
Rossy Elizondo, poeta y artista plástica es también una apasionada de la historia y el pasado norestense.
Recuerdo que, en el transporte de ida al trabajo, su servidor pasaba por un gran mural con una recreación de la antigua Santa Catarina en Boulevard Díaz Ordaz, pintadas algunas viajas casonas en un paraje cercano al finado río de la Huasteca, décadas más tarde, me entero que Rossy Elizondo era quien lo había elaborado.
Códice Lucrecia, de Rossy Elizondo abre con una frase de Fray Tomás de Torquemada y como bien dice, con una exactitud cirujana el escritor y poeta Felipe Montes en el prólogo:
“Rossy Elizondo empieza con un bello embrión, atraviesa cielos, purgatorios e infiernos de pureza y suciedad de nuestra especie, y culmina con una lista celular de entidades vivas que todo lo corona con un Gloria que canta, a la vez, el triunfo y la derrota de la humanidad.
Bajo remotas y oscuras referencias históricas y refulgentes visiones con fuerte base religiosa, nuestra poeta efectúa un derroche de elementos tan profundos como sobrenaturales.
Las raíces que toma como asunto para cada uno de sus textos, así como su muy peculiar y poderosa manera de desarrollarlas, hacen de este libro hermoso y extraño, una columna fundamental para una ampliación generosa de las posibilidades estéticas de las generaciones literarias presentes y futuras en nuestra ciudad y en muchas otras”.

Presentación de “Códice Lucrecia” en el Museo Estatal de Culturas Populares de Nuevo León, en el marco del Festival 6 Continentes 2021.
El eco que cimbra el alma se revela con alabanzas de luz y fuego, derramando cera como en este verso:
Salve, ¡oh, Señor! acude al lúbrico sepulcro
del engendro hijo sátiro eclesiástico,
son altos hornos, apócrifos sin amor los besos.
Códice Lucrecia de Rossy Elizondo es un portal en el que podemos atravesar distintas dimensiones pictóricas, metafóricas y letrísticas que asombran y desconciertan como los flechazos de versos, poesía visual y prosa poética como interesantes recursos literarios que fluyen con estruendo en un río de sangre cuyo feroz caudal atraviesa el paraíso y el Mictlán.

Este místico tratado hecho poema tiene como estela celeste una interesante intervención del códice Borgia, hace que cada minucioso detalle simbólico de nuestros ancestros prehispánicos nos petrifique y consuma ante la fuga de infernales zafiros de visiones.
Esta obra puede leerse en voz alta, o recitarse en imperceptible y suave murmullo como en oración.
Aquí las animas, el lívido, la lujuria, la culpa y la plegaria se queman mutuamente y su blanco humo se respira como incienso, sándalo o copal. Aquí el poema germina con espíritu devoto y lascivo en cada una de sus hojas.
Es un barroco conjuro a la escritura inteligente.
Su lectura nos redime de la banalidad laberíntica de nuestro actual mundo moderno y urbano, donde los medios de comunicación rinden culto al consumo, la trivialidad, la corrupción y el narcisismo, una voz poética que desvanece por un momento el estrés y la peste de una pandemia.
Una vorágine lingüística de fervor angélico y mariano estremecidos en una alquimia de indescifrables ideogramas y pictogramas herejes plasmados en papel amate.
El lector se deleitará con el encantamiento de esta pócima sincrética que guarda elementos propios de la espiritualidad franciscana y católica, pero también de la cultura mexica y teotihuacana.
Cada canto y misterio, es un altar donde conviven en armonía, las plegarias de fiestas patronales con los corazones y cráneos sacrificados.
Códice Lucrecia de Rossy Elizondo es un alucinante viaje a las constelaciones que irradia el lenguaje, y con orfebre maestría lo ofrenda a los lectores presentes y futuros que inevitablemente serán purificados en cada una de estas palabras perfumadas con oficio y un trabajo literario de incansable propósito de búsqueda en cada página.
Que finalmente, abrirá con filo de obsidiana, las murallas de tiempo.