Si quieres inspirarte, ve a andar en bici. Siente, a pesar del calor, cómo el viento refresca tu
rostro y tus ideas. Si te caes, no importa, el santo ranazo te servirá de recordatorio para que,
de vez en cuando, vuelvas a ser niño.
¿Cuántas veces te caíste y te volviste a levantar?… ¿lo recuerdas?… No importaban los
raspones, a como diera lugar estabas dispuesto a aprender a manejar ese artefacto
inverosímil (aún no logro entender cómo el inventor de la bicicleta imaginó un día que era
posible pasear en dos llantas alineadas, una atrás de la otra); sabías, por el rostro de alegría
de la gente, que la recompensa valdría la pena. Así que armado de determinación y de un
papá o mamá o tío o vecino que te sostuviera la parte trasera de la bici, te lanzabas a la
aventura del equilibrio y la libertad hasta conseguirlo. ¿El resultado?… asombroso.
El tiempo pasó, tú creciste, y como la bici te quedó chica, la mandaste al cuarto de los
triques, en donde se llenó de telarañas y se desinfló. Lo peor no fue que se ensuciara, ni que
abandonaras la bicicleta, sino que olvidaras la verdadera lección que hay detrás. Sí, porque
al convertirte en adulto, olvidaste que la vida se trata de caídas, tropezones, raspones y
volverse a levantar, pero con más empuje, con más fuerza y determinación, para que los
intentos siguientes sean menos dolorosos y las recompensas mucho más satisfactorias.
¿Acaso aprender a andar en bici no es igualito a aprender a vivir?… Si no lo es, se le parece
mucho.
Andar en bici no sólo es bueno para recordar tu esencia, sino que eleva tu autoestima,
porque, la verdad, se siente rebién que a pesar de los años recuerdes cómo usar un
artefacto de esos. Además es bueno para tu salud y bienestar. El contacto con la naturaleza
hará que todos tus sentidos se regocijen, y la sensación de libertad que te ofrece el paseo en
bici no te la quita nadie.
Si quieres inspirarte, ve a andar en bici. ¿No sabes?… Ya va siendo tiempo de aprender, ¿no
crees?…
Esos momentos de soledad, en los que el viento, a cada pedaleada, te desprende los malos
ratos del día o de la semana, son invaluables porque te llevan a encontrar que muy dentro
de ti está todo lo que necesitas. O quizás no necesites encontrar nada, ni pensar nada,
ni desprenderte de nada, quizás seas un afortunado y tu vida esté tal cual la soñaste, de
cualquier manera andar en bici te hará el día más feliz. Y felicidad es lo que queremos todos.
¿A poco no?…
Nota: después de tu paseo, no te confíes, seguramente en ese momento te sentirás el rey
del mundo (o mínimo, del parque). Ten cuidado al bajar de la bicicleta, porque aunque te
hayas transportado a tus años mozos, el temblor de tus piernitas te recordará que un niñito
ya no eres, aunque tu corazón siga siendo tan joven como para echar carreritas y ver quién
gana.
Y a ti, ¿te inspira andar en bici?…