Debates, no disparates

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Por Luis Estrella

El día de ayer se celebró el Tercer Debate por la presidencia de México y el sondeo general indica que todo sigue en una normalidad llana, sin cambios.

Entre todas las noticias que surgen durante la noche y parte de la mañana, al encender la radio, ver las notas en internet, consultar los periódicos y oír en voz propia el sentir de la gente, es tanta la información que terminamos por centrar la atención en lo que los medios de comunicación ofrecen como más trascendente en su aparador: el tercer debate presidencial y que México albergará su tercer Mundial de Futbol.

¿Por qué? El día de ayer se efectuó el debate entre los contendientes a la presidencia del país. Dos horas de discusión, argumentaciones y comentarios que pasaron sin causar una resonancia real en los espectadores. Viéndolo a conciencia, en las próximas elecciones del 2024 el INE -acaso siga nombrándose de la misma manera- tendrá que meditar si es conveniente seguir con el ejercicio de hacer tres debates porque, a juicio personal, es más viable para el electorado que con menos, los candidatos arrojen más, tanto en las propuestas como en los famosos cómos. En este sentido, el formato del debate no ayuda en fomentar la argumentación. Como ejemplo, vimos que en ciertas partes del evento la participación se quedaba corta y la idea no era bien expresada.

En medio de la expectación, finalmente las personas quedamos frente a una serie de argumentos que caen en la miseria y no obtenemos verdaderamente la sazón del deber ser político, que es el fundamento para el voto. Pasaron por alto, eso sí, que no se hizo alusión al video en donde se involucró a Anaya. Resulta así, como cada vez es más común, que la memoria colectiva se centra en el presente, en el paso de las sensaciones y los aconteceres que irrumpen en la sorpresa, más en forma que en el fondo. Dicho sea al paso, ante tales acusaciones del candidato del PAN hacia la presunto pacto de AMLO y Enrique Peña Nieto en la semana anterior, no está por demás decir que hoy la gravedad del asunto se toca en lo oscurito mientras la cabalgata por alcanzar la mayoría de los votos se acelera; sin embargo, como una opinión muy personal, en el debate se notó una postura que evitaba la confrontación -salvo en dos ocasiones, en donde el candidato de Morena y el Por México al Frente contendieron con acusaciones que acabaron en discusión-, con el objetivo de no perder votos. Cuidándose, al margen de caer en aseveraciones que podrían someterlos a nuevas opiniones, tanto Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, intentaron manejar el debate cada uno desde su trinchera, sin salirse del guion. De Jaime Rodríguez “El Bronco” considero no hacer más mención que la siguiente: su participación es solamente una comparsa de una historia en donde jamás él podría ser protagonista, tomando en cuenta los antecedentes que tiene en Nuevo León y su dudosa ascención como candidato en la contienda.

Ahora bien, en un escenario ideal, lo anterior nos lleva a la pregunta “¿no sería más válido y retador hacer que el electorado tenga mayores argumentos si los candidatos se arrojaran al verdadero debate?”. Ese es un punto de partida, porque pareciera que cada uno de los “debates” fueron trabajados para apuntalar al postdebate, pues ahí los contendientes sí que se pulen en hacer campaña, generando titulares para la prensa.

En un análisis a botepronto, dos fueron los candidatos mejor librados: López Obrador y José Antonio Meade. El primero sigue al frente en las preferencias y solamente un acontecimiento muy desgraciado lo bajaría. El segundo, desde que surgió el cambio de campaña luego de ascender a un nuevo presidente del partido, la campaña despuntó, siendo mucho más personalizada y dirigida a un electorado que ya se estaba yendo del PRI… y otro, que le incumbe muchísimo: el de los indecisos. Por supuesto, a él no le beneficia la relación que tiene con el caso de Odebrecht. Ahora bien, las encuestas señalan que el triunfo de AMLO será arrasador y contundente, porque los puntos porcentuales rayan en veinte y eso ya es mucho qué decir. Desde las elecciones en donde Ernesto Zedillo resultó ganador, la ventaja nunca había sido tanta. Por lo tanto, en lo que respecta a las presentes, ¿sucederá lo mismo? Pienso que ganará el candidato de MORENA, pero la ventaja tomará un rumbo cada vez más cerrado hasta el 1 de julio.

Por parte de Anaya, el comportamiento que ha tenido desde el segundo debate es más agresivo, incluso retórico y teatral. Una de las características que lo ha destinguido -y lo acentuó ayer- es su habilidad para desarrollar ideas; no obstante, a mi ver no ha sabido capitalizarlo con la gente que aún está indecisa. En términos más coloquiales, no tiene arrastre con el pueblo; y es éste, finalmente, quien decide. En cambio, López Obrador se congratula por contagiar a las masas con su carisma y la eterna lucha contra los poderosos (la “Mafia del Poder”). Es bajo esta circunstancia que el pueblo ve en él una identificación y un lugar hacia donde ir, porque se refleja. Meade tampoco tiene eso, es más el niño bueno de la escuela, ese que lleva buenas calificaciones, pero no es el líder del grupo.

¿Los medios de comunicación? En las portadas de los periódicos y los programas televisivos y de internet, las noticias circulan como gorriones hambrientos. Buscan atrapar, quieren manipular, anhelan ser leídos como la fuente de la verdad. No es así, porque -salvo Carmen Aristegui y otras honrosas excepciones como Jorge Ramos y Denisse Dresser- los líderes de opinión deben fungir como pararrayos y argumentar a conciencia lo sucedido, no a repetir información. Eso no es periodismo; es una parábola de lo efímero.

¿Y qué podemos hacer los mexicanos el 1 de julio? La respuesta la tiene cada persona. Y, sin lugar a dudas, en las urnas en donde el juego apenas comienza, porque las ilusiones de un mejor país están puestas en las boletas, como un símbolo de días más blancos. Ciertamente, resulta difícil creer que después del 1 de julio tendremos un gobierno, gane quien gane, más próspero. Es ideal, pero no imposible, albergar esperanza hasta en los tiempos más aciagos.

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About Author

Luis Estrella

Luis Estrella (Ciudad Mante, Tamps). Es escritor y poeta, licenciado en Letras Hispánicas por la UANL. Figura en el libro de cuentos Calidoscopio (2005), publicado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, con el cuento “La muerte de Emilio”. En poesía con La vida que pasa (Diáfora, 2013). Ha publicado las novelas Después de la niebla (Nómada, 2015) y Los 70´s después de Cristo (Resolana, 2016). Trabaja en su tercera novela. Ha colaborado en diversas revistas y periódicos, así como en diversos proyectos culturales que difunden la lectura; fundó la revista literaria La Llave (2014-2015). En la actualidad escribe para las revistas Diario Cultura, SubUrbano y Merca 2.0. Labora en Playful, una agencia consultora de business innovation como Copywriter creativo.

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