Malabarista chileno
Waldo Pedraza Mayorga, conocido como Waldini, es un malabarista argentino, quien llegó al Festival de Nuevo Circo de Monterrey, con la intención de ayudar a que la gente olvide los problemas de actualidad.
Mientras Waldini hace malabares con unas pelotas de hule, cerca de una decena de personas graban su rutina con sus teléfonos celulares, al momento que invitan a sus hijos a participar en la rutina del malabarista.
Ese es parte del resultado al que aspira a llegar el artista callejero, no obstante que a veces los comienzos son difíciles.
Waldo Pedraza Mayorga da vida a Waldini, un malabarista y payaso chileno que ha recorrido América del Sur y algunos países de Europa gracias a su trabajo, y que por primera vez llegó a la ciudad para participar en el primer Festival de Nuevo Circo de Monterrey.
Aunque el pasado sábado no se realizaron funciones por la lluvia –aunque la principal decepción fue la ausencia de gente en las calles-, Waldini habló sobre lo que significa ser un artista de las plazas y calles de cualquier ciudad.
“De un día para otro me di cuenta que todo lo que acontecía en mi vida, todo lo que me había pasado hace cinco o seis años, era para llevarme al camino de hacer espectáculo de calle”, detalló.
Su primera influencia fue la televisión. Ahí observó que un personaje hacía malabares, e inmediatamente se puso a practicar el truco.
“Cuando era niño iba a ver los espectáculos de payasos callejeros pero mi padre no me dejaba verlo, me decían que eran para gente grande”.
La vida siguió y fue hasta los 25 años en que llegó la decisión de ser un malabarista profesional, y con ello la posibilidad de recorrer toda América del Sur, España e Italia.
El artista y el público
La relación del artista callejero con el público es básica, sin éste último el espectáculo simplemente no funcionaría pero es el artista quien tiene la responsabilidad de llamar la atención de los transeúntes.
Pasó en el primer día del festival, en donde los espectáculos fueron creciendo gracias a que los paseantes en la Plaza Hidalgo, Morelos o la Plaza Zaragoza se detenían a disfrutar de las diferentes rutinas.
“La cantidad de gente, de dinero, de aplausos o de risas depende, mucho claro, del artista y el resto es del público”, afirma.
En alguna ocasión, recuerda, se enfrentó ante una plaza en donde el público simplemente no le ponía atención.
“Hace tres años, en Roma, no había gente, estaba sólo. Ahí tienes que aprender cómo llamar a la gente; hablas con los compañeros para utilizar ciertos recursos”, comenta.
Ahora que México –en especial Monterrey– vive un fenómeno de inseguridad, en donde la gente cada vez es más temerosa de utilizar los espacios públicos, el arte callejero puede ayudar a reactivar la cohesión social en las plazas o parques en donde se presente.
“Es eso, para mí por muchos años fue que la gente simplemente se olvide de lo que está viviendo y que viva en el humor, que ría”.
Aunque los caminos son los que han llevado al trabajo de Waldini por dos continentes, son los corazones del público los que dictarán el próximo sendero a seguir.
“Ahora, más que se abran caminos sería que se abran los corazones de la gente, o ayudarles a que eso pase. Ese es mi trabajo y eso es lo que traté de hacer aquí en Monterrey”.
