Fuente: El Universal
Hace un siglo, el domingo 9 de febrero de 1913, los habitantes de la ciudad de México amanecieron alarmados por la agitación que se presenciaba en las calles. Los tiroteos y la balacera que esa mañana se desataron en las afueras de Palacio Nacional, cuando Bernardo Reyes y sus tropas intentaron tomar el edificio, dejaron en el Zócalo a decenas de muertos, entre ellos, feligreses que salían de misa en Catedral.
Ese primer evento sería apenas el inicio de 10 días sangrientos conocidos como la Decena Trágica – del 9 al 18 de febrero de 1913-, periodo en el que una conflagración golpista dirigida por los generales Félix Díaz, Bernardo Reyes, Manuel Mondragón, con el apoyo de Victoriano Huerta y el embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, logró derrocar el naciente gobierno democrático de Francisco I. Madero.
Trece días después de ese primer asalto frustrado, el 22 de febrero, a espaldas de la prisión de Lecumberri, tras haber firmado su renuncia a la Presidencia, Madero fue asesinado junto con el vicepresidente José María Pino Suárez. Con la muerte del llamado Apóstol de la Democracia también concluía el gobierno democrático que había iniciado 15 meses antes. Un proyecto de gobierno que, aseguran los historiadores, sembró en la historia de México la idea de que la democracia es la mejor y más digna forma de gobierno.
A 100 años del inicio de la Decena Trágica, historiadores coinciden en que ese suceso funciona como una lección histórica de lo que no debería pasar en una incipiente, democracia, como la que vive el país.
En aquel entonces, dice en entrevista el historiador Javier Garciadiego, los principales enemigos de Madero fueron el gobierno de EU y el Ejército mexicano. Hoy estas dos instancias no representan peligro alguno para el proceso democrático del país, los enemigos son otros, por lo que “hay que pensar dónde están los riesgos para nuestro incipiente, todavía débil y vulnerable” democracia.
“Los enemigos son otros y están dentro de la propia clase política, la corrupción, la tradición autoritaria, la incapacidad, la inexperiencia de algunas corrientes políticas. Ya no son los militares los que nos están amenazando, sí amenaza a nuestra democracia la guerra del crimen organizado, ahí sí hay que poner atención”, advierte el presidente de El Colegio de México.
Por su parte, la historiadora Josefina Mac Gregor Gárate, profesora e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, asegura que el proyecto maderista, fragmentado por el golpe militar, fue el gobierno más democrático que ha tenido el país, pues su llegada al poder se dio con 98% de los votos y apoyado por diversos partidos políticos: “El proyecto maderista es muy interesante. Sé que no es aplicable en este momento, pero nos permite insistir en que una vida democrática nos puede dar otros espacios y otras posibilidades de actuar. El respeto a la ley o la legalidad también es algo muy importante en un país como el nuestro, en donde se ha olvidado lo que la ley significa. Somos muy dados a elaborar leyes, pero también somos muy dados a no respetarlas”, comenta.
Francisco I. Madero, reafirma el historiador Enrique Krauze en su artículo “Contra el misticismo en la política”, recientemente publicado en la revista Letras Libres, “presidió el gobierno más libre y democrático de la historia mexicana”.
15 meses convulsos
¿Cuáles fueron los errores de Madero? Su inexperiencia política en un momento de cambios radicales en el país, además de la falta de instituciones y de una cultura democrática, señala Garciadiego: “Madero llega a desplazar a Porfirio Díaz y a reconstruir el sistema político mexicano sin experiencia gubernamental. Su primera experiencia en el ejercicio del poder fue la Presidencia de un país en condiciones muy difíciles. Por otro lado, la falta de instituciones, la falta de cultura democrática, la falta de experiencia no de él, sino de toda la población. No había condiciones para consolidar la democracia”.
Sin embargo, añade el historiador, Madero es un personaje extraordinario porque “sembró en México la idea de que la forma democrática de gobierno es la forma más digna y por la cual debemos luchar. Aunque tardamos muchísimo tiempo para que esa semilla sembrada por Madero volviera a brotar”.
Fue un hombre bueno, pero eso no le basto para ser Presidente, recalca Mac Gregor Gárate, quien sostiene que al estudiar a Madero no hay que dejar de lado sus ideas espiritistas e hinduistas que influyeron en su forma de pensar y actuar. Convicciones que no le ayudaron y que le valieron severas críticas, como lo hizo la prensa de la época, pero que permiten ver en ese personaje histórico a un hombre íntegro y que creyó en lo que estaba haciendo. “Esas figuras tienen un halo muy interesante porque uno no los ve caer ni contradecirse, mueren profesando las ideas, los principios que han creído”, destaca Mac Gregor Gárate.
La historia pudo ser distinta pero no lo fue, escribe Krauze en su artículo. “Tal vez un futuro distinto aguardaba a México en 1910 o mucho más en 1913: un futuro de reformas sociales y económicas construidas en el marco de una democracia de lenta pero segura maduración. En lugar de eso tuvimos 10 años de muerte, y 70 años de un sistema político ‘emanado de la Revolución’, que nos condenó a la adolescencia cívica y nos privó de las instituciones propias de un moderno Estado de derecho”.