Es injusto que se mida el tiempo de la Humanidad en periodos a.C. Deberían ser a.S. (antes de Sócrates). Hay muy pocas personas a lo largo de la historia a su altura —si es que hay alguna— y, aunque Jesucristo dejó bastantes citas célebres escritas por sus apóstoles, los discípulos de Sócrates no se quedaron cortos, y llegaron anteriores que “Mr. Dejad Que Los Niños Se Acerquen A Mí”. Sócrates es tan importante en la historia de la filosofía occidental que al resto de filósofos, tanto anteriores como posteriores, se les denomina con términos relativos a él. Así, a los filósofos posteriores se les ha bautizado, por un lado, como socráticos mayores —Platón y Aristóteles y las escuelas que derivaron de ellos—. Y, por otro, como socráticos menores: hedonistas, cínicos, megáricos… Los filósofos anteriores a él, que es de quienes voy a hablar, se denominan con el término genérico de presocráticos.
¿Y qué les interesaba a estos filósofos? Podría considerárselos como los primeros científicos, pero sin método científico. Les encantaba intentar averiguar el porqué de los fenómenos de la naturaleza. De ahí que se les suela llamar “naturistas”. La parte positiva es que intentaban huir de las explicaciones de los teístas que, aunque muy originales —la explicación de las estaciones por culpa del robo del martillo de Thor es genial—, les parecían poco creíbles. Estaban un poco en tierra de nadie. No eran teístas, pero tampoco eran Sócrates, así que hacían lo que podían. Todos tenían nombres muy… griegos: Heráclito, Parménides, Anaximandro, Anaxímenes, Demócrito, Leucipo… Pero, sin duda, el más importante, el que abrió la veda para huir de las explicaciones místicas del mundo, fue el filósofo y matemático Tales de Mileto. Se le considera el primer filósofo, pues fue quien comenzó el “paso del mito al logos”. Además de su famoso teorema de los triángulos rectángulos, parece ser que también pronunció la frase “todo es agua” que, en esa época, era impensable por sus implicaciones. Da a entender que el origen de las cosas de la naturaleza no son los delirios caprichosos de un grupo de amigotes con superpoderes esparcidos por el Olimpo, sino un elemento de la propia naturaleza: el agua. Aunque solo se basaba en la observación y no demostró su afirmación en ningún momento, hoy sabemos que estaba bastante en lo cierto.
Después del importantísimo paso del mito al logos, el mayor aporte de los presocráticos fue el “descubrimiento” de los cuatro elementos de la naturaleza: fuego, tierra, mar y aire. Estos elementos no son más que las propuestas de distintos presocráticos al origen de las cosas. Aún sin ningún fundamento científico, estos elementos permanecen hoy en día en el imaginario popular como los componentes de la vida, y han dado lugar a horribles abominaciones como la serie de animación “El capitán planeta”, con la que toda una generación ha sufrido pesadillas.
Por último, puede destacarse al presocrático Demócrito, que fue algo más innovador que sus compañeros y se sacó de la manga —de nuevo, sin ningún tipo de demostración, sino simplemente usando la razón—, que toda la naturaleza está compuesta por unos pequeños elementos a los que denominó átomos, que son indivisibles y, según cómo se agrupen, dan lugar a una materia u otra. Es inquietante lo mucho que se parece su razonamiento, hecho en el siglo VI a.C. (o I a.S.), a lo que ha demostrado la física moderna.
Si alguien tiene más interés por estos griegos locuelos, en los primeros capítulos del libro “El mundo de Sofía”, de Jostein Gaarder, puede encontrarse una lectura amena acerca de ellos.
Después de este salto cronológico hacia atrás desde los impasibles estoicos hasta los naturistas presocráticos, y vista la importancia de Sócrates, creo que merece la pena dedicarle a él el próximo artículo.
