Por Mariana García Luna
Una vez, alguien me dijo que le gustaba que yo estuviera en su vida, porque de esa manera podía soñar a través de mí. El comentario me halagó por dos segundos, ya que en ese instante encontré el sentido amoroso a mi tendencia soñadora; después, cuando comprendí el significado, sentí mucha tristeza porque creo que nadie debería de negarse el derecho a soñar.
Soñar es tan importante como respirar o comer, porque es la manera en que visualizamos lo que verdaderamente queremos en la vida, nos demostramos a nosotros mismos lo que nos importa de verdad; es el modo en el que el alma respira. No hay nadie ahí para juzgarnos, ni para decirnos que lo que soñamos es demasiado ambicioso o imposible. Estamos solos con nuestros pensamientos, practicando con la imaginación y construyendo, no castillos en el aire, sino verdaderos rascacielos en nuestro lugar favorito del mundo.
Imaginar lo que queremos para nuestra vida puede ser la inspiración que necesitamos para volver realidad aquello que soñamos constantemente. Con esto no quiero decir que por sólo imaginarlo, al día siguiente se volverá realidad; tendremos que esforzarnos para lograr el sueño. Sin embargo, “verlo” pasar por delante de nuestros ojos puede ser el empujón que nos llevará a materializarlo.
Pero ¿qué pasa cuando nos negamos a soñar por estar tan pendientes del día a día, de las obligaciones, de las responsabilidades impuestas por nosotros mismos o por otros?… ¿Por qué nos empeñamos en darle a la “realidad” todo ese peso, como si tuviéramos la seguridad de que mañana amaneceremos?… ¿y si no?… ¿Y si ya no despertamos?… ¿Y si la vida se nos queda en medio de la noche?… Será demasiado tarde para soñar.
Soñemos despiertos ahora que podemos. Juguemos como los niños a ser bomberos o policías, artistas, bailarinas, astronautas, médicos, vaqueros, alpinistas… encontremos en esos juegos el verdadero propósito de nuestras vidas. Si soñabas con ser bombero, quizás sea porque en el fondo lo que querías era salvar vidas, entonces, ¿qué haces atrás de un escritorio cuando tu vocación es la del servicio?… Hay que hacer caso a nuestros sueños; si somos capaces de imaginarlos, es porque somos capaces de llevarlos a cabo. Que no sean nuestros propios pies quienes nos metan la zancadilla.
Así como se aconseja que durante el día nos demos minutos para relajarnos y descansar, yo sugeriría que también nos regalásemos unos momentos para soñar despiertos. Démonos permiso para fabricar una vida mejor, una vida más congruente y coherente con lo que somos, aunque por lo pronto sea sólo en sueños: el sentimiento que nos dejará la ilusión, nos dará la voluntad de convertir esos sueños en realidad.
Y a ti, ¿te inspira soñar despierto?…
