Las Casas Reales terminadas en 1655 debieron dar la imagen de un edificio que perduraría por muchos años, pero esa imagen fue sólo fugaz presencia, ya que comenzó a sufrir el deterioro un año después de levantada, una fuga daba cuenta de algunos morillos caídos de la cárcel. Con el paso de los años, las Casas Reales eran vueltas a reparar y se imponían multas para solventar un poco “el adorno de las casas de Cabildo”, como la pena aplicada en 1661 para todos aquellos comerciantes que vendieran el chocolate alterado con chancacas o piloncillos en vez de azúcar como se practicaba en el resto del reino. Tanto las Casas Reales como la cárcel se encontraban en condiciones deplorables, parte de ellas estaban derrumbadas y una lluvia podría derribarlas por completo, así lo testimoniaba Juan Bautista Chapa en julio de 1668, agregando que la ciudad contaba con cuatro caballerías de tierra rentadas al sargento mayor Joseph de Treviño, y de las cuales adeudaba de algún tiempo a esta parte.
El gobernador Nicolás de Azcárraga ordenó se revisara lo que debía Joseph Treviño y lo pagara, “y entre en poder del regidor más antiguo y del dicho procurador general a quienes mando esté a su cargo el reparo de las dichas casas de cabildo y cárcel, comenzando la obra con la mayor conveniencia que puedan”. A inicios de 1671, el sargento mayor Juan de la Garza Falcón y el capitán Juan Cavazos, regidor de primer voto y procurador general de la ciudad, respectivamente, se les encargó “el cuidado del aderezo de las casas de cabildo de esta dicha ciudad”; Un año antes, se habían hecho “tres mil adobes para adornos de las casas reales; los cuales hizo y puso en las dichas casas (el sargento mayor Joseph de Treviño), teniéndole de costa diez pesos cada millar y que por el acarreto de carrizo que hizo con sus indios, a su costa se le regularon cinco pesos, con que montaban treinta y cinco pesos”. A fines de ese año de 1671, tuvo lugar un intento de venta de las Casas Reales por una deuda que se tenía con el Rey.
La razón es que el difunto gobernador Martín de Zavala señaló en su testamento que se le debían 500 pesos por haberlos invertido en la construcción de las Casas Reales y dejaba al rey como heredero de sus bienes, la Coro-na demandó a Monterrey el pago de dicha deuda sopena de rematar las Casas Reales, antes, se solicitó al gobernador Nicolás de Azcárraga verificara:[…] si don Martín de Zavala gastó quinientos pesos en las casas de cabildo de la ciudad de Monterrey, que declaren su testamento y constando, los cobre de la labor y propios de aquella ciudad o de sus frutos que por esta causa están embargados […] o de no cobrar, venda la fábrica en que gastó dicha cantidad y de su precio se enteren a su majestad. Así lo hizo el gobernador Azcárraga, haciendo testificar a Juan de Murguía, Francisco Sánchez de la Barreda y Pascual de Montalvo, quienes estuvieron cercanos al difunto gobernador. Juan de Murguía, quien asistió a Martín de Zavala durante muchos años, comentó: […] de algunas visitas que dicho don Martín de Zavala hizo a los Cabildos de esta ciudad y Reino, resultaron algunas condenaciones que aplicó para obras públicas y que estando caídas las Casas de Cabildo las aplicó para su fábrica y éstas se remataron en el alférez Juan Alonso Bazan, que se obligó a hacerlas y darlas acabadas por cantidad de tres mil pesos y que estas condenaciones paraban en poder de Juan de Zavala, y de ellas se le iba librando a dicho Juan Alonso y que aunque este testigo no sabe […] si la cantidad de quinientos pesos los suplió dicho don Martín de Zavala para acabar la dicha obra.
El segundo testigo, Francisco Sánchez de la Barrera, manifestó algo similar al anterior: […] que la fábrica de las dichas Casas de Cabildo, se hizo a costa de los vecinos de este reino de condenaciones que resultaron de visitas que hizo al Cabildo y otras personas, y que se remató la obra en el alférez Juan Alonso Bazan, ya difunto, en cantidad de tres mil pesos, los cuales se le fueron librando en el general Juan de Zavala en quien pararon dichas condenaciones, con que no sabe este testigo, con qué causa o pretexto declaró dicho difunto deberle dichas Casas de Cabildo la dicha cantidad.
