Desde las primeras casas consistoriales existentes en Monterrey existió edificio para cárcel, o mejor dicho, lugar para la cárcel. Pero sin duda a partir del siglo XVIII cuando esta emergió como institución de reclusión en el marco de los sistemas de reclusión que una mentalidad moderna diseña para encerrar a los sujetos que a su juicio representan un peligro para la sociedad.
Aunque hacen falta muchos estudios al respecto, existe evidencia de que la sociedad regiomontana fue una de las primeras en instrumentar los dispositivos de reclusión que requería una sociedad progresista donde no había lugar para vagos, sin oficio ni beneficio. Sabemos de la existencia de los famosos serenos y guardafaroles existentes en Monterrey desde el siglo XVIII. También durante la guerra de independencia se expidió en Monterrey un bando de policía y buen gobierno, para regular la organización de una policía regiomontana y combatir el bandolerismo.
Durante el siglo XIX, cuando se forjan los cimientos de la sociedad disciplinaria, los vagos fueron perseguidos duramente y enrolados en los presidios, milicias y demás cuerpos militares a fin de hacerlos útiles a la patria y al progreso. Durante la primera mitad del siglo XIX existió una obsesión por parte del gobierno local por garantizar la seguridad de la ciudad, para lo cual se adopto la modalidad de dividir a la capital regiomontana en cuarteles como una medida para combatir la vagancia y la ociosidad. En cada cuartel o barrio de Monterrey se nombraba un juez obligado a cuidar el orden y la tranquilidad del vecindario. Estos cuarteles, que han importado del esquema militar y su énfasis en la vigilancia son el antecedente de los jueces de barrio que aún subsisten hasta la actualidad.
Hacia 1835 se dividió la ciudad en 38 cuarteles y se encargó a los cuarteleros hacer la ronda ordinaria a las diez de la noche, armada y con ayuda de algunos burros como ha sido costumbre. Por esta época existían en la ciudad un total de 12 serenos que tenían a su cargo los faroles que iluminaban la ciudad de Monterrey, estos individuos vigilaban las calles de la ciudad durante la noche y se encargaban de aprehender a los malhechores o vagos que rondaran por ellas después de las diez de la noche.
Sin embargo, ante la insuficiencia de estas instancias fue preciso el funcionamiento de un sistema penitenciario y Monterrey fue una de las primeras ciudades del país que contó con una penitenciaría moderna, que empezó a construirse hacia el año de 1887, quedando terminada hacia el año de 1895. Esta primera penitenciaría estaba situada junto a la Alameda, y contaba con todos los adelantos para garantizar la regeneración de los delincuentes.
Fue tal el empeño puesto en la funcionalidad de este edificio que durante la visita del Gral. Porfirio Díaz a la ciudad en 1898, fue uno de los lugares que visitó en su recorrido. Esta gran cárcel permaneció en funciones hasta entrada la década de los 40´s en el siglo XX. Posteriormente fueron construidas nuevos Centros Penitenciarios en las afueras de la ciudad para reos de alta peligrosidad y sólo permanecieron activas las cárceles municipales para la detención de los vagos y delitos menores.