Tres minutos y listo: la tetera comienza a hervir, emite un chillido semejante a un pájaro al que le aprietan el pecho. Saca de la alacena el frasco de nescafé, mete la cuchara en él y los granos se desbordan cuando, copeteada, se dirige al pocito de la taza. Echa dos cucharadas de azúcar y después deposita el agua caliente, que en el acto produce un aroma enervante. Menea el líquido. Natanael lo respira, siente que toda la vida se incluye en sus pulmones a través de su nariz.

Se sienta en el banco para desayunar en una mesa mientras que sus ojos se posan en la ventana, detrás de ella sólo hay una pared. Imagina cómo será tener alas… pero un sonido interrumpe la ensoñación: suena el timbre de la casa. Abre. Alguien ha dejado un papel publicitario. Lo recoge. Mira el contenido. Dice el eslogan: “Se solicitan hombres que tengas alas y vuelen”. Acto continuo, vuelve a la cocina, da un sorbo largo a su café, toma sus pertenencias (maletín, móvil, libreta, suéter negro de tortuga, llaves y lentes) y sale en dirección al negocio que se refiere en la publicidad.