Asesinatos, peregrinaciones, amor y otras historias que prevalecen en el imaginario colectivo.
El imaginario colectivo ha realizar una serie de transformaciones a las historias y suceso de la vida cotidiana, sin embargo, muchos de ellos han prevalecido y hasta hoy son consideradas como narraciones que tienen algo de verdad, algo de imaginación, pero sobre todo, una gran carga de misterios sin resolver.
Algunas de estas historias, sobresalen debido a capacidad imaginativa, pero otras, nos muestras una cruda realidad de hace años, a continuación se narran las leyendas más sobresalientes de los siglos anteriores.
La virgen del roble.
Una de estas principales leyendas, es la Leyenda de la Virgen del Roble, patrona de la arquidiosis de Monterrey. La historia cuenta que una niña iba con su rebaño de ovejas, cuando oyó que le llamaban por su nombre, fue a buscar entre los árboles, y para su sorpresa vio en el roble “una estatua de Nuestra Señora que desprendía de sí tan suave olor y estaba adornada con tanta claridad, que más parecía aquél dichoso sitio gloria que tronco de un árbol entre la maleza”, dicen los conocedores.
Así, la pequeña corrió a contar a sus padres el hallazgo. Quienes al no dar crédito, la acompañaron al lugar donde se encontraba el viejo roble.
Al ver la imagen, los padres lloraron emocionados y se volvieron presurosos a comunicar el suceso al Señor Cura. Este lo dio a conocer a los feligreses y llenos de curiosidad y júbilo todos se encaminaron y decidieron, devotos, trasladarla a la parroquia.
Al día siguiente, muy temprano, los feligreses fueron al templo y con gran sorpresa vieron el pequeño altar en donde lo habían dejado estaba vacío.
Corrieron entonces hacia al bosque y se alegraron de encontrarla en el mismo sitio donde por primera vez le habían visto.
Observaron, con admiración que su manto y su vestido de madera tenían lodo, zacate y cadillos, por lo que dedujeron que la imagen había hecho el trayecto a pie, indicando su deseo de que en ese lugar fuere erigido su templo.
Se dice que fueron muchas las ocasiones en las que llevaron a la virgen a la parroquia, y que las mismas veces ella regresaba al bosque.
Los fieles juraron edificarle un templo a la virgen a la que, en el transcurso de los siglos llamaron: Nuestra Señora del Reino, del Nogal, del Reino.
Y cumplieron su promesa levantando una humilde ermita, convertida en la actualidad en la hermosa Basílica del Roble, en las calles de Juárez y 5 de mayo de la ciudad de Monterrey.
El Túnel del obispado.
La creación de pasadizos secretos, túneles, caminos y otros medios de comunicación entre lugares estratégicos de una ciudad, siempre han sido de los favoritos en el imaginario colectivo.
Monterrey no es la excepción de estas historias, debido a que en la ciudad contamos con la Leyenda del Túnel del obispado.
Se cuenta que en el siglo XVIII, un grupo de trabajadores construyó secretamente un túnel que iba desde el palacio del Obispado hasta la catedral de Monterrey, con el fin de si era necesario, se tuviera un escape y acceso para ambos edificios.
Se dice que los visitantes al Obispado, antes de su restauración, situaban el acceso al túnel en ciertos en cierto hundimiento del piso, pues se dice que por éste túnel transitaban monjas, frailes, caballeros, bandoleros y hasta carruajes de la época.
También pudieron verse, al edificarse en la misma esquina de Morelos y Zaragoza, ya citados antiquísimos arcos de ladrillo a una profundidad que reafirmó aunque sin confirmarla, la existencia del misterioso túnel del Obispado.
El rincón del diablo.
Sonaba el toque de queda en el barrio de los Tenerías (ubicado en el centro de la ciudad), y todos cruzaban frenéticamente las calles para llegar lo antes posible a sus casas, siempre sintiendo el temor de que una figura los observaba.
Cuentan los vecinos, con misterio y horror, que el diablo de noche a noche pasea por aquel rincón de la ciudad, dejando a su paso penetrante olor a azufre.
Por eso es, que apenas oscurece, las puertas son atrancadas, las familias se recogen y solo rompe el silencio la voz del sereno.