En ambos testimonios se aseguraba que el dinero que había corrido para la construcción de las Casas Reales era de la ciudad. La declaración del alférez Pascual de Montalvo (maestro albañil) no fue distinto al de los anteriores testigos con respecto a la procedencia del dinero, más aún le extraña la mención de la dicha deuda: […] no sabe porqué razón le pudiesen que-dar debiendo las dichas Casas a dicho don Martín de Zavala, porque este testigo se acuerda que Juan de Montalvo, su padre, le refirió cómo había sido su fiador del alférez Juan Alonso Bazan, en quien se remató la obra en tres mil pesos, y que se decía que esta cantidad resultó de condenaciones que aplicó dicho don Martín de Zavala para la dicha obra y que oyó decir que se le había pagado a dicho Juan Alonso y jamás oyó ni supo si el dicho don Martín de Zavala había o no suplido algo ni porqué razón. Recordemos que Juan de Montalvo, además de ser fiador de Juan Alonso Bazán, también fue uno de los albañiles que intervinieron en la construcción de las Casas Reales. Israel Cavazos menciona como injusto el embargo de los bienes de Martín de Zavala por parte de la Corona,56 pero como ya se mencionó, no era deudor a la Corona, sino donador de sus bienes a la misma.
En todo caso, era injusta la reclamación de los 500 pesos que decía se le debían por la construcción de las Casas de Cabildo.El 14 de diciembre de 1671, el capitán Juan Cavazos, procurador general Monterrey aseguraba que no estaba justificada la dicha deuda “ni constan de instrumento jurídico”. Añadía “que dichas casas de Cabildo se fabricaron a costa de los vecinos de este Reino, de resulta de condenaciones que hizo y aplicó don Martín de Zavala para ese efecto “y no debe permitir su majestad se vendan las casas de Ayuntamiento que están diputadas para las juntas de Cabildo por deudas a que no son obligados”. No obstante, la defensa que se hizo sobre la conservación de las Casas Reales, éstas fueron tasadas y rematadas.
El 15 de diciembre de 1671, el maestro albañil Pascual de Montalvo:[…] en conformidad de lo que se le mandó, fue a dichas Casas de Cabildo y entró en todos los cuartos de ellas que se componen de una sala (de Cabildo), un aposentillo (zaguán), un calabozo, otro aposentillo (de la cocina) y una cocina y un patio pequeño, obra de tapias y adobes, la cual declara estar todo muy maltratado por todas partes y que no hay cosa de provecho, sino son las maderas, puertas y ventanas, con que le parece a este testigo que valdrán las dichas Casas según y de la manera que están cuatrocientos pesos y no más, porque se están cayendo.
Las Casas Reales fueron rematadas pero no se presentó postor alguno. Lo rescatable del testimonio de Pascual de Montalvo es la descripción de las Casas Reales, ya que nos permite conocer sus condiciones, cuando fueron revisadas señaló signos de maltrato (sabemos que un año después de terminadas comenzó su deterioro). El daño también lo había señalado el gobernador Nicolás de Azcárraga al decir que estaban “caídas”; y que no obstante su ruina, las cita como su “morada”, que también lo serían del gobernador en turno don Domingo de Pruneda en 1678. El siguiente gobernador, don Domingo de Vidagaray y Saraza, recibiría del cabildo, justicia y regimiento de Monterrey el 13 de junio de 1681, una carta donde lamentaban el aspecto de la ciudad, mencionaban que estaba “tan deteriorada, que no tiene ni aún con qué reparar sus casas reales”.
La queja no cayó en saco roto y el gobernador mandó repararlas ante el peligro de caerse, “lo cual ejecutó a su costa sin ayuda de la ciudad ni de ningún vecino, por estar tan pobres que no tienen con qué sustentarse”. La ciudad de Monterrey también envió una carta al Rey cinco días después (18 de junio de 1681) para informarle de las condiciones de las Casas Reales, la respuesta fue una real cédula que ordenaba a los futuros gobernadores del Nuevo Reino de León que cuidasen de las Casas Reales.
*El presente texto se rescata del Tomo I: Monterrey Origen y Destino (2009). Donde participaron:José Antonio Olvera en la Coordinación General. Eduardo Cázares, como Coordinador Ejecutivo y Ernesto Castillo como Coordinador Editorial.
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