Coincidimos con Lewis R. Binford cuando señala que, en mayor o menor medida, en la actualidad se ha heredado una visión errónea respecto a que el movimiento es algo que el ser humano intenta suprimir y que siempre busca el asentarse y convertirse en sedentario.1 De igual modo, el antropólogo Marvin Harris critica la debilidad del argumento que muchos esgrimen respecto a que de manera natural todo ser humano pretende asentarse.2 Ésta es una idea por demás arraigada en el mundo a través del tiempo, por lo que también la encontramos en el caso del noreste de México y, por supuesto, en Nuevo León. Desde las crónicas de los españoles, hasta llegar a gran parte de la historiografía regional contemporánea, el movimiento constante se ha manejado como una característica negativa y prueba de la incapacidad de los grupos indígenas locales.
La investigadora Leticia González apunta lo siguiente: “dicho movimiento, que se ha considerado como irracionalidad, es lo que requerían para llevar a cabo sus formas fundamentales de organización del trabajo: la caza, la pesca y la recolección”.3 Queda claro que los grupos que habitaron Nuevo León, contrario a lo que muchos piensan, no eran víctimas del medio ambiente, que pasaban hambre, frío y deambulaban sin sentido en un simple vagabundeo, pues, como lo hemos subrayado reiteradamente, no eran unos náufragos en el desierto4 ni estaban perdidos en el laberinto de la sierras.
No podemos generalizar un mismo patrón o estrategia de movilidad, sino que seguramente existieron cambios a lo largo de milenios. Probablemente los primeros grupos humanos que provenían del norte y que llegaron a Nuevo León se desplazaban a lo largo de su vida a mayor distancia y tal vez algunos de ellos lo hacían constantemente descubriendo nuevos territorios sin volver atrás. Tal vez, durante algunas generaciones, el movimiento era un tanto aleatorio y literalmente era una aventura, pues los grupos humanos estaban expandiéndose en territorios deshabitados y por lo tanto desconocidos.
Sólo a través del tiempo, conforme comenzó a poblarse el continente, el patrón de movilidad debió modificarse hasta desembocar en un movimiento sumamente planeado, que era determinado por la estación del año, y también debió circunscribirse a un espacio, por lo que, más que un constante caminar en línea recta, debemos entender que los grupos nómadas que habitaron el noreste de México y Nuevo León recorrían sólo un área, a manera de circuito, a lo largo de un año.
En otras palabras, la experiencia acumulada por generaciones tras la observación de los eventos cíclicos naturales, les permitían situarse en el tiempo 5 y el espacio6 , pues debían saber cuándo podían estar en cada lugar, cuánto tiempo permanecer y en qué momento abandonarlo y trasladarse a otro sitio. Para ello, es muy probable que utilizaran las fases de la luna y el movimiento del sol, las estrellas o el planeta Venus como han sugerido distintos investigadores. De esta manera, condicionaban su movilidad según los ciclos naturales a la presencia o ausencia de lluvias, especies animales y frutos vegetales. Por mencionar un caso, seguramente la llegada de ciertas aves migratorias o insectos como la mariposa monarca los ayudaba a ubicarse en la estación del año, y eso mismo pudo ocurrir tras observar a otras especies de animales o vegetales.
Los prejuicios con que se concibe a estos grupos afirman que fueron obligados o incapacitados por circunstancias naturales o culturales para desarrollar la agricultura y asentarse en poblaciones fijas, aunque debemos entender que fue una elección. No es que no conocieran las plantas cultivadas y las consecuencias biológicas de las semillas, su germinación y cultivo, sino que entre los cazadores-recolectores la idea de la agricultura es inútil cuando se puede obtener toda la carne y los vegetales que se desean con unas pocas horas de caza y de recolección semanales.7 También hay que olvidar la idea errónea respecto a que no tenían tiempo para nada, sino sólo para la mera subsistencia, pues popularmente se cree que se la pasaban constantemente buscando qué comer y que por lo tanto no podían cambiar de modo de vida. Respecto a este argumento de la falta de tiempo, hay que enfatizar que por supuesto que existe tiempo libre entre cazadores-recolectores, pero que no lo usaban en actividades productivas, y por ende, no era para producir excedentes. (8)
Hemos tratado de explicar de manera concisa que los grupos nómadas o seminómadas no son sociedades atrasadas o irracionales, sino que es un modo de vida funcional. Sin embargo, de acuerdo con Binford, si una sociedad elige ser nómada, esto trae aparejado varias estrategias que hay que llevar a cabo; una de ellas tiene que ver con el hecho de la necesidad de regular la población9 y otra será con respecto a las características de la cultura material.
Demografía y control de población.
Como en todas las sociedades nómadas de cazadores-recolectores que tienen una economía de apropiación, y que dependen exclusivamente de los bienes otorgados por la naturaleza, los grupos que habitaron Nuevo León debían mantener un equilibrio entre la demografía y los recursos disponibles, pues de lo contrario se correría el riesgo de agotar los insumos. Y, si la recolección de alimentos no es suficiente para subsistir, deben optar entonces por la migración o el control natal.
Por ello, es posible que durante el paleoindio, considerado como los primeros milenios con presencia humana en Norteamérica, las bandas de cazadores podían segmentarse en familias que emigrarían una vez que comenzaba a crecer el grupo.
Sin embargo, al menos desde el arcaico, es posible que debido a las restricciones sociales y lingüsticas se frenara el crecimiento de la población a través de un control cultural, pues se debía mantener un equilibrio entre población y recursos naturales.10 Esta necesidad fue aumentando con la creciente población que debía distribuirse en menos espacio. Esta situación llegaría al extremo durante la Colonia, donde la presencia española llevaría a los grupos de Nuevo León a entrar en conflicto, ya que se disputaban entre sí el territorio que la cultura dominante les dejaba.
Tenemos que la forma de controlar la población de un grupo y, en este caso, disminuir el índice de natalidad, puede ser a través de medidas anticonceptivas, abortivas y, por último, el infanticidio.
Efectivamente, el infanticidio y la continencia sexual son mecanismos para mantener el equilibrio demográfico en correspondencia a la capacidad de recursos de un medio ambiente determinado.11 Este control de población se lograba, en este tipo de sociedades, con un variado número de métodos químicos y físicos para provocar el aborto.12 Otras formas para mantener el equilibrio demográfico eran, por ejemplo, limitar la frecuencia del coito, tabúes posparto, abstinencia, poligamia y rituales de mutilación del genital. También se prolonga el periodo de lactancia,13 se usan plantas y animales contraceptivos y se practica el infanticidio.14
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
Autor: Jesús Gerardo Ramírez Almaraz
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