Bob Dylan rompe cánones establecidos

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Bob Dylan

Bob Dylan

Bob Dylan aparece de la nada en 1960 y es visto como un fenómeno que trae en su cuerpo el espíritu de Woody Guthrie quien era uno de los cantantes folk más respetados, si no el que más, de Norteamérica.

Trae su guitarra, su aparente frialdad, y un enfoque diferente de cómo puede cantar los temas más comunes que afectan a toda alma humana: el hambre, el amor, la guerra, el mal, el desamor, algo de política, algo de religión, algo de lo extraño que es la vida en sí cuando le pones atención, temas que en ocasiones se vuelven tan contradictorios que no puedes más que caer en la trampa de que creerás que los alcanzas a entender.

Bob Dylan rompe cánones establecidos, él sólo controla una sala, junto con su armónica y su guitarra y  a sus 20 años ya parece un músico establecido con muchas tablas. A sus 22 ya empieza a tocar en lugares grandes, con público que se sienta a escuchar los mensajes que salen de su rasposa voz. Mensajes que les parecen significativos, que son como mantras sacados del mismo aire, del mismo viento de donde salen las respuestas.

Bob Dylan no lo sabe todavía, pero cambiará el futuro de la música él sólo y con dos o tres movimientos o gestos o como quieras llamarles, estremecerá a su público.

Los sesentas insospechadamente en sus inicios traen signos de que los tiempos estaban c-a-a-a-mbiando en todos los ámbitos posibles: en cuest

iones de los derechos humanos, en cuestiones de lo social, de lo militar incluso en forma de una Gran Guerra Casera que se tendría en vivo y en directo en todas las salas desde el mismo Vietnam y agregado a eso todas las cadenas de eventos que se desprenderían de todo lo anterior hacia direcciones inimaginables.

Bob Dylan sin proponérselo compone himnos que todo mundo entiende, o que ellos pretenden entender y aparece, también sin pretenderlo, como si fuera el gran profeta de las luces de neón. Su cabello todo largo, hirsuto y despeinado y junto con sus lentes oscuros, le da una imagen distante, desconectada de la humanidad que lo busca, requiere, procura.

Humanidad que lo acepta y lo toma como para sí.

Alguien se pregunta cómo es esto y sólo el viento contesta, tal y como dice su canción de Blowing in the Wind:

How many roads must a man walk down / Before you call him a man? / Yes, ‘n’ how many seas must a white dove sail / Before she sleeps in the sand? / Yes, ‘n’ how many times must the cannon balls fly / Before they’re forever banned? / The answer, my friend, is blowin’ in the wind, / The answer is blowin’ in the wind.

Lo siento, Dylan sólo hace las preguntas, no hay respuestas, quizá las respuestas están en todos, o en ninguna parte, o estarán en ti si le buscas lo suficiente, a él sólo le toca mover tu alma para que lo contestes con tus actos o quizá todo no es más que pose de parte de él porque pudiera ser que él tampoco tiene la más remota respuesta a nada de todo esto.

Lo peor o lo excelso, dependiendo de dónde te encuentres, puede ser lo ambiguo, en la metáfora del viento no puede haber más que el mismo silencio de la vida misma, del tiempo mismo, de Dios o lo contrario en su misma y divina ausencia.

Pero todo eso te lo dijo Dylan a sus 21 años, en el año de 1963, no poca cosa…

Pasarían muchas cosas que no alcanzarían a ser comentadas por aquí, tales como la muerte de Kennedy, el ascenso de la violencia, como mencioné el aumento de la presencia de soldados americanos en Viet Nam, la llegada de los Beatles con su mensaje de quiero estrechar tu mano, la misma conquista del espacio, al nivel que fuere, el ascenso de las sustancias que irían tras la conquista del espacio interior de cada quien lo quisiera, el cambio de las costumbres, el desasosiego estudiantil.

Y no quiero contar exactamente la biografía de Dylan año con año pero lo más impresionante que pudo pasar a la música, fue la incorporación de Dylan al Rock.

Hay muchas teorías por las cuales el Rock and Roll se despojó del más que alegre término “Roll” y en el que se convirtió solamente en Rock.