Entonces el l vigilante gritaba en la oscurísima noche: ¡Las doce y sereno …!, Los vecinos del lugar oyeron espantados gritos angustiosos pidiendo socorro: pero todas las puertas permanecieron cerradas, nadie abrió la suya al infeliz que demandaba ayuda, a aquel que se había quedado fuera en el momento en que se dio el toque de queda. Y el grito se perdió en el silencio de la noche.
Al día siguiente, apenas amaneció, un labriego caminaba y se encontró con un hombre, que inconsciente, yacía, junto a una cerca. Se acercó a él para auxiliarlo y cuando volvió en sí le contó que: “trasnochador y mujeriego, venía en busca de nuevas aventuras, le salió al paso un hombre envuelto en negros ropajes. En su cara, horrorosamente fea brillaban como dos centellas sus ojos y dejaba ver dos largas y delgadas piernas que, teniéndolo tan cerca de él, sobrecogido de terror, logró sacar el cuchillo que llevaba siempre al cinto y lo había hundido varias veces en el pecho de aquél extraño ser, sin herirlo y sin lograr que se alejara, hasta que, no pudiendo resistir más tiempo las centellantes miradas lo cegaban, perdió el conocimiento”.
Muchos vecinos aseguraban haber visto al mismo diablo paseando por aquél lugar. Desde entonces se le conoce a ése barrio de Monterrey con el nombre de: El Rincón del Diablo.
El padre sin cabeza
Se cuenta que en una vieja casa de la calle de Ocampo en Monterrey, heredada por sus antepasados, vivía una familia de abolengo, formada por la señora viuda y sus dos hijas, señoritas “ya grandes”.
Cuentan que en las noches sin luna, en invierno, cuando se acercan las fiestas de la Inmaculada Concepción, eran despertadas por una luz intensa que penetraba a través de las ventanillas y que provenía del patio de la casa.
Se quedaban quietas en sus camas, para captar algún ruido que les revelase la presencia de algún intruso, pero sólo lograban oír un murmullo como rezos que iba desapareciendo poco a poco a medida que la luz también desaparecía.
Así fue por mucho tiempo hasta que una vez, cuando el 8 de diciembre estaba próximo, decidieron levantarse y ver quién encendía esa intensa luz.
Permanecieron despiertas y sin hacer ruido cuando, de repente, apareció en el patio la luz. Entreabrieron despacio la puerta de la recamara en la que se encontraban, queriendo ver las tres al mismo tiempo, y lo que vieron, sólo porque ellas eran muy devotas de la Inmaculada a la que invocaron, vivieron para contarlo.
Era una extraña procesión presidida por un padre con todos los ornamentos, pero sin cabeza. La luz provenía de todas las velas que llevaban encendidas, las voces de las letanías que iban rezando eran las accionantes de aquel murmullo.
Siguieron viviendo en aquella casa y la luz siguió despertándolas por muchos años más, hasta que decidieron vender aquél caserón que hoy ha desaparecido por el paso implacable del progreso. Es fecha que aún cuentan que por las noches, cerca del ocho de diciembre, se escucha un murmullo acompañado de una luz tenue.
El puente de la Purísima
A principios de siglo XX, la antigua calle de la Presa y el viejo puente donde se encontraba la estatua de la Purísima, eran frecuentados por numerosos delincuentes que tenían azorados a los que por ahí vivían. Entre los maleantes de más fama, había uno que se había enamorado perdidamente de una joven que habitaba por aquellos lugares. El amor de los dos era tan grande y se amaron tierna y apasionadamente por algún tiempo.
Una mañana cuando apenas empezaba a despuntar la aurora y los trabajadores abandonaban su hogar, encontraron al pie de la virgen a un hombre horriblemente apuñalado.
Desde ese fatídico día las risas y los cantos de la joven que alegraron al lugar cesaron y cuentan que noches después la débil luz de una vela comenzó a arder, iluminando al pie de la virgen, sin faltar después ni una sola noche.
Pasó el tiempo y cuando casi se había olvidado éste trágico suceso, también en el amanecer de otro hermoso día, se encontró en el mismo lugar, otro hombre apuñalado, según dijeron era el asesino del primero.
Y desde entonces durante el tiempo que permaneció la virgen en el viejo puente, dos velitas iluminan noche a noche.
Siglos de las leyendas:
- La virgen del robles / SIGLO XVII
- El Túnel del Obispado / SIGLO XVIII
- El rincón del diablo / SIGLO XVIII
- El padre sin cabeza / SIGLO XIX
- El puente de la purísima / SIGLO XIX