Una noche en la vida, Paul en el Zócalo

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Por Luis Eduardo García

Al principio no pensé que fuera tan relevante, pero a la luz de lo acontecido creo que sí.

Atestigüé desde Internet el majestuoso concierto de Paul McCartney desde el Zócalo y quedé maravillado.

Increíble concierto, fabuloso, sí, nada que ver con las producciones de U2, o de Pink Floyd o de Roger Waters o de los mismos Rolling Stones, pero no se ha de negar que Sir Paul no tenga corazón: su nivel de entrega es impresionante.

Veamos, el señor cumple 70 años este 16 de Junio, lo cual significa que vimos a una persona de la tercera edad más diez, cantando alrededor de 40 canciones en un lapso de 3 horas sin descanso.

McCartney siempre me ha parecido un personaje que no se da cuenta del tamaño que tiene. Por varias razones:

1)    El hecho de haber sido el guapito de los Beatles le hizo ser siempre inseguro, ¿porqué? Porque en ocasiones llega la madurez, quizá a los 25 o a los 30, momento en el que le dicen al oído en forma de los demonios de lo incierto que quizá la gente lo sigue sólo por su linda carita de niño más que por su talento.

 

2)    Los artistas tienen ego, más grande que cualquier Zócalo, a los verdaderos artistas les pega que se les aprecie sólo por su exterior o encanto aparente. El hecho de que sean bellas o que sean guapos les tiene sin cuidado, aceptan que serlo no les cae mal, pero en el fondo saben que lo que vale son las ideas creativas que se tienen dentro, y que eso es lo más importante. Se dice que Paul McCartney incluso en un momento compuso alguna canción con un seudónimo con el fin de saber que tan bien le iba sin la etiqueta de su tan conocido apellido.

Eso sólo indica una especie de duda existencial, ¿soy tan buen compositor o sólo es que estoy asociado a esa entidad mágica y misteriosa que son los Beatles?

3)    ¿Otro punto? Ha de haber sido muy difícil haber estado muchos años de amigo, confidente, compañero, compadre y sobre todo coautor y músico con John Lennon. No me quiero detener en lo complejo que ha de haber sido su relación, esa facilidad en conjunto de escribir melodías insuperables llenas de encanto, candor, energía, vitalidad, unas tras otras, que bien hacían creer a esos ayatolas de las conspiraciones que los Beatles no eran más que la proyección de un consorcio que solamente los usaba de tapadera, porque no podían aceptar que estos dos tipos que ni a universidad llegaban pudieran sacar tanta armonía, belleza e ingenio de sus guitarras y gargantas.

 

¿Y qué hace Paul en sus ya muchos años de madurez? Dos cosas que agregan a la teoría de la inseguridad: Una, que pide que las canciones sean denominadas, en las que él tenga dominancia, claro, como McCartney-Lennon, en lugar de Lennon-McCartney, como es tradición de toda la vida el conocerlas incluso en las que Lennon no hubiera tenido nada que ver con ellas, como por ejemplo Yesterday, Michelle, o Let it Be al contrario de las de Lennon eminentes, como Revolution, Help!, Come Together.

Obvio, Yoko y la tradición se opusieron y tal petición no prosperó. Sonaba absurdo que después de 40 años eso viniera a importunarle al bueno de Paul.

El segundo punto fue relativo a algo más elusivo: Paul afirmó recientemente que del cuarteto era él el de las opiniones fuertes y atrevidas relativas a lo que sucedía en el mundo. Está comúnmente establecido que él que deseaba hablar de Vietnam y de la situación de los derechos civiles en Estados Unidos era John Lennon y que Paul se mantenía a distancia de lo controversial.

John el de las discordias fue quien dijo que los Beatles eran más grandes que Jesus y fue él quien habló de revolución y del presidente Mao y fue John el de las protestas ruidosas y llamativas con Yoko.

A lo mucho lo más controversial de Paul fue aceptar públicamente que utilizaba drogas y hasta ahí, además de su estancia en la cárcel de 8 días por introducir mariguana para su comsumo en Japón en 1980.

A Paul le interesa su legado en la historia sabiendo que no puede competir contra un fantasma idolizado.

Paul además tiene una ventaja que John no tiene, está vivo y está sano y sigue haciendo ruido en cuanto puede y como puede, tal como lo hizo hace unas horas en el Zócalo de la Ciudad de México.

Fue un concierto que duró 3 horas sin intermedio. Fue divertido, fue simpático, se echó a la gente al público de inmediato, Tocó de todas las épocas que quiso, desde And I Love Her, hasta la de My Valentine, su último éxito.

¿Qué impulsa a un hombre de casi 70 años, ya famoso desde los 22, a seguir tocando, a seguir moviéndose, a seguir siendo vibrante?

La gente se le entregó a McCartney en el Zócalo. 200,000 personas.

Lo que más me impresionó fue que tocó A Day in the Life, nunca me imaginé verla en concierto. Fantástica, Paul la sacó decentemente a como pudo, sabiendo que la canción es más Lennon que de él (de Paul es sólo la parte de en medio). Nos hizo pensar que esa fue precisamente la parte musical de los Beatles que jamás apareció en vivo debido a la complejidad y arte que obtenían de trabajar en estudio creando nuevos mundos.

A Day in the Life fue un momento super super especial, único.

El otro momento super especial, Ob-la-di Ob-la-da con mariachi, algo increíble.

Muchos momentos sobresalientes, 200,000 personas en la plancha del Zócalo, incluso en las calles aledañas, con pantallas y todo. Ha de haber sido magnífico estar ahí.

Y Paul, satisfecho, dos encores, uno con Hey Jude, otro hasta con Helter Skelter y asì llegar con el verdadero final de todo Abbey Road, y de todo Beatles: The End.

The End que acaba con la frase: el amor que tomas, es igual al amor que haces.

John Lennon dijo en un reportaje con su opinión canción por canción de los Beatles y de él mismo, que publicó Playboy en 1981, que cuando Paul se esmeraba podía hacer cosas maravillosas.

El amor que tomas, es igual al amor que haces.

Paul McCartney, que bueno que estuviste con nosotros. Qué bueno verte bien.

(La gente por Twitter le dio connotación política a la canción de Give Peace a Chance, dedicándosela a Calderón. Pero no sé qué pudieron pensar o qué pensaron con Let it Be o con Live and Let Die. A veces una canción, parafraseando a Freud, es sólo una canción.)

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About Author

Hermann Gil Robles

Director de Inbound Marketing en Diis Mkt. Especializado en periodismo on-line con enfoque en arquitectura de información. Catedrático en el Tec Milenio y narrador. Autor de los libros: No hay buen puerto, Fuera de la Memoria, Los Sueños de los Últimos Días, La Ciudad del Olvido. Obtuvo el Premio Binacional de Novela 2016 Frontera de Palabras / Border of Words.

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