Se puede asegurar que no hay respuesta fácil. Puede ser que con el cambio sutil de los Beatles hacia el dejar de escribir puras canciones de amor hacia canciones que subieran de tono y de tema, hacia canciones que hicieran, tal como lo hizo Dylan, preguntas retóricas para las cuales no hay respuesta fácil. Un My Life contra un Money, de dos años antes es muy distinto en tono e intención. Es la aparición de la metáfora preciosista, de la ironía subjetiva.

El ascenso de la temática de las letras hacia lo complejo, el cambio de lo rítmico hacia algo más lento que no necesariamente tuviera a dos personas bailando alrededor de un compás es lo que quizá bien lo pudo haber puesto como punto de referencia  The Animals con Eric Burdon en La Casa del Sol Naciente, canción que casualmente también tocaba Dylan y que hablaba de todos los temas de un burdel en Nueva Orleans, ni más ni menos, uno de los temas más alejados de lo normal, lindo y luminoso que pudiera estar en las listas del Top Forty de Billboard de aquellos momentos.

Agregándole lo anterior el ascenso de la guitarra eléctrica como el instrumento clave fue lo que dio al Rock la posibilidad de evolucionar más allá de una canción de 3 minutos para bailar en una fiesta hacia las ceremonias y rituales de los 70s con grupos como Allman Brothers, el mismo Led Zeppelin, los Grand Funk, los Aerosmith, los Pink Floyd.

Las posibilidades fueron infinitas.

Tal como infinito fue lo que se pudo observar cuando en 1965 en el Newport Folk Festival le tocó a Dylan tocar en el festival y llegó con equipo a ser conectado y de pronto empezó a tocar Like a Rolling Stone con guitarra eléctrica, la anatema de un festival folk, ni más ni menos Obvio, todo mundo se quedó así, petrificado, sin saber qué pasaba, muchos abuchearon pero fue un momento tan avasallante que aún hoy se discute que si eso fue por el pésimo sonido, o por lo poco del número de canciones, 3, del set que tocaron o por el hecho mismo de tocar con guitarra eléctrica.

El punto es que el disco en donde venía esa canción llamado Highway 61 Revisited rompió con muchas ideas establecidas desde su misma duración, que ponía a prueba el mismo formato en el cual la música se transmitía en la radio de por entonces. Canciones de ese disco que hablaban también de desolación, de duda religiosa, de alienación, de examen de conciencia, de cuestionamientos, de ubicación en el tiempo y en el espacio, y una vez más, de preguntas del porqué de las cosas.

Para muestra de canción extraña, interesante, fuera de todo, ahí está precisamente Like a Rolling Stone, una canción potente, inmortal, por donde se le vea extraña, siempre actual gracias a la misma ambigüedad de la que tanto le gusta a Dylan… la precisamente magnífica e inmortal: Like a Rolling Stone

Once upon a time you dressed so fine / You threw the bums a dime in your prime, didn’t you? / People’d call, say, “Beware doll, you’re bound to fall” / You thought they were all kiddin’ you / You used to laugh about / Everybody that was hangin’ out / Now you don’t talk so loud / Now you don’t seem so proud / About having to be scrounging for your next meal. / How does it feel / How does it feel / To be without a home / Like a complete unknown / Like a rolling stone? 

O la magnífica canción que la escribió casi al vuelo en el set de la película de Pat Garret y Billy The Kid:

Mama, take this badge off of me / I can’t use it anymore. / It’s gettin’ dark, too dark for me to see / I feel like I’m knockin’ on heaven’s door. / Knock, knock, knockin’ on heaven’s door / Knock, knock, knockin’ on heaven’s door / Knock, knock, knockin’ on heaven’s door / Knock, knock, knockin’ on heaven’s door

Por donde se le vea, Bob Dylan es lo más cercano a un dios del rock, admirable es su permanencia, su significado, aún válido en estos tiempos revoltosos en los que no podemos diferenciar bien un grupo de rock de otro y que los temas de permanencia y significado han quedado también para ser respondidos en el viento o por el viento, o como sea.

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About Author

Hermann Gil Robles

Director de Inbound Marketing en Diis Mkt. Especializado en periodismo on-line con enfoque en arquitectura de información. Catedrático en el Tec Milenio y narrador. Autor de los libros: No hay buen puerto, Fuera de la Memoria, Los Sueños de los Últimos Días, La Ciudad del Olvido. Obtuvo el Premio Binacional de Novela 2016 Frontera de Palabras / Border of Words.

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